Revista Latinoemerica de Poesía

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Poema del Viernes # 177



 

PARTITURA FINAL

De todo lo que se derrumba sólo tú has sobrevivido; vieja
religión de los pobres, y en los ríos de las galaxias y de las
constelaciones yo leo tus salmos y entono los mantras.
Más límpido es entonces el viento barriendo los espacios.
Yo te saludo también en los vientos.
Te saludo en todo lo que vive y mi amor conmigo, en todo
lo que persiste. Las capitales se forman volando igual que
anillos en lo alto y el resplandor de la Pasión ilumina sus
ingrávidos edificios. Yo rezo contigo en las ciudades y en
los edificios, y en la oración del universo que se desfonda
tu voz es la mía y el canto.
Allí está la mañana y yo saludo en ti a los mártires y a los
iluminados, a todas nuestras muertes y derrotas, a la
última plegaria antes del martirio. Igual que los cielos
estelados nuestras patrias se expanden, y como todo lo
que existe fue más fuerte que el exterminio y el abandono,
yo saludo en los campos de exterminio la sobrevivencia
de nuestro amor y tu creencia.
Te amo y eso es una forma, una encamación de mi vida.
El cosmos esplende dibujando nuestros caídos y en el
fulgor del sacrificio, cada cuerpo roto es la reencarnación
y el mundo nuevo. Contigo celebro entonces todo el mal
que nos hicieron, por ti yo entré cantando en la tortura y el
vuelo de mi amor naciendo bendijo los suplicios. Las
multitudes se arremolinan y es como una capilla la
bóveda del firmamento, pero en una larga tierra lejana,
recortada
de cordilleras y glaciares, saludo a los que nos torturaron
y santifico en ti la reencarnación diaria de mi vida...
...la era nueva, el resplandor de los pastos en que miramos
nuestro sueño, el inaudibles hilo de voz que fue creciendo
en el diluvio, la fe sostenida contra el fuego. Las grandes
ideas se han quebrado y las constituciones y los poderes
ya no existen; pero como la muerte es un parto de la vida
yo
leo en los torrentes la permanencia y en las piedras los
fundamentos de nuestro encuentro. Allí están las piedras
y tu amor. Todo mi sueño se levanta sobre tus piedras y te
ama.
Toda mi sed te ama, todo el hambre, todo el júbilo de mi
corazón. Como un pueblo aborigen adopto tus emblemas
y reverencio a los padres de tu patria, a cada una de tus
heridas y de tus apóstatas, y sobre las playas y en los
desiertos, sobre lo que pervive en el país sudamericano,
en los espejismos humanos y en las utopías, yo me apego
a tu nombre verdadero y escucho tu voz entre las palabras
de las bienaventuranzas.
Escuchen entonces el soplo de este canto. Los países
sobrevuelan el horizonte y los chorros de la luz, del
océano y los témpanos hablan suspendidos en el mar azul
de estos cielos. Es mi vuelo y mi amor. Expandida como
de todas las estrellas la cruz se levanta y es el grito, los
vientos, todo lo que lloramos, el consuelo que nos
extiende sus brazos como dos olas abriéndose. Dame
entonces tu mano, recuesta sobre mi tu rostro y luego
contempla conmigo el torrente renovado de nuestros
cuerpos.
Allí están los campos que desamparé para seguirte, allí
están mis hijos, allí está el curso de todas las heridas y
abandonos cuando arrebatado de lágrimas alcé la cara a
las alturas y vi que eras tú mi mandato y la nueva tierra;
el canto de los ríos esta mañana:

Felices los pobres de espíritu, porque de ellos será el reino de los
cielos.
Felices los que lloran, porque ellos serán consolados.
Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a dios.

Bienaventurados sí, los cauces de tu vida y nuestras vidas.

RAÚL ZURITA



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