
Melissa Alvarado Sierra
Presentamos una selección de la poeta puertorriqueña Melissa Alvarado Sierra.
A Danielle
Las aguas del triángulo respiraban con rigidez, como si el hierro fundido de los cascos naufragados aún palpitara bajo su piel. Esa noche, El Faro —más que barco, faro— descendió en la negrura como un soldado perdido, un resplandor extinguido en pleno turno.
Mi esposo debía ocupar ese lugar en la rotación, esa cama, ese timón, esa vigilia. Pero fue ella quien abordó y no volvió. Entre Florida y San Juan, el océano cerró los ojos y abrió la boca: treinta y tres nombres, cada uno reducido a una boya errante, a un chaleco sin cuerpo, a una estela sin barco.
Danielle. Su risa alegraba el puente. Sus pasos eran certeza sobre la cubierta. Su forma de hablar del viento. De mantener la calma.
Allí —en ese mismo corredor de agua insaciable— muchos han desaparecido, como si el litoral tuviera memoria, como si masticara historia. Imagino la luz apagándose, no en los camarotes, sino en los ojos. La radio callando. El acero cediendo. Y a ella, sola, como un pájaro sin aire, descendiendo sin cielo.
No hubo presagio, solo la elección que antecede al azar. Danielle le insistió a mi amado que desembarcara. Ella sabía. Lo mío ya tenía nombre: cáncer. Tal vez por eso. Como si ya supiera que una de las dos tendría que irse.
Al ella elegir su mar, yo no perdí mi orilla.
Y quedamos mi esposo y yo—sobrevivientes por omisión, anclados no a la tierra, sino al temblor de lo que no nos ocurrió.
Aún salimos a navegar.
Aún rozamos el lomo del agua como si no supiera lo que hizo.
Aún confiamos en la mar.
Como si pudiera olvidar su hambre.
Tengo cielo
“Hágase nuestra voluntad,” dicen, y las nubes lloran. Pero aquí, entre raíces y polvo, elijo levantar mi propio paraíso, con estas manos llenas de fango y este corazón que late como tambor en la tormenta. ¿Quién dijo que el cielo solo está allá arriba? Yo tengo cielo aquí, donde los pájaros vuelan serenos y el océano baila feliz.
Los ángeles no bajan mucho, no les gusta este “infierno” tropical. Pero el flamboyán siempre se queda a rezar con el viento, el río siempre bautiza en la mañana y los peces siempre dan la bendición. “Hágase nuestra voluntad,” repiten, pero es en esta tierra rota y salada donde voy tejiendo salvación, entre ruinas y sueños que aún florecen.
“¡Hágase nuestra voluntad!”, me gritan.
Pero yo sigo trabajando.
Sigo aquí.
De aquí nadie me saca.
En los márgenes
Comencé en el centro,
sobre palabras sólidas y puras
que me celebraron en grande.
Pero un día las palabras se
mudaron a los márgenes,
y caí al vacío.
Mi sorpresa.
Subí de nuevo,
encontré el centro,
y las palabras volvieron
a huir y volví a caer.
Quería quedarme en el
espacio entre líneas, ese
que flota entre fronteras.
Casi me pierdo.
Me volví a escribir,
con tinta invisible esta vez,
para que nadie supiera.
Y caí de nuevo, sin público.
Aprendí anónima.
Fue un ciclo,
ese caer para volver,
quizás como cuento,
quizás como poema.
Pero aprendí algo muy bien.
El centro ya no importa,
lo que existe siempre
llega a la orilla,
se reúne con el todo.
En los márgenes puedo ser
más: palabra, calma, sustento.
Puedo ser todo y toda.
El centro ya no importa.
Melissa Alvarado Sierra (Cayey, Puerto Rico) es poeta, cuentista y ensayista. Sus escritos han sido publicados en The Caribbean Writer, Santa Rabia Poetry, Puerto Rico Review, Revista Kametsa, Revista Montaje, Orion Magazine, Atticus Review, Catapult y The New York Times, entre otros. Es autora de La narrativa activista de Rosario Ferré (McGraw-Hill España, 2020) y coeditora de rhizomag, una revista literaria bilingüe enfocada en el duelo, la memoria y la transformación. Cuenta con una maestría en literatura de la Universitat de Barcelona, un MFA en escritura creativa del programa Mountainview, y realiza estudios doctorales en literatura caribeña en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. También fue becaria del Book Project de Lighthouse Writers Workshop y actualmente trabaja en su primer poemario y una novela autobiográfica.