Revista Latinoamericana de Poesía

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George Mario Angel Quintero



A continuación una seleccción de poemas de George Mario Angel Quintero. Hijo de padres colombianos, nace en 1964 en San Francisco, California, donde vive sus primeros treinta años. Estudia literatura en la Universidad de California y es becado en creación literaria en la Universidad de Stanford (1991-1993). Como George Angel, publica poemas, prosas y ensayos en revistas literarias estadounidenses y canadienses; también publica los libros en inglés: Globo (1996), The Fifth Season (1996), On the Voice (2016) y A Sheaf of Wings (2022), y Gossamer Buttresses (2023). Desde 1995 reside en Medellín, Colombia, donde, bajo el nombre Mario Angel Quintero, publica los libros de poesía Mapa de lo claro (1996), Muestra (1998), Tentenelaire (2006), El desvanecimiento del alma en camino al limbo (2009), Keselazboga (2014), Mapa de las palabras (2014), la materialidad (2020), Cardos (2020), los libros de dramaturgia Cómo morir en un solar ajeno (2009), La sabiduría de los limones (2013), y Calamidad Doméstica (2016), y el libro de narraciones cortas, Siete Retablos (2022).

Ha participado en festivales y encuentros de poesía y de teatro dentro del país y por fuera en Argentina, Croacia, Inglaterra, Irlanda, Escocia, México, España, Macedonia, y Suecia. Porciones de su obra han sido traducidas al macedonio, portugués, sueco, croata, búlgaro, francés, italiano, albanés y árabe. En 2020, se publica en Italia un libro de traducciones de sus poemas al italiano, Diventa l’albero (Samuele Editores, 2020), en Croacia un libro de traducciones de sus poemas al Croata, Moje svjetlo i druge pjesme (Druga priča, 2020), y en árabe la traducción de su novela corta, Aqrab (Dar Al-Rafidain, 2020). En 2025 se publica su libro de cuentos Sedam Ikona I Zagrebacka Snatrenja (Jesenski –Turk, 2025). También lleva 30 años de experiencia como traductor literario y ensayista sobre el teatro bajo el nombre G. Leogena.

Es dramaturgo y director de Párpado Teatro, con el que ha montado más de 20 obras de teatro y más de 30 performance, con videos que concursan en festivales de video corto experimental. Ha trabajado con varios grupos de música, como Underflavour, Sell the Elephant, y Banda por hora, con los cuales se ha producido 12 creaciones discográficas de su autoría. Su trabajo pictórico ha sido exhibido, publicado en revistas, y ha ilustrado las portadas de libros.

Los siguientes poemas son de un cuadernillo inédito en preparación, titulado: El infierno renueva cada vid.

 

 

 

Naufragio en tinta

 

Todos nuestros proyectos,

los refugios que construimos,

son bocetos momentáneos,

trazados sobre una oscuridad

perpetua que de repente

los recibe, y se hunden

bajo sus olas negras,

descienden hasta reunirse

con el resto de una sustancia

tenue y disuelta que flota

sobre el fondo turbio

de este vertedero.

 

La imagen es el crepúsculo

del verso. Así, nuestras

aspiraciones se desvanecen

luego de una mera insinuación,

como el recuerdo de un fulgor.

 

 

 

Mujer en llamas

 

Cuando las estrellas se ven mover, 

se convierten en líneas, barras, varillas.

Alguien se mueve entre ellas.

Una mujer en pedazos, de calor, de sudor.

Como el bahareque incrustado en nuestros muros,

como la melaza que corre por nuestras venas, 

la figura se desliza al piso lentamente.

Algo se le vino a la cabeza y está rota,

como si se hubiera chocado contra un espejo.

 

Caen las estrellas y se clavan en la tierra.

Encerrada en un cañaduzal,

las miradas desde arriba tienen la culpa.

Sólo lo vertical puede aspirar a levantarse,

como si fuera un brote de flechas que crecen,

un plumaje verde, como barras dulces inquebrantables.

Cada cortada vierte sus adentros en el calor.

Las varillas moradas del cuerpo colapsan bajo el sonido

de los bichos rebotando contra todo lo quieto.

Una polilla busca por dónde salir.

Tras una membrana siempre.

Escaparse parece fácil, pero no lo es.

 

Los recuerdos vuelven en cascadas.

Guadua y almendro,

baldosa verde y café claro.

El hilo se recoge para soltarlo.

Para arriba y para abajo,

un árbol y un foso.

Sembrar es la única manera

de desenredar.

 

¿Alguna vez has visto un ser en llamas?

Su estela de fuego que curva

como un recuerdo y crepita

como catapis al extenderse por la oscuridad.

¿Qué capricho impulsa semejante cuerpo a consumirse?

¿Cómo deshacerse de todo lo que ha sido?

 

 

 

Ligazón

 

Los amarres del cuerpo

florecen en la mente.

Los nudos de los tallos

se repiten en los estambres.

La corriente de algún propósito

baja y enciende el vitral

de músculos que se funden.

Queda un borrón de colores

que mancha el aire gris.

Un insecto se traslada.

Sobre su ala que aún

vibra, hay polen.

 

 

 

Primer Canto

 

Avanzada ya la tarde de mi vida

Vi como un leopardo me rondaba

Con los restos que quedaban se atragantaba,

Trozos de esta vida, mal vivida.

 

Me he mezclado con las manchas de esta bestia.

Oculto frente a lobas y leones

he vagado por las sombras de este bosque.

Hoy arrastro mi desvelo tras penumbras.

 

El desierto ilumina al limbo,

raja piedra oscura

con luz limpia y vacía.

Antes de la gracia esquiva

solo había el resplandor.

Una luz a la deriva,

vasta y ciega,  se extendía

por paisajes de tibieza.

 

Hablo de luz

porque luz había,

mucha más que en el resto

de mi sueño sombrío,

un sendero de lo frágil

y de lo doloroso.

 

Me detuve ahí

donde no hay ahí,

como una manera

de borrarme.

 

Pero nunca pude

ahorrarme vivir

y sentir me adentró

más en el sueño

en que estaría.

 

Este delirio, por el que ya me desvío,

se fragmenta de un modo novedoso.

Esparce mis huesos sobre la caída.

La jocosidad del viento, que por ellos silba,

es solo otra añoranza.

 

La danza se inicia al zafarse,

es barajar el pilar de vertebra,

es sacudir cada extremidad,

sea en el espolvoreo largo del día,

o bajo la luna solitaria de la noche.

 

Expuestas a una mirada sin anhelo,

las voces se envuelven en sus caricias

para alimentarse de una mirada extraviada

y así germinar y extenderse.

 

Pero la misma luz perdida

construyó la maquinaria enorme

del huracán que aún era solo un rumor.

Supe el momento que sonó en mi cráneo,

el aleteo de mil estorninos.

Viví entonces el florecer brillante del dolor,

volteado y arrojado contra un risco,

sentí la fibra de mis músculos,

y la médula hueca de mis huesos secos y torcidos.

 

La bulla ya se acerca para inundar

los lechos y las habitaciones

con una marea de cera derretida.

Trasparente, líquida, caliente y pegajosa,

aquieta los interiores de la ternura

al verter sus charcos de imanes.

Esta tormenta con cuatro patas arriba

aprieta la respiración y estira el nervio.

 

 

 

Segundo Canto

 

Boca arriba sobre tierra putrefacta,

no soy más que una brecha en la maleza,

un esófago en copas de flores amarillas.

El olor a musgo y hongos me transcurre.

Atrancado en mis dobleces,

el granizo turbio me arranca las hojas.

La pátina roja, el labio del sifón,

umbral de mi cuerpo inundado,

evidencia los años antes tras antes,

engullir la voz entrante no es oficio,

sino el antojo gorja de algún gulliver

transformado en bosque oscuro y húmedo.

Los arbustos a través del camino acarician,

luces de aterrizaje en la grieta del valle.

Luego, el riachuelo elige

no seguir por los mismos derrumbes.

Desde cada porvenir, los muertos

alumbran como vuelos, destellos

al relucir sobre la penumbra,

señuelos hacia un arrecife.

 

El ardor renace como carcajadas.

Esos son los pasos sobre el tímpano.

Repican como añoranzas en la bruma.

El letargo hondo al halar contra la corriente.

 

 

 

rapto roto tazón

 

Como un cuerpo,

una comunidad vive sucesos.

Algunos desaparecen

mientras otros se sellan

y se aíslan.

 

 La falta de quienes no están

lleva a una crisis urbana,

las vías congestionadas

de ángeles aplastados,

la bulla regada,

otra cosa que se vende

en la calle.

 

Quién abre camino

entre espadas,

devuelve las venas

a las hojas,

remienda la vasija

donde se encharca

el sol,

ve hasta el relámpago

como una caricia.

 

 

 

Cuarto Canto

 

La montaña la desvanece la neblina.

Témpano verde, recalcitrante,

solo el silencio podrá borrar

su fervor insistente,

su silueta sibilina.

 

El burro viejo se pierde entre árboles.

Aunque se nos aparece de repente

y se proclama el rey de las hadas,

se ha ido, y nunca volverá del todo.

 

Masas de ciegos

naufragaban sobre un montículo.

Asemejaban una cárcel,

pero sin muros.

Decenares de figuras

extendidas boca arriba

sobre la arena ardiente,

inmóviles salvo un rezo

suspirado entre sus labios.

Otros cuantos amontonados,

sentados, abrazaban sus rodillas.

Maldecían el silencio y los insectos.

Evadían las patadas y pisadas

de aquellos que no aguantaban

la ceguera que los afligía,

y se movían  entre los demás

como seres perseguidos.

 

Al verlos los reconocí

como compañía

con que había

pasado los ratos.

Porque a través

de los metales

desde los cuales fue forjada mi alma,

brota un ramillete

de fisuras que amenaza

llegar al borde.

 

Me había encontrado con uno que otro

en mis errancias.

Se pegaban de mi brazo

para trasladarse.

Cuando eso yo aún les creía a mis visiones.

Solo es ahora que camino con una mano extendida

y parezco un ser sagrado

al lucir el plumaje de la cautela.

El olor a gallina mojada

es lo único que queda

de la lluvia que intentó arrastrarme.

Otros buscan el viento

que les dé machetazos.

Solo busco extraerme

de este pantano

en que he caído,

y quizás envolver de gasa

a mis amigos quemados

mientras duermen

en el lodo fresco.

Consumidos en llamas,

sus ojos los han sellado

sus sueños calcinantes.

 

El bosque alrededor

se vuelve frio y rapaz.

Una cerda extrae

las tripas de un ganso

antes de ser devorada

por un león azul.

 

 

 

Tentenelaire

 

Colibrí colibrí,

se enreda en mi pelo,

por mi boca aletea,

acerca su pico.

 

Me besa

y me besa.

Me besa

y me besa.

 

Colibrí colibrí,

quiero tanto apretarte

contra mi pecho,

y entonces despierto...

 

Al dolor, al dolor

que me atraviesa,

que punza el pulmón

de un alma deshecha.

 

Las gotas taladran,

las gotas inundan.

Me ahogo, me asfixio,

y por fin me muero, quizás.

 

Después de un sueño hermoso...quizás.

 

 

 

***

 

 

                                                                                           



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