Revista Latinoemerica de Poesía

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Poemas de Isbel Hernández



 

VIA CRUCIS

Tel Aviv, nunca te he visto,
No presumo.
Ni del jugo de granada.
Ni del fresco perejil.
De nada presumiría…
Ahora te veo.
¡Tel Aviv ¡
No puedo soportar tus brazos toscos.
El pasado sobre mi piel.
como gaza en la franja de Gaza.
Los rabinos creen que me seducen.
Creen en el Shabat insólito.
Creen en lo que no creo.
Veo muertos reales,
barcas de pescadores.
Hundidas.
Como yo hundida.
Nací de un pequeño vientre que no me forma.
Destruyo lo predecible.
Las ciudades tranquilas donde
mis nietos crecen con ojos precisos y terribles.
Destruyo lo que pensamos de la decepción.
Del café.
De lo que nos queda.
¡Tel Aviv¡
contigo muero
continuamente sin drogas,
de ti me alimento.
Ahora te veo
en los panes sin levadura
untados de sangre.
En el perdón del Rav
que nunca me perdonaría.
Ahora te veo en la mujer que soy
y en la mujer que amo a toda costa.
En los grandes hombres hijos de los grandes hombres.
En el Hesped.
¡Tel Aviv!
¡Tel aviv!
Ahora te veo.

 

HABOOB

El niño de pecho
no siente el rigor del Haboob.
Le son suficientes sus pañales,
La madre tartamuda
lo mece con suavidad.
El niño ignora la peor versión
del desierto.
Se queda allí, en brazos de su madre
postrada como esfinge
ante dioses olvidados
en algún sitio de Smara.
Con esperanza de una cierta
maternidad imperdonable,
¡es cierto ¡
el mundo engulle rocas
las amamanta.
Pequeñas partículas de mundo
hay en el desierto
y lo amamantan.
Todo el que busca
en la frialdad imberbe de la roca,
llega al sitio de su ambición,
demasiados niños
quedan bajo las jaimas
preguntándose el cómo de la vida.
La madre de este
ni siquiera le teme al Haboob.

 

 

BAJO LA YAGRUMA

A Samuel Luis Muñiz, joven gay asesinado en España en 2021.

Ha muerto Samuel.
Mataron a un niño que jugaba a solas Ginsberg,
con su aullido.
Desconocer a su generación
hubiese sido un milagro, no una tragedia.
Bajo una lluvia de palos secos
venimos de hacer nada,
de caminar en círculos bajo la sombra de sombras.
¡Bajo la Yagruma, árbol que perdura,
soles que se duermen después de la perforada
(vida nova)!
nos llega la noticia de que molieron sus partes,
lo volaron sobre el aire
como si las vacas lo mirasen con codicia
desde un silencio mortal.
Por eso escribo sin miedo
¡que España se quita sus pantalones,
se los quita en plena oscuridad
para ver sus miembros con una lupa!
para ver qué sexo uno tiene,
si uno es hombre o es mujer.
Yo también tengo genitales,
un pedazo de carne enrojecida
por el deseo de las vacas
que matan a los toros allá en la plaza Vía de La Plata,
la plaza mayor, la plaza donde mueren
los toros más débiles.
Somos la sobra de alguna remesa…
También a mi molerán a palos,
tendrán que ver mi rostro,
una pierna cortada, un ojo con úlcera,
y escribirán mi único nombre: Isbel,
no importa si Samuel.
A sabiendas de que Ginsberg leyó sus poemas en la cárcel,
tras barrotes, su aullido limpia tanto aire a mis pulmones,
tanto aire.
Sé que también llegará mi hora,
como llegó su hora en cuatro paredes a la intemperie.
A todos nos persiguen dentro de una cárcel,
se adentran en las medallas de plata
que cuelgan de nuestros pechos,
en el óxido de las cadenas que nos amparan,
en el humo que fumamos en las prisiones de todos.
Nos deben toda una gloria de palos,
matan al que sabe ponerse en pie ya adormecido.
¡Yo no me hago esperar, la hora llegó!
Lorca y sus hermanos, Ginsberg y su aullido
saldremos de la cárcel,
como Samuel iremos al bosque,
hacia la Yagruma.
Alguien descansa en paz bajo la sombra.

 


POEMA SOBRE LAS BURKAS (Nadia Anjuman)

Voy a ponerme una burka con tus manos.
¡Abrázame, abrázame, no te detengas,
tengo miedo, tengo frio, tengo sed!
Soy tu compañera de ojos grandes,
el fantasma que viste hace una hora
y que está algo desnudo.
Libera la piedra y el país que desnudaste
mientras me besabas.
Voy a ponerme una burka con tus manos,
ellas me rodean con hilos de verdad.
Veo a los hombres temerle a ese misterio,
temerle a sus gargantas, a sus huesos, a su voz,
a sus dioses enfermos de poder.
Dioses que matan
porque ya no se quieren a sí mismos,
porque ya no pueden levantar sus odios.
Todos quieren descubrir las armas de fuego
que mejor prevalecen,
¿pero qué saben de sus manos?
¿de la calma bajo el cadáver que sueña?
¿del beso trajinado que arriba por sus hilos inocentes de ti?
¡Dame tu fuerza y te daré mi esperanza!
miremos al desierto, al niño, al anciano,
la arena sopla y debajo de una burka
todos somos iguales.
El sol nos quema de manera horizontal,
todo arde al mismo tiempo,
las burkas no pueden repetirse,
atrapar mi dedo inmóvil y amputado.
Para ti, no soy la misma,
las burkas imponen gritos de fe,
gritos de libertad.
¡Yo sólo quiero rodearme de ti,
hombre bueno que cantas,
hombre bueno que trabajas por el pan!
Quiero rodearme de tu fe y de tus manos.
Arrancarle vivo el corazón a las ideas
que nos matan, que nos hieren.
El talibán no alzará sus armas.
¿Acaso reirá una mujer sin romance?
¿Un hombre sin argumento?
Sea en Kabul o más allá,
la tierra no es una burka,
son los sueños, eres tú, son tus manos
las señales sobre ángulos
donde se abren alas profundas.
¡Ven, cena conmigo
que no pienso como tú y duermo junto a ti!
Soy un golpe devastador,
un sonar de huesos calumniados
por la sangre y la ternura.

 

ISBEL HERNÁNDEZ. Licenciada en Comunicación Social. Poeta. Miembro de la AHS de Villa Clara, en Cuba. Obtuvo la Beca Nacional de Creación Literaria en 2211, Sigifredo Álvarez Conesa, en el género (Poesía). Publicó en 2015 su primer poemario: Luz, deleite cometido. Pertenece al grupo literario femenino: Discurso de Eva. Miembro fundador del taller de poesía, La estrella en germen, dirigido por el reconocido poeta Sergio García Zamora.



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