María Mercedes Andrade
Publicamos una selección de poemas de la destacada escritora María Mercedes Andrade que pertenecen al libro Puñal (2024), el cual acaba de ser publicado por el Fondo de Cultura Económica.
PUÑAL
A todos nos corresponde
un trozo de la belleza.
Un pedazo de espejo afilado,
de aristas cortantes.
Veo cómo se hunde
en la yema del dedo
y me chupo rápidamente
la gota de sangre.
A veces lo guardo
en el bolsillo de la chaqueta,
siempre del lado izquierdo,
donde anidan las astillas.
TIERRA CALIENTE
Para P.R.
Cuando el tiempo se devuelva,
entonces.
Cuando el universo se contraiga
y nos desalejemos.
En vez de estas míseras
monedas de silencio,
habrá de nuevo risa
y aún otro abrazo.
Me fundiré en ti.
Leeré de nuevo
tu mirada cifrada,
y admiraré tu torpeza.
Habrá un aire húmedo y pegajoso
mientras observo cómo llueve
desde la tierra hasta el cielo,
a la vez que tú enumeras
los nombres de los pájaros.
COLADERA
El día menos pensado
al despertar
ya no te duele.
Exploras tu costado con los dedos,
buscas en vano,
tocas tu piel.
En lugar de la herida,
un agujero.
Casi invisible a la vista,
una nada de nada,
un punto de alfiler,
que solo podría cruzar
una gota de agua.
EL DUELO
Me recojo
me pliego
me enrosco.
Cuando era anoréxica
me encerraba en el clóset
con las rodillas abrazadas.
No puedo tragar
pero fumaría de nuevo.
Regreso, lo sé,
es el trauma.
Ya he recorrido muchas veces esa cuadra.
Tú
me devuelves otra vez al abismo.
A VECES DE MADRUGADA
A veces de madrugada
los dioses pausan.
En nuestras caras exhaustas
pueden ver que se han excedido.
Y dudan por un momento,
tartamudean,
no dicen más.
El tiempo entonces rueda hacia atrás,
otras puertas se desencajan
y una cortina al viento
en pleno vuelo
se vuelve pájaro.
Resucitan los amantes,
aun importan las promesas,
y un niño le canta a la lluvia una canción.
Sucede poco,
pero sucede.
El truco es estar despierto.
CAUDAL
Para R.R.
Una pérdida arrastra consigo
todas las demás
y así se agolpan,
se acumulan,
se potencian.
Dan tumbos por el suelo
y se golpean unas con otras,
se despeñan,
se convierten en cascada,
y son ahora un remolino,
un caudal
que se riega
cuesta abajo.
Tú y yo
nos ahogamos
pero en ríos paralelos.
Yo, por mi parte, te digo
que a mí este río me revuelca.
Me acomete de repente
y me atropella.
Me derriba contra el suelo,
me estrella contra las paredes.
Y sin preludio
me asfixio.
Pero no sé si lloro por ti,
por recordar tus carcajadas,
tus ocurrencias,
o si me ahogo
por otra causa.
No sé, por ejemplo:
tal vez lloro por mi madre
mi madre que se murió,
o quizás por la que a veces
me observaba con recelo.
No sé tampoco si lloro
por ese que adoré
antes de quererte a ti,
ese que me recordó
que aún era posible el miedo.
¿O por la familia que no armé,
como creí que debía,
por la rutina de casada
que dejé?
A lo mejor es por los futuros
que no tuve,
o por tanto amor a medias,
que acaba en desgaste
y regusto amargo.
O si es por los miedos de infancia
que todavía se agazapan
y no los veo.
Yo ya no sabría decirlo,
nada es claro.
Se confabula todo,
en este último dolor
y tú en cambio,
¿tú qué sientes?
¿Entiendes tú lo que sientes?
Yo también querría huir, ¿sabes?
correr
y dejarme atrás a mí misma
escaparme de este río,
dejar de ahogarme.
Pero
creo,
que este río nos persigue
que lo llevamos por dentro.
Por eso tal vez más bien querría, qué cursi,
que hiciéramos tú y yo una balsa.
EL RÍO
Perdí la voz perdí la voz perdí la voz.
Perdí la voz quedó
ahogada
en el río.
Perdí la voz
sepultada por
el ruido
perdí la voz.
Perdí la voz
y se hundieron mis palabras.
(Sin su sonido
no supe ya encontrarme.)
Perdí la voz, y ahora estoy adentro mío.
Perdí la voz
y soy ya
como invisible.
Perdí la voz
y ahora todos me interrumpen.
Y desde entonces
siento hervir en mí la lava
de la rabia,
con su lento crepitar de un ardor frío.
CUENTA DE COBRO
(a los dioses)
Voy a darles el chance
de que corrijan su error
y entreguen lo prometido.
A ver, saquen:
el poema que me escribían,
unos ojos que eran mi espejo,
la chaqueta de cuero,
una voz brutal.
Los chistes sacrílegos,
el habla obscena,
los nombres de amor,
los viajes transatlánticos,
los pintorescos hoteles,
las cenas en restaurantes art déco,
las carcajadas.
Y a ese hombre que bebe solo,
a ese hombre que no responde
los mensajes del teléfono,
un hombre que habita un hueco
oscuro y dolido,
que vive en un lugar perdido
del alma y de la infancia,
a ese hombre que no ve futuro
y que solo ve distancias,
que tropieza con obstáculos
y no conoce su luz,
al lobo viejo que se lame las heridas,
a ese, por favor me lo empacan.
María Mercedes Andrade es autora de los poemarios Puñal (FCE, Bogotá, 2024) y Grafía (La Jaula Publicaciones, Bogotá, 2017), el cual se publicó también en una versión de la autora en inglés, titulada Graphia (Dancing Girl Press, Chicago, 2020). Ha publicado los libros de cuentos Hubiera querido llamarme fuego (Sílaba, Medellín, 2022), Los inspectores y otros cuentos (Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2017) y la novela corta Elegía para una insomne (Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2007), traducida al italiano como Elegia per un’insonne (Coppola Editore, Trapani, 2008). Sus cuentos y poemas han aparecido en revistas como El malpensante, Otro Páramo, Anestesia y Galerna, así como en las antologías Contar la vida como contar los pasos (Sílaba, Medellín, 2023) y Cuentos y relatos de la literatura colombiana Tomo III (Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 2021), entre otros. Fue profesora en Lehigh University y Baruch College, y actualmente enseña Literatura en la Universidad de los Andes, donde dirige el Programa en Escritura Creativa.