Revista Latinoemerica de Poesía

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Julio César Arciniegas Moscoso



Presentamos un conjunto de poemas inéditos, de reciente cosecha, de Julio César Arciniegas Moscoso. Rovira, Tolima, Colombia, 1951. También conocido como el poeta campesino. Ganador del Premio Nacional de Poesía Porfirio Barba Jacob con la obra Abreviatura del árbol. Obra publicada: La ciudad inventada; Color de Miedo; Números hay sobre los templos.

 

 

 

Retorno

 

<< El regreso a los reales horizontes >>

El regreso que seremos más lejos del ruido que ha cubierto el árbol que viaja a lo profundo de su canto. A esta paz vegetal liberada del tiempo.

Del dolor que no frenará la hierba, la causa que separa la niebla de los picos.

Las voces y el frío que me entregarán su sabiduría, o la alegría de la orilla ofrecida a la sed.

Yo vuelvo sobre un camino más alto y qué era un rumor balanceado entre las miradas del horizonte.

Abajo entregado a la tierra en el radar del mundo hacia la madrugada he vuelto a oír en la soledad el comienzo.

Allí en las humedades blancas y las banderas frescas vuelvo al lugar de donde me moví.

Desde tan lejos del aire que arde en las cosas con la intensidad del olvido.

De un sol buscando el cerro a través de las paredes y las calles, dónde el dolor es más eterno oigo el sudor de las revelaciones que aceptan las plantas.

Yo regreso al hombre arrastrando un olor a sombra verde.

Con las pisadas de las memorias. O el ritmo del retorno dónde ninguna angustia desgarra.

Cuando la espiga guarda su forma en lo oscuro de las aguas me pregunto por qué estoy aquí en lo que cae, uno piensa en todo lo que no vuelve jamás.

 

 

 

Bien adentro en mí la muerte es el comienzo

 

O las hendiduras coloreadas a cada cambio de viento, por mí pasa este extraño dolor que no sé, de madrugada oigo afuera los insectos.

He vuelto a las noches frente a la esperanza de la memoria a la oscuridad de la furia y del hambre que se cumple.

A los lugares que no están en ninguna parte, hallados en la noche que ha colocado la vejez y la luz.

Qué espera sin grandeza a alguien que marcó en la sombra de la mano la lucha herido por el grito.

Con el recuerdo de los ojos espero seguir aquí al lado del árbol que hablará con su forma viva.

Apartándonos del viento marcado por el frío de las preguntas, de los perros andando en los patios con un cerco de barro y los deslizaderos de las generaciones.

A este lado de los límites del dolor. Aquí donde la vida cierra sus compuertas entre estas vocales graves.

Con un pie en el miedo y con la voz de los días, y los libros para ser dejados bajo la sangre.

Lo que ha muerto en las alturas delante de la fama y los milagros.

De los seres que pierdo, desde entonces no dejo de escribir y de calzarme la inmortalidad

 

 

 

<<Un hombre dormido es un árbol que respira>>

 

Hablo desde el movimiento del día, la mañana se abre y me levanto con un pie en el asombroso, aún con los sueños en la boca.

Sigo las figuraciones humanas del café, acariciado por el esplendor y el frío que habla al umbral.

En medio del campo recién abierto y la visión amada por un pájaro que inventa la respuesta de la lluvia.

Ante la voz desconocida de un libro, y afuera los ladridos de los perros, persiguen la pausa vacía del dolor.

Una vida de los sueños, la materia de que está hecho el pan. Y la radio estallaba con balada de los años 60.

Mientras estoy sentado en mis palabras debajo del desorden, y la niebla viene con demora por los paisajes de colinas la mente de los obreros, se hundía con la tibia responsabilidad del empedrado. Afuera el cielo está despidiendo olores entre el vapor de la línea.

Todo Empieza sin rumor como gotas de luz escondidas, como el árbol muerto que a lo lejos ha sido creado por las rocas.

Un hombre seguirá leyendo con la sangre en el mismo lugar y a la misma hora mañana va a seguir el descanso de las cosas, o una voz recolectando sombras para el desayuno circundada por los olores del hambre.

El día metido en agua entra a la casa con puntales de aire es un templo dentro del alma. La música de una emoción en ruinas camina sobre el olor de las lomas.

Dónde la Tierra cargada de promesas construye el verde, así se da la abundancia que entra en las manos de las cosas punto como anuncio para la iluminación o el retiro del amanecer.

Divididos por la luz los dientes del gato no son carnes sino días, penetrando la pintura de la mesa.

Él es más sabio que toda la depresión con que me levanto.

Hoy son las enseñanzas que traspasan lo que quiero, los días asegurando la caída de la luz.

El Sol de aquellos eran uno solo con la montaña. Y es un regalo bajo las líneas marrón que desnudan el alma.

O el arte que crece sin cesar soportando el paso del gusano y la misma espera.

La canal es el cielo del mar un grito que Empieza a descolgarse desdoblando las estatuas.

Finalmente, roto por la noche piensa y clava los ruidos tomados del tiempo, los que conforman su estrépito al menor soplo.

Los umbrales vuelven pisados en la memoria entre el olor de nadie.

Todo es allí milagro.

Las puntas de las estrellas rebasan las cimas. Las formas de las manos otra vez serán de las letras del día que dejado atrás por el alba va a perturbar los humos del sueño.

La lluvia que hace temblar a las cosas arrecia sobre los hombros. <>

 

 

 

 

Palabras

 

Transformadas en hoguera cubiertas de cenizas se gastan. 

Dolido de ellas figuro en el registro de sus adioses. Desde lo hondo y lo oscuro.

La noche las dejó clavadas en esta cima de montañas vacía de verano, dónde el mundo añade su ruta y estos medicamentos que determinan las hoscas sustancias que nos miran.

Dónde el pan y el dolor se juntan. Con las iluminaciones cerradas ahora inútil pasar la mano sobre su cabellera. Mientras que afuera de del fondo sin contornos, me pesa la nada.

En el seno del sueño es la voz de un remordimiento, mientras busco en mí la promesa de las respuestas. Aprendo el miedo de las palabras, dónde la distancia vela el espanto de las alturas e invoco los bolsillos vacíos como resultado de un poema.

Y la angustia se abren paso entre el fuego de mis huesos.

Aquí me dejé cerrado por los sentidos que aún están donde la expresión del deseo es un símbolo. Mi padre me mira desde adentro.

Doy el salto hacia la sombra, que acá ha desordenado las manos y estas oscuridades de las cuestas.

Que a causa de otra tierra derriban los ojos.

Creo repetirlas en el duro destino del campo sin un quejido entre el olor a tiempo.

En la repetición de las siembras que están más allá a través de las orillas, sobre las laderas van a abrir la palabra que alimenta el poema y otras muertes que esperan el grito de la piel separadas de lo que ven y sienten en el verbo que busca una unidad escondida.

Reparando ese otro mundo que falta las horas del ser.

Resisten todavía la injuria de la vejez, entre los árboles que están en la mirada sustentados en las falsedades del espacio. Tragando los desalientos de la noche burlada.

Van por la casa vacía contemplando la inmortalidad en letra de todo orden protestadas.

A solas las oigo al haber aprendido del que piensa, escribir en el lenguaje de las cosas.

Sigo creando en una suerte de ceniza los estragos del poema imperfecto.

 

 

 

 

Los poetas

 

Los poetas han oscurecido las páginas.

Y en un presentimiento hoy en el rumor que ha tocado el peligro. 

En vano intentan rehacer la realidad que los rechaza temblando con los años y los deseos curados por la sangre algo del Inconsciente mira sobre la boca de la montaña y el frío del final lo sobrecoge.

La vida es todo un viaje hacia el olvido.

Los estoy leyendo y casi vino la noche sobre mi alma, los fantasmas que se desangran muertos les van a dar sin reparos su justo lugar para hallar el abismo de la belleza, la agilidad donde reposa el misterio.

Y el canto de esta Tierra que los cubre. Fundidos desde lejos al tiempo qué gota a gota le acerca a la sed.

Tienen el cuerpo que es la carne entre las inclinaciones tendido en el lado de sus fuerzas.

En medio del reparto de la derrota. Ahora que todo yace en el paso del instante van tras de tanto dolor vivido. Una mano oscura les derriba el pecho.

Las páginas entran a los dueños de las heridas, a los ojos que han disipado la tiniebla antes que envejezca el sueño de la imagen.

Los llamados por el azar van a abrir el mundo que sigue.

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Me encerraron en la luz que quita la palabra.

 

En el mal que deja ver su herida, dónde no hay nada, arde la luz contra la soledad del cuarto punto la luz no ha sido especialmente creada para todos, siempre ha estado allí desde que empezó a borrar la sombra. 

Se ha dormido como el desamparo, cómo la levedad o el compromiso del universo que ignoramos.

Rodeado de otros mundos en los reflejos abolidos con la figura cerrada de las penumbras.

La luz es toda belleza, donde los ángeles son la higiene de las razas.

Hacia adentro de las laderas entre la claridad que ciega el texto.

Poseedores del miedo sacan las llaves ofrecidas a los vientos, aquellos que viven por las palabras escuchan a los astros ardidos por la revelación.

Como el desastre de dios que detiene los avances de la noche.

Entre la mano que duerme dejando que las aguas hablen en un golpe hecho de luz que invita a la creación de otro mundo coma siempre da conciencia a la profundidad.

No dónde esconder los colores sino desde una luz de animales que regresa a la luz de los caminos hasta vigilancia de las sombras hacen dudar de la unidad de la naturaleza, es como un óleo que escucha en un sueño olvidado la tiranía de la luz y la vida.

La luz no es más que la inteligencia del hombre.

Y nada es más misterioso que la luz que no podemos ver.

 

 

 

Estoy aquí o allá encerrado en un punto de mí mismo.

Entre los seres y las cosas, a la mitad del cielo cruzado y del secreto de las paredes. Los días de ser tan los rumores donde no hay calles, el calor es una herida a la altura del horizonte.

No me atrevo a ir más allá de esos sonidos sin luz, donde mi padre era la verdad que me sacó del mundo. Donde habita su último sueño, mis hermanos ya están cerrados yo me aferro a lo que sé a mi camino de letras sin un final feliz.

Para ver mi locura con el amanecer envuelto en las montañas, está aquí conmigo la ausencia, en medio de las cosas y la gente.

No encuentro palabras encerradas en mi garganta y el destello. En medio de sombras la esquina que retorna una música cansada, es un modelo de concisión del universo qué entra por las fisuras.

 Los perros laten, laten más allá en otro tiempo dónde halla lugar la vida. Recojo las alteraciones para mis poemas en diálogo con los patios y las casas dónde se alejan los hombres sin ciudades los días ante nosotros corriendo en el aire.

La bruma oscurece las velas encendidas, ese que soy. De los pedazos del mundo como detrás de una oleada de techos que cubren el cielo. Tarde muy tarde estoy encerrado por la noche por este ruido de agua que sube por el silencio.

 



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