Revista Latinoamericana de Poesía

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Álvaro Solís



Ritos de viaje

 

Compartimos una selección de poemas del escritor mexicano Álvaro Solís

 

Del agua

 

No sé cuál será mi estado natural

tal vez

el barro.

Ahora,

cuando estamos en el mismo tren

la misma olvidada camisa

será camisa papel

camisa de nada.

 

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¿Qué puede haber tras las paredes?

¿Tras los rostros indecisos

de las sombras

de la tarde

cargada de nombres?

 

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Que todo sea

como las olas lo sembraron.

No sé si soy yo.

Palpo mis pies rozando el empedrado.

Tuvimos que callar

contar hasta el fin

volver.

 

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Materia mía

no estás en mí

sino en el aire

óvalo de vida

razón sin epitafio

baile de sombras que escriben sombras.

 

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Tocar la puerta buscándome,

romper el ruido,

no estar.

Luego,

lo oscuro del olvido

mi cabello

mis manos en lo incierto del barro.

 

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Ya no más.

Todo ha sido sobre las hojas deslumbrantes.

Ven.

No dejes de venir.

 

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Después de un aullido

de fuego de memorias

quién diría que no somos todavía

las luces del azul.

Seremos lo que nos ata

lo que nos dobla

lo que nos deja siempre.

 

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Que vuelva el tiempo,

las hojas que se queden en el amarillo del cielo.

 

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Mi único ritual,

hablar ahora.

Un paso,

una elocuencia lógica

podemos acabar callados

olvidados en la misma recurrencia.

 

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Busco algo de mí

para hilvanar esta tierra,

digo y desdigo mi muerte,

cada momento sospecho mi silencio.

 

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El andar de mi piel

lleva todavía los restos de algún latido,

de alguna hoja muerta.

 

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La sangre quiere añadirse a las horas

al tiempo horadado por rumores

de sombras maquilladas.

La sangre guarda en su lecho

un poco de flores.

Y una voz

repite nuestras voces en un eco remoto

que no habla       

pero afirma el secreto de los días.

 

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No esperaré mi voz

no confundiré mi espacio con las nubes

por ahora,

las palabras llegaron al punto de partida.

 

 

 

Pez de piedra

 

Pez de piedra tres

 

Este es un intento

de caer al fondo de la soledad más pura:

el de no hablar.

 

La forma de los atardeceres me hiere,

me alegra su color tardío

cercano al vientre,

cercano a cada latido que comienza a encenderse

por las calles

extrañas y propias.

 

Sueños remotos me llaman,

esperan.

 

Tendrás tiempo para tomar el té,

vendrá el calor,

vendrá la lluvia,

vendrá el olor a tierra mojada.

 

Tus flores

se duermen

en pequeños sueños

                                    eternos.

 

Los días son como un pañuelo bien planchado

donde las moscas no se atreven.

 

 

Busco algo que ocultan mis manos:

una pequeña pieza de relojería

anterior a nuestros huesos

que ahora sólo existe en el paladar,

como alguna melodía,

como voz providencial.

 

Los musgosos tejados consumen la ventana.

 

Hablas sin repetir los miedos,

sin mencionar las treguas

que nos damos

cuando el río ya no llega,

cuando hay un montón de piedras para jugar,

para imaginar tormentas,

para esperar la hora del té

con trozos de pan

de las manos de un ciego.

 

Es el olor a libros,

(a polvo de antes)

el que ya no está,

el que ha desaparecido para siempre.

 

Amo los geranios,

las piedras,

la luz temprana que guarda los silencios.

 

Después de los rumores:

una hoja muerta,

unos pasos confusos por andar y desandar,

unos fuegos apagados,

una silenciosa partida.

 

Ahora, un miedo remoto cosquillea en mis oídos.

 

Y habrá poesía

para tenernos de nuevo

en el fondo de un jardín amarillo,

jugando al olvido,

a los viajes continuos.

 

Lo días retornan de un lugar intacto,

como frutas dulces que acarician tus ojos.

 

¿Qué será de estos huesos que ignoro,

que no veo,

que son como mi alma?

 

¿Qué será de mi alma que ignoro,

que no veo,

que es como mis huesos?

 

¿Acaso habrá una forma de llegar al agua,

de romper los muros sin estruendo?

 

Huye la palabra como un pájaro asustado,

desaparece,

como desaparecen sus huesecillos misteriosos.

 

 

Álvaro Solís (Villahermosa, México, 1974). Es Licenciado en filosofía y Maestro en Literatura Mexicana y ejerce como profesor de poesía hispanoamericana en la Universidad de Puebla. Ha publicado los poemarios: También soy un fantasma (2003), Solisón (2005), Cantalao (2007), Los días y sus designios (2007), Ríos de la noche oscura (2009), Todos los rumbos el mar (2011), y Diarios del mar (2012), y el poemario infantil Querido Balthus, yo también perdí a mi gato (2007). Es coautor de las antologías La luz que va dando nombre, Veinte años de poesía última en México (2007), El oro ensortijado, poesía viva de México (2009) y La octava más alta de las flautas, seis poetas cubanos (2011). Ha obtenido los siguientes reconocimientos: Premio Tabasco de Poesía José Carlos Becerra, Premio Nacional de Poesía Amado Nervo, Premio Clemencia Isaura de Poesía y el Premio Nacional de Poesía Joven Gutierre de Cetina.



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