Erika Mora: moler el tiempo
Erika Mora: moler el tiempo
La poesía de Erika Mora es un regreso a la tierra, la sencillez, lo originario. En su poesía se encuentra un equilibrio entre la construcción de imágenes y una historia atravesada por el territorio: Vengo de la montaña con el canasto lleno de retazos. Su mirada no es ingenua y nos habla de ese dolor que allí está sembrado en las historias de esos habitantes: …la hierba se ha marchitado y los únicos que cantamos somos nosotros para los muertos.
Es importante el esfuerzo consciente que realiza para revalorizar el trabajo y el rol de la mujer en su comunidad: Las mujeres de mi aldea amasan el viento con sus manos y lo reparten al desayuno.
La contemplación poética es una facultad que se lee en los poemas de Erika y que la han llevado a construir poemas de gran tono y contundencia en el panorama de la poesía colombiana.
Carboneras
Las mujeres de mi aldea
amasan el viento
con sus manos
y lo reparten al desayuno,
danzan por los pastales
donde las serpientes
no se atreven a cruzar,
ordeñan las vacas
de madrugada,
cavan la tierra,
siembran la yuca,
tejen los cocos
a las palmeras
y vuelven para el almuerzo.
Lavan las nubes
secándolas en el tendedero
y ciernen la harina
sobre montañas
para dormir la noche.
Detalles mínimos
Es costumbre de algunos
contar los charcos
que dejó la lluvia
para elegir los agujeros
de sus botas,
saber
cuántos dientes
tiene el perro
y medir su mordida,
contar los pasos
de la cama al baño
cuándo se evapora la luz.
Es costumbre lanzar
una piedra al río
antes de cruzar,
mirar en todas direcciones
al recolectar los mangos
y dormir con un crucifijo
sobre el pecho
por si la muerte los visita.
Murciélago
Cuando las hojas
de los árboles
reposan sobre sus ramas
y la luz de las farolas
se vuelve intermitente,
desciende el murciélago,
da dos o tres vueltas,
se detiene en el zarzal
y práctica su mordida.
Al amanecer don José
prepara su plasma
de hierbas,
cuelga un hilo rojo
a su ganado.
Espera la noche,
vigila por la ventana,
cierra los ojos
y dispara.
Como si fuese el Edén
Abuela salía
a mercar cada mañana
al jardín,
tomaba el azadón,
movía la tierra,
desenterraba la yuca.
Luego cortaba las hojas del durazno,
trillaba los pastales
hasta encontrar el toronjil,
levantaba las gallinas de sus nidos
y tomaba los huevos.
Llevaba un escalón
bajo el brazo
para alcanzar las peras
más altas del árbol.
Y un hacha
en la mano
para quebrar el roble;
prendía la estufa
y llenaba la casa de humo.
Cerco de piedra
Tras el cerco de piedra
una madre llora
a la tierra
mientras sus hijos
bailan al son
de los grilletes
que suben al monte
Tras el cerco de piedra
una abuela teje un calcetín
con su propio cabello
para ese niño
que solo vive
en sus plegarias
Tras el cerco de piedra
un padre ronda
las camas vacías
y cena solo en una mesa
de cuatro puestos
Tras el cerco de piedra
se cuece el dolor
en las cenizas
de quienes no tuvieron tumba
pero sí un epitafio
Erika Mora (Choachí, Cundinamarca, 1997) Cursó sus estudios básicos en el Colegio Departamental de la Vereda El Hato. Es profesional en gastronomía del Instituto Superior Mariano Moreno. Participó de los talleres: Distrital de Poesía Ciudad de Bogotá (2019 y 2023) y Local de Mártires (2018) organizados por el Instituto Distrital de las Artes (IDARTES), así como del Taller Virtual de la Red de Escritura Creativa Relata (2019). Ganadora de la Beca del Ministerio de Cultura para publicación de obras de autoras de los grupos étnicos y población de interés, categoría: mujeres campesinas (2020). Fue incluida en las antologías Bogotá cuenta: una ciudad entre líneas (2019) y Cero en Vano (2023). Detalles mínimos (La Raíz Invertida Editorial, Bogotá, 2021) es su primer poemario.