Revista Latinoemerica de Poesía

Revista Latinoemerica de Poesía

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“No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego”



“No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego”

 

Selección y nota por el Comité Editorial de la Revista La Raíz Invertida

 

“La poesía sólo está en la poesía”, decía Kazantzakis, y creemos en ello. Juan Manuel Roca (Medellín, 1946) es uno de los más altos representantes de la poesía en Colombia, y sin duda, de Latinoamérica. Hasta sus reacios detractores dan fe de ello. En relación a la poesía el autor señala lo siguiente: “sé que intentar cambiar la realidad con poesía es como intentar descarrilar un tren atravesándole una rosa en la carrilera. Una condena perpetua al fracaso. Pero también que es de verdaderos utopistas saber que todo arte es condena y que en la sola realización del poema está el premio, que realizarlo es su única y verdadera ganancia”. Utopistas o soñadores, realistas o demasiado humanos, celebramos la ganancia que es su poesía.

 

 


De Luna de ciegos (1975)

 

DÍAS COMO AGUJAS

Estoy tan solo, amor,
Que a mi cuarto sólo sube,
Peldaño tras peldaño,
La vieja escalera que traquea.

 

 

 


De País secreto (1987)

 

UNA CARTA RUMBO A GALES

Me pregunta usted dulce señora,
Qué veo en estos días a este lado del mar.
Me habitan las calles de este país
Para usted desconocido,
Estas calles donde pasear es hacer un
Largo viaje por la llaga,
Donde ir a limpia luz
Es llenarse los ojos de vendas y murmullos.

Me pregunta
Qué siento en estos días a este lado del mar.
Un alfileteo en el cuerpo,
La luz de un frenocomio
Que llega serena a entibiar
Las más profundas heridas
Nacidas de un poblado de días incoloros.

¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
Porque sabe usted, dulce señora,
Es este país una confusión de calles y de heridas.

La entero a usted:
Aquí hay palmeras cantoras
Pero también hay hombres torturados.
Aquí hay cielos absolutamente desnudos
Y mujeres encorvadas al pedal de la Singer
Que hubieran podido llegar en su loco pedaleo
Hasta Java y Burdeos,
Hasta el Nepal y su pueblito de Gales,
Donde supongo que bebía sombras su querido Dylan Thomas.

Las mujeres de este país son capaces
De coserle un botón al viento,
De vestirlo de organista.

Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo,
No sospecha usted lo que es un país
Como un viejo animal conservado
En los más variados alcoholes,
No sospecha usted lo que es vivir
Entre lunas de ayer, muertos y despojos.

 

  

 

LLEGA UN VIENTO

Estás impaciente por unirte al viento,
al viento que recorre un año en una noche.
René Char

Hay un viento que viene de Turquía
A Nazim Hikmet podían dividirle el paisaje.
Fragmentarle el sol entre barrotes,
Pero su alma, alada y libre,
Volaba desde un rincón del calabozo,
Disfrazada de viento por las calles de Turquía.
Ese viento llega a mi país vadeando las fronteras,
Y le dice al pastor que defienda sus cabras,
Y repite a los hombres
Que le abran la puerta al nuevo día.
Es su voz como un pájaro hecho de viento y lejanías.
No es extraño que desde la enfermería de la cárcel,
Entre el olor de los medicamentos,
Nazim Hikmet percibiera el olor lejano
De claveles florecidos en un patio
O palpitara con estrellas de algún cielo extraviado.
No es extraño sentirlo en estas calles
Silbando una canción de mar
Entre pregoneros de fruta y obreras del alba.

 

 

 

De Ciudadano de la noche (1989)

 

CANCIÓN DEL QUE FABRICA LOS ESPEJOS

Fabrico espejos:
Al horror agrego más horror,
Más belleza a la belleza.
Llevo por la calle la luna de azogue:
El cielo se refleja en el espejo
Y los tejados bailan
Como un cuadro de Chagall.
Cuando el espejo entre en otra casa
Borrará los rostros conocidos,
Pues los espejos no narran su pasado,
No delatan antiguos moradores.
Algunos construyen cárceles,
Barrotes para jaulas.
Yo fabrico espejos:
Al horror agrego más horror,
Más belleza a la belleza.

 

  

 
ARENGA DE UNO QUE NO FUE A LA GUERRA

Nunca vi en las barandas de un puente
A la dulce mujer con ojos de asiria
Enhebrando una aguja
Como si fuera a remendar el río.
Ni mujeres solas esperando en las aldeas
A que pase la guerra como si fuera otra estación.
Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Porque de niño
Siempre pregunté cómo ir a la guerra
Y una enfermera bella como un albatros,
Una enfermera que corría por largos pasillos
Gritó con graznido de ave sin mirarme:
Ya estás en ella, muchacho, estás en ella.
Nunca he ido al país de los hangares,
Nunca he sido abanderado, húsar,
Mujik de alguna estepa.
Nunca viajé en globo por erizados países
Poblados de tropa y de cerveza.
No he escrito como Ungaretti
Cartas de amor en las trincheras.
No he visto el sol de la muerte
Ardiendo en el Japón
Ni he visto hombres de largo cuello
Repartiéndose la tierra en un juego de barajas.
Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Para ver la soldadesca
Lavando los blancos estandartes,
Y luego oírlos hablar de la paz
Al pie de la legión de las estatuas.

 

 

 


De Monólogos (1994)

 

MONÓLOGO DE LA MUJER QUE LAVA EL AGUA

Lavo el agua, que es
Como lavar la liquidez del tiempo
Bajo los puentes.
Fontanera soy
De la secreta grifería del río.
Lavo el agua, que es
Como tocar el arpa de la lluvia,
Como volarle al tiempo sus esclusas.
Lavo el agua
Para que el árbol duplique sus frutos
En el espejo que huye.
Para que la muchacha desnuda
O el niño que come duraznos carnosos
Laven su piel con piel de nube.
Lavo el agua
Para que los ahogados del mundo
Hagan su danza muda
Entre un enjambre de peces.
Para que la araña
Camine como un pequeño profeta
Sobre el lago,
Toco las aguas como la cabellera
De un violín.
Soy la pequeña adoradora,
Hidrólatra con su bastón de nácar.
Estoy hecha de tiempo,
Como el agua en la hierba,
Como el agua en el agua, como el agua.

 

  

 

De Las hipótesis de Nadie (2005)

 

BIOGRAFÍA DE NADIE

Es notable la gloria de Nadie: no tuvo antepasados bajo el sol, bajo la lluvia, no tiene raigambre en Oriente ni Occidente. Ni hijo de Nadie, ni nieto de Nadie, ni padre de Nadie, pequeño cónsul del olvido.

¿Ven un vacío en la foto familiar, un hueco, un espacio entre la respetable parentela? Es Nadie, sin rastro y sin linaje.

Es notable la gloria de Nadie antes de la primera mañana de la historia, precursor de hombres que hoy son hierba, de padres de otros padres que son velas sin pabilo.

Festejemos a Nadie que nos permite presumir que somos Alguien.

 

  


POEMA INVADIDO POR ROMANOS

Los romanos eran maliciosos.

Llenaron Europa de ruinas
Confabulados con el tiempo.

Les interesaba el futuro,
Las huellas más que las pisadas.

Los romanos, Casandra, eran mañosos.

No fraguaron el Acueducto de Segovia
Como un ducto de agua y de luz.
Lo pensaron como vestigio,
Como un absorto pasado.

Sembraron de edificios roñosos Europa,
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.

No hicieron el Coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos, tan poco apetecibles,
Ni para ver ensartadas
Como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco.

Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.

Mi amigo Dino Campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol.

Los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.

Como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.

El tiempo es romano.

 

 

 

 

De Testamentos (2008)

 

SUEÑO CON ÁNGELES

Han llegado los ángeles en un buque de carga
MARIA BARANDA

Por el sueño navega un barco cargado de ángeles. Vienen en cajas de madera, en guacales de tablones salvados de un naufragio.
Los marineros los ven comiendo flores en su cepo como reos andróginos de una mudez de ostra.
Su destino es un misterio. No se sabe si serán vendidos a un zoológico, a un circo, a un aviario, a un taxidermista, a un tratante de alas.
Por tratarse de un extraño contrabando – aunque no hay leyes marítimas que prohíban el transporte de ángeles en barcos-, por tratarse de un tráfico de sueños, el capitán evita tocar los grandes puertos del mundo.
Es como si el barco estuviera condenado a no anclar nunca, a viajar sin destino con la carga emplumada y melancólica. Cada día huelen peor, a pústulas y almizcle, los maltrechos ángeles en sus podridos guacales. La nave se enfantasma en la niebla apagando sus luces y sus voces. Y la tripulación empieza a impacientarse, empieza a impacientarse...

 

 

 

 

De Biblia de pobres (Biblia Pauperum) (2009)

 

MESTER DE SERVIDUMBRE

Por carecer de flechas,
Los mendigos
Arrojaban
A los nobles
Sus propias heridas.
Pero había
Una raza de pordioseros
Más mísera aún:
Robaba heridas ajenas
Y las vendía
En la plaza del mercado.
Con tan burdas armas
Los pobres cruzaron
La noche medieval.

Para María Matilde

 

 

 


De Temporada de estatuas (2010) 

 


POÉTICA

Tras escribir en el papel la palabra coyote
Hay que vigilar que ese vocablo carnicero
No se apodere de la página,
Que no logre esconderse
Detrás de la palabra jacaranda
A esperar a que pase la palabra liebre y destrozarla.
Para evitarlo,
Para dar voces de alerta
Al momento en que el coyote
Prepara con sigilo su emboscada,
Algunos viejos maestros
Que conocen los conjuros del lenguaje
Aconsejan trazar la palabra cerilla,
Rastrillarla en la palabra piedra
Y prender la palabra hoguera para alejarlo.
No hay coyote ni chacal, no hay hiena ni jaguar,
No hay puma ni lobo que no huyan
Cuando el fuego conversa con el aire.

 

  


PRUEBA DE BALÍSTICA

Siendo un muchacho, un corredor de fondo
en las pistas del vacío,
entré a trabajar en el taller de un anarquista.
El viejo maestro estaba decidido a fundir toda clase de estatuas
para convertirlas en balas
que llenaran la mañana de un olor a café fresco, a pan con municiones.
Decía que la estatua de Pío XII
haría buen pertrecho para dispararle al Vaticano,
solo para echar a volar sotanas como negros pajarracos.
Contaba que cuando Rimbaud
supo que le iban a levantar una estatua,
dijo que aceptaría si una vez esculpida
le permitían hacer balas con su efigie de bronce
para asediar a los franceses.
En lengua franca, añadía el maestro,
el poeta nos legó su horror a la gloria
y más aún, su horror a la patria.
Me convenció
de la nobleza de apuntar al Pentágono
con la estatua de Lincoln convertida en cañón
o con proyectiles de la cabellera rizada de George
Washington.
Se relamía
como el niño que juega a la Armada Imperial en su bañera:
“Borraremos los maniquíes de una estatuaria
hueca como el busto operático del Duce,
embaucadora como el caballo de Troya”.
“La estatua de Gutenberg habría que fundirla
en las imprentas clandestinas de la noche”.
“La de Stalin fue vaciada con una materia ideal
para fabricar y repartir llaves y ganzúas
entre los poetas irredentos que enjaulaba”.
-¿Y la de Bakunin, maestro?, le pregunté.
-Bakunin no tiene estatua: no se esculpen los vientos.

 

 


Poemas sin libro

 

AL POBRE DIABLO


Al hombre anclado en la esquina del olvido, al hombre escupido por viejos matones de barriada,

Al jubilado de sí mismo, al muchacho humillado que se esconde detrás de su acuosa mirada,

Al que estorba en la fiesta de los audaces, a los que no han tenido oficio conocido y no podrían balbucir el retrato hablado de su madre,

A los que siempre parecen estar en otra parte, al que escapa de las miradas cuando lo buscan en el parque como pasto de burlas,

Al confinado al cepo del silencio en la ronda nocturna de los sabios, al que tartamudea como una vela encendida,

Al que está a punto de abrir la puerta de emergencia que conduce a un pasadizo de ingreso al otro mundo,

A la oveja negra de la familia que picotea fármacos y grajeas para intentar espantar la jauría de sus miedos,

Al sumo sacerdote de la religión de las derrotas, a los despreciados por sus espejos, al que prefiere ser prófugo de su cuerpo antes que ser su propio carcelero,

A los que ignoran qué responder cuando preguntan “¿quién anda por ahí?”, al que “le daban duro con un palo y duro también con una soga”,

Al que cambiaría el becerro de oro por una charla con parias y tenderos, al aturdido, al turulato, al pestífero que pregunta en qué lugar queda la vida,

Al incierto cuya sombra cojea más que su cuerpo, a los que han sido más pateados que el balón de una escuela, al sospechoso de todas las aduanas por su morral lleno de vacío,

Al que no logra ser jinete de sí mismo, a los que ejercen el papel de niños clandestinos y solo juegan cuando no los obligan a mendigar,

Al hereje hecho a imagen de nadie, a los abucheados por la multitud en un país de dioses abolidos,

A los que desafinan en el coro, al que suena como el platillo de una batería que cae en el silencio de un velorio,

Al imprudente que no espera a que el flautista de Benarés duerma la cobra para mirarla a los ojos,

Al hombre de cristal que atraviesa en medio de una pelea entre dos bandos de picapedreros,

A los desobedientes que quisieran confinar en un rincón del museo del olvido, al que nadie espera al regreso de la guerra,

A los que desalojan de su casa y luego expulsan para siempre de su cuerpo, al espantapájaros burlado por el cuervo,

Al portavoz de sí mismo que odian los feligreses de todos los partidos, al que conducen a la comisaría mientras grita que la civilización es “puta vieja y desdentada”,

Al que jugó su corazón y se lo ganó la violencia, al que intenta dormir “en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo”,

Al perseguido que pretende esconderse en el poema de un gitano y al gitano que pretende esconderse tras la sombra de un violín,

Al impulsado a la plaza del escarnio, al asediado por la jauría de Salieris de parroquia que le ladran a su sombra,

Al calumniado por los sacristanes de la envidia que lo maldicen en la lengua de los muertos,

A los que no extienden su sombrero para pedir migajas de milagro, a los que están en la mira de los hacedores de villanos en los diarios y en las redes policiales,

Al que solo conoce la lengua del silencio, al que llevan al tribunal por negarse a vestir el uniforme de la muerte,

Al que devela la miseria que ocultan los himnos, a los hombres acosados que sospechan que todas las ventanas del mundo están a punto de saltar al vacío,

A los desplazados y sus muros de aire, al boxeador que cae a la lona sacudido por un gancho de derecha,

A los locos del pueblo que cruzan enfundados en una capa de harapos como reyes miserables,

Al que se niega a escuchar el canto de los vendedores de humo, al gato escaldado por el carnicero, al caballo espoleado por el miedo,

Al sin suerte que practica el tiro al blanco y siempre atina en el centro del error, al niño solitario que espía la vida a través de los cerrojos,

Al aguafiestas. Al que llega tarde a su propio velorio. A los poetas enjaulados por todos los tiranos

Les dedico esta ronda de palabras sin blasones: algo de ellos convive sin remedio en mi pellejo.

 

 

 

 


MONÓLOGO DE JOSÉ ASUNCIÓN SILVA

A Ricardo Cano Gaviria


La ciudad que me rodea
Y se duplica en los charcos de la lluvia
Tiene un ropaje de sombras.
El viento que viene del páramo de Cruz Verde
Con su negro levitón nocturno
Rasguña los vitrales de la casa,
Se cuela en los campanarios,
Golpea
Los aldabones de bronce de La Candelaria.
                                Ese viento, mi alma es ese viento.

Entre cercanos silencios
Resuenan las guerras del país
Mientras tintinea el quinqué
Con el que alumbro mis confusos libros
De comercio.
Ese viento, mi alma es ese viento.
Los corrillos de seres embozados
Murmuran a mi paso. Figuras fijas al paisaje,
Estatuas de nieve a la entrada de una iglesia,
Maniquíes
Apenas movidos por el frío cuchillo del
Páramo.
Ese viento, mi alma es ese viento.
¿Quién dibuja en mi blusa el mapa del corazón?
¿Quién traza un centro a la ruta de mi fiebre?
La hermana muerta atraviesa el patio:
Su voz ya pertenece
A las construcciones secretas del vacío.
                                 Ese viento, mi alma es ese viento.

La aldea despereza su piel de adormidera,
Filtra una luz en los costados de la plaza
A una hora en que la ciudad parece viva.
Hablo de su lentitud, de su pasmosa fijeza:
Mientras concluye el gesto de un hombre
Que lleva de la mesa a la boca su pocillo,
Cruza la eternidad, el mundo cambia de
Estaciones,
Pasan las guerras, hay futuros en fuga
Y el hombre no termina el ademán
Que funde sus labios a la taza de café.

Todos parecen tocados del embrujo,
Acaso miren en su quietud
El pajaro invisible
Que les señala un oculto retratista.
                                             Y de nuevo, el viento.


                                     Ese viento, mi alma es ese viento.

Un disparo más, dirá el vecindario,
Un disparo más en las eternas guerras
Del olvido.
La vida, esa feroz bancarrota.

 



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