Revista Latinoemerica de Poesía

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Mil novecientos treinta y ocho - Charles Simic



 

Nota y selección de Alejandro Cortés González

 

Conocedor del enigma vibrante que dejan las imágenes encontradas, Charles Simic toma lo cotidiano desde una luz renovada, de tal forma que cada poema —cada libro—, plantea una apuesta estética distinta pero armoniosa, donde la guerra y la orfandad producen un discurso cercano, un lenguaje sin pretensión retoricista, una ironía habitual donde pasan vestigios del mundo, una patria para un poeta norteamericano nacido en la antigua Yugoslavia, que en sus búsquedas nunca ha dejado de migrar.

 

Traduccines de Nieves García Prados

 

De Desarmando el silencio (1971)

 

Mil años de soledad

Al anochecer

Cuando deja de nevar

Nuestras casas se levantan

Muy por encima de la tierra

En el silencioso espacio

Al que ni el ladrido de un perro

Ni el grito de un pájaro, llegan.

 

Somos como los antiguos marineros:

Nuestros cuerpos son el océano

Y el silencio es el bote

Que Dios nos ha dado

Para nuestro largo y desconocido viaje.

 

 

De Regreso a un lugar iluminado por un vaso de leche (1974)

 

Lengua materna

 

Vendida por un carnicero

Envuelta en un periódico

Viaja en la bolsa

De la viuda encorvada

Junto a algunas cebollas y patatas.

 

Hacia una casa oscura

Donde un gato

Saltará de la estufa

Ronroneando

A su llegada.

 

 

De Blues interminable (1986)

 

Departamento de Monumentos públicos

 

Si la Libertad y la Justicia

Pueden ponerse en un pedestal,

¿Por qué no la Historia?

 

Podría ser esa mujer gorda

Vestida con batas desteñidas

Fuera de su caravana

En una carretera embarrada que va

hacia un lugar llamado Pittsfield

o Babylon.

 

Ella dibuja un círculo mágico

Para que no se escapen los pollos,

Y se va cojeando hasta la cocina

a por el cuchillo y la olla.

 

Hoy ha vuelto cargada

Con un saco de maíz amarillo.

Puedes oír cacarear a las gallinas,

Los perros hacen sonar sus cadenas.

 

 

De El mundo no se acaba (1990)

 

*

 

Todo es predecible. Todo ha sido previsto. Lo que estaba destinado no se puede evitar. Incluso esta patata cocida. Este tenedor. Este pedazo de pan negro. Incluso este pensamiento…

 

Mi abuela, que barre la acera, lo sabe. Dice que no hay dios, sólo un ojo aquí y allá que ve con claridad. Los vecinos están demasiado ocupados viendo la televisión como para quemarla por bruja.

 

 

De Hotel Insomnia (1992)

 

Guerra

 

El dedo tembloroso de una mujer

Recorre la lista de víctimas

La noche de la primera nevada.

 

La casa está fría y la lista es larga.

 

Todos nuestros nombres están incluidos.

 

 

Hotel Insomnia

 

Me gustaba mi cuartucho,

Su ventana frente al muro de ladrillo.

En la habitación contigua había un piano.

Algunas noches al mes

Un viejo tullido venía a tocar

«My Blue Heaven».

 

Aunque la mayor parte del tiempo estaba tranquilo.

Cada cuarto tenía una araña bien abrigada

Cazando moscas en su telaraña

de ensueños y humo de cigarrillos.

Era tan oscuro,

Que no podía verme la cara en el espejo al afeitarme.

 

A las 5 de la madrugada se escuchaban unos pies descalzos arriba.

Era la “gitana” adivinadora

que tenía una tienda en la esquina,

Y que iba a orinar después de una noche de amor.

También, una vez, escuché el sollozo de un niño.

Tan cerca, que llegué a pensar,

Por un momento, que era yo quien sollozaba.

 

 

De Una boda en el infierno (1994)

 

Motel Paraíso

 

Había millones de muertos; todos eran inocentes.

Me quedé en mi habitación. El Presidente

habló de la guerra como de una mágica poción de amor.

Mis ojos se abrieron asombrados.

En el espejo mi rostro

parecía un sello de correos ya usado.

 

Vivía bien, pero la vida era espantosa.

Había tantos soldados aquel día,

Miles de refugiados atestaban los caminos.

Naturalmente todos desaparecieron

En un abrir y cerrar de ojos.

La historia lamía la comisura de su boca sangrienta.

 

En los canales de la televisión por cable, un hombre y una mujer

Se comían a besos y se arrancaban la ropa,

Mientras yo los miraba

Con la televisión en silencio y el cuarto a oscuras

Salvo por la pantalla en la que el color

Se volvía demasiado rojo, demasiado rosado.

 

 

De Paseando al gato negro (1996)

 

Lo que los gitanos le dijeron a mi abuela

 

Guerra, enfermedad y hambruna harán de ti

           nieta favorita.

Serás como una persona ciega que mira una película muda.

Cortarás cebollas y trozos de tu corazón

           en la misma sartén.

Tus hijos dormirán en una maleta atada con una cuerda.

Tu marido besará tus pechos cada noche

           como si fueran dos lápidas.

 

Los cuervos ya se acicalan

           para ti y para tu gente.

Tu hijo mayor se acostará con moscas en los labios

           sin sonreír ni mover un dedo.

Envidiarás a cada hormiga que encuentres en tu vida

           y hasta cada maleza del camino.

Tu cuerpo y tu alma se sentarán en peldaños diferentes

           mascando el mismo trozo de chicle.

 

Muñeca, ¿estás en venta?, te dirá el diablo.

El sepulturero comprará un juguete a tu nieto.

Tu mente será un avispero aun en tu lecho de muerte.

Le rogarás a Dios pero Dios colgará

el cartel de no molesten.

No preguntes más, es todo lo que sé.

 

 

De Picnic nocturno (2001)

 

Perro encadenado

 

Así es como va a ser,

una tarde gris con olor a nieve.

Dando vueltas al roble

¿Cuánto crees que vas a tardar

En quedarte enredado?

Tu mala suerte fue ser cariñoso

Con gente que prefiere un nuevo sofá

Que a ti.

 

Fred, pobre chucho, la noche

Llega. Los niños que jugaban

Al otro lado de la calle tuvieron frío

Y volvieron a casa. Mira el humo

Salir de las chimeneas

Al cielo nublado, mientras puedas.

Pronto, ahí sentado, nadie podrá verte.

Tendrás que ladrar

Aunque no haya luna. Ladrar y gruñir

Para no sentirte tan solo.

 

 

De Mi séquito silencioso (2005)

 

Al destino

 

Para mí siempre fuiste más real que Dios.

Preparando el decorado para una tragedia,

Golpeando los clavos

Con sólo unos pocos amigos cercanos como invitados.

 

Sólo por resultar amable, dejaste coja a una joven hermosa,

Y atropellaste a un niño con una motocicleta.

Puedo pensar en un millón de ejemplos parecidos.

De nuevo: ¿Cómo es que nos seguimos encontrando?

 

Una máquina que adivina el futuro en Chinatown

Quizás tenga la respuesta,

Una vieja puerta que cruje en una película de terror,

Una baraja de cartas que dejé en una playa.

 

Puedo sentirte cuando te acercas a mí en las noches,

Con tu respiración caliente, tus manos frías—

Y yo que ahora soy como un piano viejo

Colgando de una cuerda al otro lado de la ventana.

 

 

Descripción de una cosa perdida

 

Nunca tuvo un nombre,

Tampoco recuerdo cómo lo encontré.

Lo llevaba en mi bolsillo

Como un botón perdido

Pese a que no era un botón.

 

Películas de horror,

Cafeterías nocturnas,

Bares oscuros,

Y salas de billar,

En calles brillantes por la lluvia.

 

Tuvo una tranquila y corriente existencia,

Como sombra en un sueño,

Un ángel en un alfiler,

Y después desapareció.

Pasaron los años con sus hileras

 

De estaciones sin nombre.

Hasta que alguien me dijo “es aquí”

Y yo que era tonto

Me bajé en un andén vacío

Sin ninguna ciudad a la vista.

 

 

De Un pequeño algo (2008)

 

En la chatarrería

 

Hay una pequeña cesta de mimbre

llena de medallas

De viejas guerras

Que nadie recuerda.

 

Le di la vuelta a una

Para sentir el alfiler

Que una vez atravesó

El orgulloso pecho del héroe.

 

 

Un pequeño algo

Para Li-Young lee

 

La probabilidad de encontrarlo es mínima.

Como si te abordara una mujer

Pidiendo ayuda

Para encontrar una perla

Que perdió aquí mismo en la calle.

 

Ella podría estar inventándoselo todo,

Incluso sus lágrimas, te dices,

Mientras buscas bajo tus pies,

Pensando, ni en un millón de años…

 

En una de esas tardes de verano

En las que se necesita una buena excusa

Para salir de una sombra fresca.

Mientras tanto, ¿Qué fue de ella?

 

¿Y por qué, años después, todavía,

Una y otra vez, miras al suelo

Mientras corres a una cita

A la que sabes que vas a llegar tarde?

 

 

De Señor de las máscaras (2010)

 

Señor de las máscaras

 

Seguro que anda entre nosotros sin ser reconocido:

Algún barbero, cajero, mensajero,

Farmacéutico, peluquero, culturista,

Bailarín exótico, joyero, paseador de perros,

El mendigo ciego cantando, Oh, Señor, acuérdate de mí,

 

Un decorador de ventanas enciende un falso fuego

En una falsa chimenea mientras la madre y el padre observan

Desde el sofá con sus sonrisas congeladas

Mientras la calle se queda vacía y llega la hora

De que el sepulturero y el último camarero se vayan a casa.

 

Oh, viejo vagabundo, de pie en un portal

Con tu cara medio cubierta,

Yo no ignoraría el gato negro que cruza la calle,

Ni a la bombilla moviéndose en un cable

En el túnel del Metro mientras el tren llega a la estación.

 

 

Mil novecientos treinta y ocho

 

Fue el año en que los Nazis invadieron Viena,

Superman debutó en Action Comics.

Stalin mataba a sus camaradas revolucionarios,

Abrieron la primera Dairy Queen en Kakakee, III,

Mientras en la cuna yo me orinaba en los pañales.

 

“Seguro que fuiste un precioso bebé”, cantaba Bing Crosby.

Un piloto a quien los periódicos llamaron “El despistado Corrigan”

Despegó de Nueva York hacia California

Y aterrizó en Irlanda, mientras yo veía a mi madre

Sacarse el pecho de su bata azul y acercarse a mí.

 

En septiembre hubo un huracán que hizo que un teatro

En Westhampton Beach acabara en el mar.

La gente temía que fuera el fin del mundo.

Un pez que se creía extinguido desde hace más de setenta millones de años

Apareció en una red en la costa de Sudáfrica.

 

Yo estaba tumbado en mi cuna mientras los días eran cada vez más cortos y fríos,

Y la primera gran nevada cayó de noche

Silenciando las cosas en mi habitación.

Pienso que entonces me oí llorar por mucho, mucho tiempo.

 

 

 

CHARLES SIMIC

 

Charles Simic es un poeta, ensayista y traductor nacido en Belgrado en 1938. Emigró en 1954 a Estados Unidos, donde reside desde entonces. Ha publicado más de veinte libros de poemas y traducciones de poetas de Europa Oriental como Izet Sarajlić. Es heredero directo la tradición poética de Vasko Popa y sus poemas se caracterizan por tener una gran carga irónica en la que se sirve de imágenes cotidianas para aludir a los principales traumas del mundo contemporáneo y criticar las sociedades totalitarias. Ha sido galardonado con el Premio Pulitzer de Poesía en 1990, la Beca al genio de la Fundación MacArthur, el Griffin International Poetry Prize y el Wallace Stevens Award. Fue nombrado el decimoquinto Poeta Laureado por la librería del congreso de EE.UU. en 2007.

 

En la actualidad es profesor en la Universidad de New Hampshire y escribe en The New York Review of Books. En 2010 Vaso Roto Ediciones publicó sus memorias, Una mosca en la sopa, libro al que siguieron los poemarios El mundo no se acaba (2013), Mi séquito silencioso (2014), El lunático (2017) o Acércate y escucha (2020), así como su obra en prosa La vida de las imágenes (2018). También la editorial Valparaíso ha publicado varias antologías de su obra como Poesía (1962-2020), así como los libros de poemas El señor de las máscaras (2018), Picnic nocturno (2018), una recopilación de sus artículos en el libro Días cortos y largas noches (2017) y la antología Mil novecientos treinta y ocho (Valparaíso Ediciones, 2014).

 

Biografía tomada de zendalibros.com

 



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