Revista Latinoemerica de Poesía

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Máscaras - John Gómez



Presentamos algunos poemas del libro Máscaras (o la coraza de mis otros fingidos), del autor bumangués John Gómez, Beca de creación para obra inédita de Poesía “Bucaramanga cree en tu talento” 2021. Un libro que, en cada una de sus ocho secciones, nos presenta una máscara diferente y la forma poética de lidiar con ella.

 

 

IV

De “El Hombre”

 

Cuando digo árbol

        un árbol nace

de mi boca,

echa raíces,

r

e

v

e

r

d

e

c

e

se hace aliento,

brota.

 

 

IV

De “La máscara del poeta”

 

El poema es un pájaro en busca de alimento

hunde su pico en el alma

¡Chu!, le digo, moviendo las manos.

El poema es un pájaro sordo.

 

 

PROMESA

 

A mi hija

 

Papá viene esta noche,

me arrullará sobre su pecho,

dibujará soles en mi frente,

se perderá en mi sonrisa,

intentará adivinar cuántos pasos,

cuántos saltos,

hacen falta para cruzar la sala,

reirá conmigo como ríen los monos,

jugaremos juntos

—estoy segura—,

pues algo me dice

que papá viene esta noche.

 

Y si no es esta noche,

y si aún no viene,

lo seguiré esperando

—como una flor que crece,

que se estira hacia el firmamento—,

confiando en que volverá,

que hará lo posible por estar conmigo,

porque yo soy su mundo

y porque él es mi papá.

 

 

LA PALABRA AMOR

 

A mi hija

 

Amor es una palabra hueca

hasta que uno tiene un hijo,

y lo mira a los ojos,

a esos ojos grises que serán cafés,

y le dice

que por favor lo deje dormir,

que hay que trabajar,

que ya no más,

y uno no quiere mirarlo a los ojos

ni quiere mirar nada,

solo quiere aprovechar que aún es de noche,

recostar la cabeza,

dormir, aunque sea una hora,

pero el nene deja de llorar

y sonríe, de repente,

y uno siente cómo a la palabra amor

le nace un jardín

en el alma.

 

 

MANIFIESTO

 

Si el poema no es un puñal

en el pecho del tirano,

si el poema no es una casa

para quien escapa del horror,

si el poema no es una mano

que te salva del vacío,

entonces, ¿para qué la poesía?

 

Solo

          nos merecemos

                                     el silencio.

 

 

PLATÓNICA

 

Hay un mundo

más allá del mundo,

un espacio

por fuera del espacio,

en el que tu sonrisa

no es ya tu sonrisa

sino idea de sonrisa,

y tu cuerpo

no es ya tu cuerpo

sino idea de cuerpo;

y, sin embargo,

cuando recorro

esta sombra

de la idea de pierna,

que es cada una de tus piernas,

poco me importa que exista

un mundo

más allá del mundo,

un espacio

por fuera del espacio.

 

 

 

LA TERMINAL

 

A Cynthia

 

2:00 a. m. Enciendo un cigarrillo para matar la espera. Enciendo un cigarrillo para matarme el corazón. Los pájaros empiezan con su trinar insoportable. Un perro aúlla y yo le aúllo de vuelta. Me duele la cabeza. Me aprieta el pecho esta ausencia. El reloj corre empecinado. Para. Me mira. Vuelve a correr. Los vigilantes, taciturnos, caminan de un lado a otro. Erre. ¿Me copia? Erre. Me vuelvo loco. La espera me vuelve loco. Erre. ¿Me copia? El estómago hace ruido para recordarme que existe. Yo inhalo un poco de frío y exhalo un poco más de desespero. He mentido. El cigarrillo no va a matarme el corazón. Su ausencia, la de ella, es la que me va a matar. O me volverá loco. El reloj me mira de nuevo. Sonríe y corre. Le veo un par de orejas blancas que se asoman entre su tictac. Los caminantes, insomnes, van de un lado a otro, y a todos. Erre. ¿Me copia? Erre. Me estoy volviendo loco. Miro al desgraciado y no puedo creer lo que veo. 2:01 a. m. Erre. ¿Me copia? Erre. Toda la vida, baby. Erre. No me dejes solo...

 

 

II

De “La máscara del miedo”

 

La entrada a un museo del terror debe ser larga: una fila interminable que le dé la vuelta a la manzana. Que estalle la tormenta y la gente se quede allí, empapada. Que una mujer dé a luz y el niño se deslice por sus piernas, pretendiendo relevarla. Que los viejos recuerden su niñez, hablando sobre aquel museo que jamás llegaron a conocer. Que los escépticos afirmen que nunca hubo ningún museo, pero que de todos modos sigan ahí, en su lugar, a la espera.

 

La entrada de un museo del terror debe ser larga, tan larga que la gente pierda la cordura, y que solo al decidirse a abandonar la hilera puedan conocer lo que hay finalmente al otro lado de su propio desespero.

 

 

IDENTIDAD

 

En ocasiones, cuando no sé muy bien quién soy,

tengo que inventarme un nuevo yo:

alguien menos parecido a mí

y más conforme con el yo que anhelo ser.

Un yo que es casi todo lo que yo no puedo

y tiene todo aquello de lo que carezco.

 

Así, en situaciones reiteradas,

me veo fuera de mí mismo en ese otro,

que disfruta, al decir en las plazuelas,

aquellas cosas que yo nunca me atreví.

Y, poco a poco, me siento cada sombra,

cada mano y cada boca,

de aquellos que no soy.

 

Pero, casi siempre,

cuando llego a casa de madrugada,

cansado y desnudo frente al espejo,

me doy cuenta de cuán vana es la mentira

y cuán cobarde es el engaño,

pues descubro que

en lugar de construir, en mí mismo, alguien mejor,

prefiero esconderme del resto del mundo

en la coraza de mis otros fingidos.

 

 

 

***

 

 

JOHN GÓMEZ

 

 

(Bucaramanga, Colombia 1988). Magíster en Filosofía y escritor. Director de la plataforma cultural Alter Vox Media, la Editorial Sátiro y la Librería Zarigüeya. Creador del «Certamen Nacional de Poesía Basura John Gómez». Perdedor en infinidad de concursos, premios y convocatorias literarias. Autor de XIII (2019), Baladas Baladíes (2020) Poemas para lidiar con uno mismo de madrugada (2021) y Máscaras (2021). Ha hecho parte de un montón de festivales y ferias del libro, detesta las mafias alrededor de las instituciones culturales y sueña con la llegada del fin del mundo.



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