Revista Latinoemerica de Poesía

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Ana María Molina



Presentamos un conjunto de poemas de Ana María Molina. Es una poeta y actriz de teatro nacida en Medellín (Colombia) en 1992. Ha trabajado como editora en organizaciones sociales y culturales, así como de manera independiente. Ha sido promotora, gestora cultural y docente de Español y Filosofía en instituciones educativas y espacios comunitarios. Es profesional en Filosofía y Letras (Universidad Pontificia Bolivariana) y Magíster en Estudios Culturales (Pontificia Universidad Javeriana). Actualmente se encuentra becada para comenzar su doctorado en Literatura con énfasis en Escrituras Creativas en la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos).

 

 

 

Murmuraciones

 

Que son como ríos, que no se permiten mutilarse unas a otras, o tal vez se marchiten solo al olvido de las miradas.

Que son la condena o la victoria y elaboran realidades tan grandes como nuestro espíritu.

Que somos nosotros, vagando sobre la nostalgia y la tranquilidad que se desvanece con las canciones y los recuerdos íntimos sobrecargados de intermitencia.

Tan enormes y sutiles, tan fervientes y tenaces, como luces que reviven o matan, como temblores de placer o angustia, como esperanzas que intercambian sentidos; como cuerpos, como almas; como fantasmas del todo y la nada.              

Vibrantes, reinas, embusteras, mendigas y a veces peonas,

 

las palabras.

 

 

 

Parajes

 

Bebo el ambil de la palabra parajes enunciando mis pasos desde hace meses,

regalándome mi propio tiempo antes de que la carne se confunda con la tierra.

 

Bebo el ambil de la palabra.

Me como un chocolate: el sabor amargo de la sonrisa en el rostro, de los recuerdos que se aferran a la memoria como a pequeñas rocas de precipicio.

Hay polvo. Se des-barajan.

 

Escribo haber si algo queda, antes de que las palabras ya no digan.

Antes de que el rocío se convierta en sudor.

 

Bebo el ambil de la palabra parajes. Me pierdo en ellos por última vez y susurro el nombre de mi madre perdida. 

 

 

 

El tiempo de Domingo

 

Domingo nos mira burlón mientras nos mordemos los labios. Pasivo, silencioso, aturde nuestros nervios mostrándonos la lista interminable de la semana. Juega a recordar sobre los hombros, a encubrir nostalgia con tareas pendientes.          

De Domingo, los niños son aliados −hasta la noche, cuando se dan cuenta que al otro día tienen que ir al colegio−, y a veces nosotros también −cuando nos olvidamos de su nombre−. Pero de mi padre aprendí a sospechar de Domingo en la ciudad, de la quietud de la gran urbe que parece ficticia, que contrasta con la transparencia de Domingo en el campo.

El tiempo de Domingo, más bien el tiempo que nos obliga a vivir en él, se agota en un discurrir aletargado.

Largo aunque no suficiente, ese tiempo avanza mortalmente hacia Lunes, donde al menos la espera se disipa.

 

 

 

Matorral

 

Raíz,

Ramas,

Ebulliciones del tiempo

Olvidos tardíos entre partos ajenos,

Creaciones alucinantes después de la marea.

 

¡Ay!

 

Altos cardúmenes, nubes de plomo fatigando la cabeza,

Espirales repetitivas de un diario inacabado.

 

Raíz,

Ramas

Ebulliciones del tiempo.

Memorias inacabadas del olvido del cuerpo.

 

Montañas de vida, fuegos internos, monólogos sin butacas del olvido del tiempo.

 

 

 

La casa y el sillón

 

Dejé la casa y el sillón, como diría Silvio.

 

La ventana amplia en el enramado,

            La bicicleta roja de sillín roído.

 

Dejé mi soledad sostenida en las paredes, fotografías pegadas con crema dental.

 

A mis plantas, consentidas y purgadas las dejé.

 

Los diarios se mudaron a las cajas y se asomaron en mí otros ventanales,

 

otros pedales,

            otras palabras dibujó mi lengua.

 

La casa quedó vacía,

   Las plantas sin purgar,

            Los pedales atrofiados.

 

Dejé la casa y el sillón como diría Silvio.

 

Alguien mira las paredes, imaginando quién habrá dejado en ellas crema dental.



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