Revista Latinoemerica de Poesía

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La persistencia de lo inútil



La persistencia de lo inútil. Trilce Editores, Bogotá: 2016

 

Tres nuevos poetas

 Por Guillermo Martínez González

 

El poeta está solo con las estrellas, sentencia Nietzsche, para indicar, por un lado, que su indagación de lo desconocido y las complejidades del espíritu, con frecuencia le ocasiona el escarnio o la indiferencia de la época carente de méritos en que vive. Del otro, que la expansión de lo humano, el derrumbe de las talanqueras de la razón, la percepción de lo sagrado, arrojan a la noche oscura, a la aventura que casi siempre está amenazada por el fracaso.

Algo de todo aquello, guardadas las proporciones, se puede advertir en este libro de irónico título, La persistencia de lo inútil, que incluye a tres poetas, Camilo Marroquín, Margarita Losada y Daniel Padilla, oriundos del Huila. Los tres han asumido su destino con la obsesión y la claridad que no espera salvaciones ni frutos externos. Insisten porque están cruzados por el dolor de la vida, están tocados por la necesidad del misterio, saben que la poesía es conocimiento esencial que justifica todos los riesgos, todos los llamados a la soledad.

Por supuesto, cada uno de estos poetas posee su propia voz, un recorrido que los distingue:

Una especie de rebelión desde adentro, de búsqueda entre los límites del silencio y la palabra, de ruptura del tiempo, de mirada que anuncia la libertad como un acto que se conquista con dolor, marca los textos de Camilo Marroquín, imbuidos de un tono reflexivo, de una distancia en la que por momentos, como en una esquela del instante, apenas se escucha una canción.

Poemas breves, aleteantes en el abismo, la palabra de Margarita Losada se cifra en la herida fundamental, excava en las verdades de su ser, en las desgarraduras del alba y el lenguaje. Espera el momento de la unidad, el clamor de la luz, en un ambiente de fragmentación, en un coletazo que no cesa y puede ser devastador.

Con la densidad que concentra los fósiles y las galaxias, la nada y el asombro, el polvo y la gota de lo eterno, Daniel Padilla exacerba textos de largo aliento, a veces en prosa, que en un tono lacerado o próximo a la ceguera, recaban en una condición menesterosa, que ahora y siempre palpita ante el sordo clamor de la sed, espera la extinción o el milagro.

En un poema sobre el cineasta alemán Fassbinder, uno de ellos dice: “En el fondo hay miedo/ o más bien/ una herida/ que la luna/ abre y cierra”. Tal vez estos versos resuman una atmósfera que da un indicio del libro. Cierto o no, el caso es que existe en estos poetas una intensa conciencia del mal, entienden el poema sobre todo como experiencia interior, prefieren, en cuanto a los temas centrales, afincarse en las zonas del ser, se expresan con un lenguaje impregnado de cautela y no de ostentación.

La relación entre la palabra y el silencio es constante, se manifiesta como tensión o posibilidad de unidad que sólo en el poema encuentra la dimensión que exige la búsqueda de su ambigüedad. El lenguaje sin el silencio no es nada y como diría Max Picard, “el silencio existe sin la palabra, pero no la palabra sin el silencio”.

Como fenómeno primordial el silencio impregna experiencias tan fundamentales en la constitución humana como el amor, el erotismo, la muerte y la eternidad. El ruidoso desconoce a Dios y, todas aquellas experiencias, sin el silencio, carecen de sentido, se viven como simples accidentes, desprovistos de una articulación secreta que conforma la creación, la historia del hombre y el misterio de la vida.

La persistencia de lo inútil, es una propuesta fértil y de calidad literaria que vale la pena señalar. Coincide con algunas tendencias de las últimas generaciones del país, caracterizadas por la diversidad, el predominio de lo personal y subjetivo, la creación como acto autónomo, provisto de múltiples referencias culturales.


Visto desde un punto regional, que no sé si sea pertinente mencionar, ya que el libro evita a toda costa una mirada local, tal vez sea conveniente decir que esta selección, encarna un relevo generacional, propone alternativas distintas de escribir el poema, presenta sin estridencias una renovación dentro de lo que se ha escrito en los últimos tiempos en el Huila. Por esta y otras razones, resalto este libro que brilla solitario como una moneda intermitente en el mar ciego de las tormentas.


Bogotá, julio de 2016

 


Margarita Losada Vargas

 

 

Vacío

siempre te llenas de ausencia 

insistes
desgarras el silencio
alimentas
el hilo perverso
que sostiene a la vida


Cáncer de tiempo

las puertas de la ciudad
nunca están abiertas
somos el eco de su lamento
mar y aire
por debajo del suelo
nacemos y morimos
sin descanso en ella
padecemos
(como padece la noche
cuando amanece)
cáncer de tiempo

*** 

Camilo Marroquín Díaz

 

La piedra que lanzo

La piedra que lanzo
seguro de que no caerá encima mío
me persigue
como si estuviera rodando
por una pendiente
y yo fuera la piedra
ahí es cuando digo:
La libertad duele

 

Una vieja película de R.W. Fassbinder

En el fondo no está el amor,
como si fuera un tesoro.
En el fondo hay miedo
o más bien
una herida
que la luna
abre y cierra
cuando la marea se calma
y se detiene el corazón

***


Daniel Padilla Serrato

 

*

El negro es el color de la belleza. Saca de un surco de tinta una estrella, dibuja una delgada estela de nada oscura en el cielo, camina como una sombra sin cuerpo.
Más allá de la realidad lo que no conoces brilla en el fondo del abismo con un fulgor apenas presentido.
Verás llover una luz profundamente ciega para iluminar tus manos sumergidas en el agua. En la noche, todo lo que cae es más hermoso.

 

Opus

El barquero cruza el río
con dos monedas en los ojos.

Se dirige al palacio subterráneo:

Allí la rosa se consume
en su prisión de fuego.
Ella es el alma volátil;
bermeja floración de espinas
abrasadas por la belleza.

Sólo por asistir al lento martirio de sus perfumes,
el barquero ha cruzado el río
para soñar en el recinto donde la rosa se calcina
entre ardorosos destellos de luz y de misterio.

 



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