Revista Latinoemerica de Poesía

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Harold Alva



Presentamos una selección de poemas de Harold Alva. (Piura, Perú, abril de 1978). Escritor, promotor cultural y analista político. Estudió Derecho y Ciencias Políticas. Dirige el Festival Internacional Primavera Poética, Estación Central Producciones y Editorial Summa. Fue conductor y productor de programas de radio y televisión, director de la Cámara Peruana del Libro, fundador del suplemento ContraPoder del Diario Expreso, autor de 30 libros (poesía, novela, cuento, ensayo). Su poemario “Lima” fue publicado en un tiraje de diez mil ejemplares por la Municipalidad de Lima (2020); antólogo de “La Primera Línea: Poesía Iberoamericana” (Ministerio de Cultura, 2021). En octubre del 2021, el Ayuntamiento de Salamanca, le entregó el título de Huésped Distinguido. Ha participado en festivales de poesía y ferias de libros en Nueva York (Estados Unidos), Bogotá, Pereira (Colombia), Machala, Guayaquil (Ecuador), Santiago, Concepción, Temuco, Valdivia (Chile),  Buenos Aires (Argentina), León, Salamanca, Granada (España) y Óbidos (Portugal). En julio del 2022 publicó “Tocado por la lluvia”, su más reciente libro de poemas.

 

 

 

De “Tocado por la lluvia”

 

 

 

 

DECLARACIÓN

 

Tengo un poema para ti

En los árboles

Que te esperan conmigo.

 

Una canción

En el tallo de los cipreses.

 

Tengo una bitácora

Para escribir tu corazón.

 

Un bosque para tu alegría.

 

 

 

UN RAYO

EN LA BAHÍA

 

Un rayo se clavó en mi corazón

A la hora cuando el sol caía

Como una naranja en el Pacífico,

Sobre la soledad de un gato

Buscándote

En las bancas del Kennedy,

En el malecón Harris,

En las estatuas

Que observan con asombro

La caída de Lima,

Su estallido de mundos

Arrojándose al precipicio, 

A la vía expresa

Donde aprendí a escribir estos poemas.

 

Un rayo penetró mi ciudad

Con la música de la montaña,

Con su rumor silvestre,

Con su bosque de palmeras

Trepándose en tu voz,

En tus dedos largos,

En la sombra que he perdido en las ventanas,

En mi cabeza de campo de batalla,

De tren,

De recital de inéditas metáforas,

En tu cervical de garza

Inclinándose a los sauces de la madrugada.

 

Un rayo encendió mi voluntad

Por cazar imágenes,

Por liberarlas en los parques

Bajo la atenta mirada

De transeúntes y fantasmas,

De un flash back sucediéndose

Con la misma velocidad

De un proscrito cantándole a su libertad,

Rasgándole la piel,

Escupiéndola

Como quien traza un mapa

Dónde plantar su fe:

Su vocación por hacer de tu olor

Un apunte para sobrevivirla.

 

 

 

 

TÚ ERES LA MUJER

QUE YO ESCRIBÍA

 

Tú eres la mujer que yo escribía,

El bosque al centro de la ciudad

Al que asistía con los ojos cerrados

Para tocar tu cuello,

Tu boca en la textura de los helechos,

Mi voz afirmándote

Con el crujir de la hojarasca

Y la poesía observándonos

Desde una vieja banca

Al cuidado del pájaro

Que sitia nuestros pasos,

Su vuelo de relámpago,

Su sombra extendiéndose

En el horizonte

Como quien aletea para acercarnos.

 

Tú eres la mujer que yo escribía,

Lo sabe Lima que aprendió a leerte,

El mar que pregunta por ti;

Lo sabe mi oscuridad,

La vieja hechicera que no pudo contigo,

Que reaccionó tarde

A tu abrazo de redención

Y de luciérnaga.

 

 

 

 

YO ESQUIVABA ESTE POEMA

 

Este es el poema del que hui durante décadas,

En sus verbos un león detiene sus fauces,

Sabe que no gana nada si lo ataca,

Por eso lo rodea como quien le increpa

Por el filo de sus adverbios,

Por las púas de sus imágenes

Que caen con la prepotencia de una serpiente

Que lo muerde por dentro,

Yo esquivaba este poema: cerraba las puertas

Para que no tenga opción con sus recursos,

Por eso aprendí

A consumirme en las metáforas,

En las antítesis de la tarde

Cuando el agua

Duplicaba las imperfecciones de mi calle:

Fui el más puntual de sus escapistas,

El lobo que con sus garras

Era capaz de quebrar la belleza de un Narciso

Preguntándose en la fábula

Si sus dientes eran más perfectos y brutales

Que la convicción de un símil

O de una hipérbole que empaña

Las ventanas de una casa;

El alarido de quien sabe que ha perdido

El músculo de sus palabras,

La fibra de su rabia,

El relincho de aquellos caballos

Que galopan en la carretera

Sin la prepotencia de sus escuadras;

Yo me escondí durante años de este poema,

Lo sabe el malecón a donde iba a refugiarme,

La Saénz Peña y el silencio de su alameda,

La banca frente al Neptuno

Sobre la que reinterpretaba esta barbarie,

Este nudo que no sé cómo desatar

Ahora que el ángel más bello de la masacre

Me dicta los mensajes,

Las cartas de navegación,

El ministerio de otras capitulaciones,

De otro coso dónde destajar

El pellejo de otras bestias;

Lo sabe también el cuervo de mi niñez,

Su aleteo que vislumbra los charcos

Y las piedras donde aullaban

Los zorros de la ausencia.

 

Yo escribía huyendo de este poema,

Aprendí a sobrevivir la muerte de mi padre

Escupiéndole a la teología,

Al mito de sus libros,

Al misterio de la fundación de estas ciudades,

Vagué lustros derrotado por la tiniebla

Hasta que un día se abrió frente a mis cauces

Una flor amarilla,

Un girasol hablándome

Con su lenguaje solar,

Con esa música sacra

Que me devolvió a la luz y sus fantasmas;

Yo ensayé para huir de este poema,

Aprendí a convivir con la desolación

Reinventándome,

Picoteándome las plumas como un águila

En la montaña más insólita,

Debía blindar al animal que represento,

Debía blindar mis manos y sus nervios,

Lo esquivé porque una historia

Es escribir un poema sin padre

Y otra historia

Es escribir un poema sin padre y sin madre,

Sin sus ojos inundándome de parques,

Sin sus ojos abiertos poblándome de parques;

Ahora, sin raíces,

El tiempo es un orco que amenaza,

Un Polifemo que busca ciego

Dónde fundar su Ítaca;

Este es el poema del que hui durante décadas,

En sus verbos un león continúa al acecho

De la primera manzana,

De aquel soplo brutal

Que transformó mis hábitos de caza,

En su boca arde un incendio forestal,

Quiero detenerlo o abrazarlo,

No puedo:

Yo soy el hombre negado por la lluvia,

El trago impar de la madrugada,

Las últimas arcadas.

 

 

 

NOCTURNO

 

Cuido de no hablarle

A esta ciudad de tus paisajes,

Sería un despropósito

Describir árboles enormes

En una calle asediada por el frío,

Por la soledad de los parques

Que me escriben en sus bancas

El nombre inaudito

De duendes y fantasmas;

Por eso amarro mi lengua

En las vigas de esta casa,

La dejo allí: observando

Cómo voy aniquilándome,

Es decir, escribiéndome

Con la voluntad de un poema

Sin nada que lo exponga;

Me preocupo de no describir

La ausencia de tus verbos,

Sería ingenuo poblar esta noche

Con la crueldad de los silencios,

Pinto entonces

Una habitación negada para el vacío,

Una habitación sin ventanas,

Una habitación iluminada por el miedo,

Una habitación conmigo adentro

Y me aseguro de cerrarla,

De no decirle a nadie

Dónde escribí las llaves.

 

 

 

 

ESCENA DE CASA

 

En esta imagen

La realidad se impone sobre la casa,

La luna tiene el color de una canción,

El cielo en sus grises la nostalgia;

Hay un gato observándote de lejos,

Sabe que si se acerca, llueve,

La imaginación lo viste de cigarra:

Por eso escribe,

Por eso salta,

Por eso lee en voz alta tus palabras.

 

Al otro lado de la escena,

La poesía me abraza;

A mí, sin embargo,

Solo me importa una visión,

Un ángel sitiando mi voluntad,

La neblina:

Tus reflexiones en torno

A la filosofía de las pausas,

La luna, de nuevo;

Tú, comiéndote las uñas,

Esperándome en la sala.

 

 

 

 

NEBLINA

 

Escribes

Y la primera serpiente

Salta sobre tus palabras.

 

La noche acaba en Lima.

 

El agua tiene

Propiedades curativas,

Tu nombre,

Por ejemplo,

Y la mañana que dibuja

Un corazón en la neblina.



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