Revista Latinoemerica de Poesía

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7. Nelson Romero Guzmán y la forma suprema de edificar el arte



Por Julio César Bustos

(En el marco del homenaje a Carlos Obregón, en sus cincuenta años a la sombra de los olmos) 

 Fecha: 31 de diciembre a medianoche del 2012. Propósitos de año nuevo: 2013, hora cero y varios segundos. El tiempo en transito rumbo al estuario: Tic Tac, Big Bang, Toca la Gran Campana en la Torre del Reloj… No obstante, y para hablar de estos propósitos de año nuevo y si mal no recordamos, es necesario que nos remontemos al año 2007, en un pasillo, en la Casa Silva, cuando de una “Roca viva en milenios” emergió un nombre: Carlos Obregón. El poeta recomendaba la lectura de la poesía de Obregón a un joven ansioso por nutrirse con el alimento de los dioses. Ojalá y no le haya hecho daño: la comida de los dioses no es para todos los mortales, y tal vez ni siquiera para los propios poetas, menos aún para los noveles lectores… ¡Que Dios se apiade de su alma! Aquella noche fue la primera vez que escuché nombrar al poeta colombiano nacido en la ciudad de Bogotá en el año de 1929. Meses después en una biblioteca, buscando el paraíso que se me ha perdido, encontré ese hermoso eslabón de la poesía hispanohablante: la edición de las obras completas de Carlos Obregón editada por Santiago Mutis Durán en el año de 1985 para Procultura. A partir de esos días y hasta nuestros días, Carlos Obregón ha sabido ser para mí, una fiel compañía con la cual suelo mirar hacia adentro, y condimento verbal con el que a sus horas aderezo “el insecto que roe el siglo de la carne”.  

Mira hacia adentro Y palpa lo que queda Mira el ser hacia ahora Hacia el guijarro Y la espuma plateada Escucha lo que vibra En el cristal del día Y en la tarde perdura Como un ave en la fronda No avances con las horas Simplemente atestigua La santidad del viento Y cuando cese Su viaje de gigante En silencio bendice El insecto que roe El siglo de la carne Luego deja lo tuyo A la sombra de un olmo Y en contemplar señero Recibe en la pupila El rostro de la noche.

  Y como una de nuestras pocas pasiones ha sido rendir homenaje a nuestros poetas muertos en vida y vivos en poesía, nos propusimos tenerlo como un próximo invitado de honor a los Encuentros Hispanocríticos. El año estaba próximo: en el 2009 se celebraban ochenta años de su nacimiento, y por eso nos pareció oportuno convocar a ciertas personas que por sus quehaceres a favor del arte de las letras, podrían colaborarnos con esta celebración…Desafortunadamente esas mismas ocupaciones los mantienen tan atareados que no tienen un ápice de tiempo para leer poesía y, menos aún, para “diferenciar el andrajo del ámbar” tal cual como así los hiciera el gran Cernuda. O al menos para que otros que pasan sus días “en el ocio de la lectura y de la escritura”, y que son avezados en esos menesteres, despeguen el camino de tanto pedrusco que no permite el bien caminar de la crítica, y celebren como es deber celebrar a la poesía: con conocimiento de causa, con amor, con respeto y, claro está, con reflexión crítica… Nada más deprimente que asistir a una charla sobre poesía, bien sea entre flores o negras noches, y encontrar sentado como “invitado especial” a una rolliza y enana columna semanal que por oportunismo periodístico o por erario privado o por amistades o por necesidades afectivas o se coloca de uno o de otro lado, ¡vaya uno a saber!, habla de todo y, por ende, poco o nada sabe de algo, aunque aparente, semana tras semana en columnas soporíficas, saber de todo… Por esto, o por mucho más que callo o que olvido, tan sólo nos quedaba como consuelo -no poco-, seguir disfrutando de la lectura de la obra poética de Carlos Obregón, esa “llama de piedra contra el tiempo”.  

Hacia mañana voy a grandes rasgos Con el humo del sol y las gaviotas. Tuerce la noche otro recodo Y agoniza una luna inverosímil Como blanco conjuro que me acecha. En los muelles se aleja una campana Con un doble lamento de distancia Que tiene alas de mar sobre los ojos. La flor emigra y adolece. Reverbera la noche entre las olas Dejando en los oídos Su vigilia de astros y amapolas. Desde el olvido sube hasta los labios Un turbio olor de gleba y polen de cereales. Muerde el estío los frutos más remotos Y el ojo de un caballo los mira y los desea.   ¡Tanto mundo sin cuerpo ni habitante, Tanta huella mortal en esta noche!   La distancia pronto sería destruida, y el tiempo como siempre nuestro mejor aliado a la hora de rescatar del olvido a uno de los más importantes poetas que Colombia ha aportado al firmamento de las letras hispanoamericanas. En la alborada del año nuevo del 2013, el primero de enero, exactamente cincuenta años después de la muerte del poeta en las Islas Baleares, cuando se convirtió en otra más de las tantas ramas de ese árbol de fuego con quien siempre habló, con quien siempre soñó, nos propusimos no dejar escapar el tiempo esta vez y recobrar del olvido, verso a verso, la obra poética de Carlos Obregón, su Distancia Destruida y su Estuario.

  Cuando el día se apaga Tu soledad es como un árbol Suave y sonoro entre los ángeles.   Tan sólo era cuestión de seguir las huellas del tigre en el mapa de la poesía colombiana, y la equis marcaba nuevamente sobre la “Roca viva en milenios”. De ella emanaban como fuente nutricia, algunos nombres, fechas y lugares que nos comenzaron a despejar el camino hacia el tesoro balear. En efecto, fue así que escarbando entre poetas y ensayistas que conocieran sobre la vida y obra de Carlos Obregón, me fue presentado, -entre otros nombres que encontrara a la vera del camino, como los de Ramón Cote, Santiago Mutis Durán, Víctor López Rache, Jaime Echeverri Jaramillo, Santiago Espinosa, con los cuales se continuará nutriendo este homenaje-, al poeta del Tolima grande: Nelson Romero Guzmán (1). A veces pareciera que los poetas que antaño se han marchado a descansar en las praderas de los Elíseos, velaran por nosotros los vivos desde la muerte, como  nosotros desde la vida velamos por ellos…   ¡Qué abundancia de fuego! ¡Qué clamor de primicias!   Esta entrevista, que a continuación compartimos con ustedes, es una muestra de esos encuentros poéticos que desde el más allá se tejen con los hilos del más acá, y donde a la vez que compartimos “con los ojos del iluminado”, la poesía y el pensamiento del poeta Nelson Romero Guzmán, aprovechamos para dar inicio a esta primera jornada del homenaje a Carlos Obregón en sus cincuenta años bajo la sombra de los olmos.  

 

 

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  ¿Poeta, qué es para usted la poesía? - No hay una definición concreta alrededor de la poesía, justamente porque hay muchas formas de expresar la poesía a través del lenguaje. Y no sólo del lenguaje, de su expresión lingüística, sino de diferentes tipos de lenguaje: plástico, sonoro… Y por demás existen diferentes maneras de experimentar con el lenguaje, de tal suerte que la definición se escapa al concepto. Pero podría decir que lo que exige la poesía es una creación, una revelación del mundo a través del lenguaje. El pequeño Larousse informa en sentido figurado: escarabajear es escribir haciendo escarabajos. Yo escribo escarabajos, y cuando también me canso de redondear mi excremento, me escarabajo, sueño. (Tinta de escarabajo) La poesía es ver el mundo de otra manera, es ver lo no visto, es ver aquello que el mundo oculta, pero siempre trasgrediendo justamente las normas que sostienen a ese mundo. En esto consiste la creación: en la transgresión, en el divertimento, en el juego.   Un gato en mi escritura no me deja escribir. Le lanzo tres versos Para espantarlo, pero él los desescribe en perfectos arañazos.   Es más que una escritura negra, llena de pelos, con los ojos Del iluminado. Cuando en la casa huele a infierno, es porque El gato ya empieza a escribir, lo sé cuando se ovilla con las palabras Que no permitirá que nadie escriba, porque pertenecen al mundo De sus propios misterios. Sabe, más que los críticos, que la escritura Es un robo despiadado… (Centinela)    

 

¿Cómo es su nacimiento como poeta? -Comencé a asombrarme por la palabra, por la poesía, cuando estudiaba en el colegio, en mi pueblo natal, Ataco, Tolima. Me escapaba de las clases de química, de física, para meterme en la biblioteca a leer poesía, a leer literatura, y por eso aún no tengo la conciencia de ser bachiller de verdad. Me pasé la vida en el ocio de la lectura y también de la escritura.   Lo que era el orden dentro de la Escuela, lo transformé en un antro donde el negro alucina la luz, sobre las espaldas laceradas de los condenados. Pero en las Escuela todos son santos y en sus espaldas la luz no duele, surge indemne en forma de espíritu. … En mi íntimo ser batalla otro ser. He matado la Escuela y de su sangre me valgo para pintar esta otra cosa que es un manicomio. … En mi íntimo ser batalla otro ser, de negros apetitos. (Carta devuelta)    

 

¿Cómo empieza a tener conciencia sobre la poesía? - Creo que he tenido conciencia de la poesía como el arte de la dificultad. Es muy difícil escribir poesía, sin embargo vivimos en un país donde todo mundo dice ser poeta. Sin embargo es muy difícil hablar de grandes poetas, que los son, como Vallejo, como Neruda en sus buenos momentos. Como los grandes poetas de la Generación del 27. Como Vicente Huidobro y tantos poetas que en realidad lo son. Y creo que ese ha sido mi mayor asombro.   Pintar la locura de los girasoles Y hacer que iluminen la oscuridad del hombre. Esa es la Grandeza. Lo demás se subasta fácil como las telas de holán. Pero nada más cercano a la gloria Que un girasol que está muerto, Y nos alumbra. (Para un homenaje)  

 

Cuando se escapaba a leer poesía, ¿cuáles eran esos primeros poetas que estaba descubriendo? - Tuve una malformación, pero en el fondo fue una formación. ¿Por qué digo una malformación? Porque en ese tiempo leí únicamente los poetas que aparecían en los manuales de literatura de los colegios. Recuerdo que el autor era Lucila González de Chávez. Y lo que se publicaba allí era esa poesía tradicional, todavía muy conservadora, muy clasicista, muy romántica, muy enaltecedora del Yo íntimo. Después fui irrumpiendo en otras lecturas que le aportaban más a lo que era realmente la poesía y el arte… A mí Baudelaire me transformó, Rimbaud me transformó… Y en español, Vallejo fue para mí un poeta esencial, y Vicente Huidobro principalmente. También la primera vanguardia.   I. ¿La simetría de Dios en la piel del tigre fue otro de tus grabados, terrible Blake?   XIV. Dios pela una cebolla, el Diablo pela una cebolla, ¿quién llegará primero al corazón?   XVI. Abro el libro, pero el tigre ya se ha ido. Sigo sus huellas (Blake).    

 

¿Qué les debe a estas lecturas? - En este proceso de lectura y de escritura, lo que uno hace es corregirse en cierta forma, y enriquecerse a través de los autores que uno lee. El concepto de poesía va cambiado a través del tiempo, a través de esa experiencia de lectura, y a través del ensayo principalmente. El poeta tiene que leer ensayos acerca de la poesía. Tiene que leer filosofía, pienso yo. Tiene que leer arte. El poeta tiene que tener una sensibilidad para esas otras formas de expresión, porque esta justamente ha sido la enseñanza de la poesía moderna. Baudelaire, Rimbaud, Shelley, los poetas románticos, Hölderlin, fueron poetas que escribieron poesía, crearon mundos, pero también reflexionaron acerca del acto de escribir, reflexionaron acerca de la palabra. Creación y reflexión son dos actos que no pueden separarse –y crítica-.   Cuando Hölderlin escribe poemas en su cabaña el viento se le lleva el techo. Es cuando mira la hoja vacía en que escribe y dice “para qué”. El poeta escribe su poema último con la pluma partida, luego, en el punto más alto de su locura, la devuelve a sus dioses sin darles las gracias, con un “para qué”, y con el fuego guardado para tiempos de escasez quema la cabaña. (En tiempos de miseria Hölderlin prende fuego a su cabaña)   Pero creo que de la poesía lo que más me asombra, no es sólo su belleza a través de la imagen, sino que esa imagen esté llena y sea capaz de resignificar el mundo, que sea capaz de reinterpretarlo, que sea capaz de verlo de otra forma. Y no sólo verlo desde un Yo íntimo, personal, sino desde ese Yo otro. Ese Yo que somos Todos.   Tengo las manos teñidas de rojo, luego de pintar mi autorretrato. Me pinté en el infierno. En ningún otro lugar están todos los óleos. Sólo en la tempestad de esos colores pude dibujarme. A mi lado, La cena abandonada, y el rojo entre mis manos. Siento miedo Al saberme el autor de mí mismo. (El relato del Conde Harry Kessler)  

 

En su obra hay un diálogo con la pintura, ¿por qué no nos habla de la relación Poesía-Pintura en relación con Poesía-Poema? - En la poesía colombiana hay una tendencia temática a expresar la poesía a través del lenguaje plástico, a través de la pintura. Yo me aventuré en poesía a expresar la pintura a través de la poesía por medio de esos pintores que son canónicos pero que a su vez son marginales como Van Gogh o como Goya. Y estos pintores lo que han hecho es ver el mundo a través de la marginalidad, a través de la escisión, a través de la locura. Incluso a través de la enfermedad. Sólo como pan y cerveza. El hambre es de pinceles, de telas… Miro los soles concluir en estas tardes verdes que me aguardan una esperanza, y algo se crispa en el espíritu insaciable. El alba me acoge con brazos blancos y creo comer de las patatas que pinto. El hambre es de colores. Envíame un poco de dinero para ganar los días que vienen. Voy a terminar los bordes de un cielo por el que quiero escapar. (Carta)   Y es así como estos grandes pintores, que tienen una postura negativa frente a lo estético, son grandes pintores y, a su vez, grandes poetas, porque no necesariamente los creadores tienen que ser poetas en pintura o poetas en poesía. Y ellos me enseñaron eso… Entonces escogí esos poetas pintores, -que realmente tienen un mundo, un drama interior, porque la poesía es eso también: un drama interior, (“En mi íntimo ser batalla otro ser, de negros apetitos”), pero no para retratarlos, no tanto para ubicarme de una manera contemplativa con el lenguaje a través del poema, sino como una manera de reencarnarlos por medio de la palabra.   Me aterro Cuando salen corriendo De esta casa todos los personajes Y me dejan solo. Entonces tomo el pincel y regreso a mi ocupación: Volverme a hacer. (Autorretrato)   De ahí surgió un momento que tuve con mi poesía, porque creo que he ido cambiando de formas con la poesía.  

 

Leyendo sus poemas sobre Van Gogh, Goya, pareciera que el poeta que escribe entrara en los cuadros que pinta, y se sentara en la silla, por ejemplo. ¿Cómo hace usted para habitar ese mundo pictórico? - Aprendí de la poesía moderna, y de Baudelaire principalmente, que “mi grandeza existe en no tener corazón”. Baudelaire separó el Yo biográfico del Yo estético. Por eso cuando escribo me ubico en ese “Yo soy Otro”. En la posibilidad de ser “El Otro”, y en este caso, en ser el pintor.   Digo una palabra Y su sombra proyecta una escalera. Por ella subo A las altas basílicas de la luz, Apuntillo el cielo Y cuelgo los girasoles de Van Gogh Para que la eternidad Sea un lienzo Purísimo. (Instalación al aire libre)   En el desdoblamiento de ese Yo el poema va surgiendo… Pero yo nunca digo: “Voy a escribir un poema que va a empezar así y que va a terminar asá”. Tengo un gran mural, el esquema. Sé sobre lo que voy a escribir, voy poniendo la primera frase y el poema se va dando. Y en muchos de estos casos está ese Van Gogh íntimo de las cartas a su hermano Théo. Y es allí, en estos textos, donde lo estoy viendo dentro del cuadro. Es decir, es meterse por medio del lenguaje dentro del mundo de su obra.   ¿Quién no hubiera querido ser la mano de Van Gogh? Estos poemas quisieran, por lo menos, revelar al lector Secretos de su oreja mutilada. Por ahora sueño que estoy Sentado sobre la silla que dibujó, y que él viene; viene Bajo el cielo de Arles, se me acerca y desenrolla un lienzo Transparente a través del cual puedo mirar unas campesinas Barriendo en los patios de su infancia. Más allá, sembradores De patatas, y los cuervos sobrevolando trigales por cielos De eternidad. Pero cuando voy a entrar a una casa que me ha dibujado, Despierto asomándome por ventanas solares. Antes, el pintor me ha pedido Que le lleve a Théo una carta. (Para una iniciación)  

 

En poesía existe el poeta que reflexiona sobre su obra, ¿usted tiene alguna arte poética? - Creo que una de las grandes tendencias de la poesía moderna, es ubicarse dentro de la poesía misma. Es decir, la poesía que reflexiona sobre la poesía a través de la poesía. Entonces esto no es algo que yo sólo hago. Es una tendencia moderna y contemporánea del poeta. Estos poemas que leí: Tinta de Escarabajo y el Centinela,son el símbolo del poeta, y son justamente como un arte poética. En mi libro Grafías del Insecto creo que es donde mejor está simbolizada esta arte.   Poseo el oficio exquisito del insecto en mi mano: Hacer redonda, aunque por un instante, la dicha Invisible de una materia inútil. (Tinta de Escarabajo)  

 

¿Por qué la cercanía en su obra con la locura? - Creo que la marginalidad y el absurdo son una forma suprema de edificar el arte. Pero no hablo de una locura como una enfermedad mental sino como una desorganización, incluso consiente del Yo, y que es capaz de fragmentar la realidad a través del lenguaje. No hablo de esa locura de la estulticia, sino de esa locura de la ingeniosidad para crear y, casi siempre, desde allí, desde esa negatividad, mirar el mundo y enriquecerlo.   La ciega Narcisa enloqueció y dijo: Estoy en el paraíso. Ese lugar no existía, hasta que la alucinada lo pronunció, y alguien tomó papel y pluma para escribir su viaje, y para meternos en este embrollo. (30)   La poesía es distinta a esa literatura edificante, la cual no parte del absurdo sino de entregarnos una moraleja, de enseñar al hombre a ser bueno, a edificarlo… Y creo que esa literatura no se ha identificado con las grandes obras. Por eso, en ese sentido, pienso la locura o el mal cuando escribo.   De todos los grabados expuestos en la galería, el rey ha terminado enamorándose de La enfermedad de la razón. Esa escena de moribundos -según lo ha dicho- parece expresar la maravilla de quien perdió en la tierra todo consuelo. (Carta de un crítico inédito a Goya)  

 

Háblenos  del ensayo, ¿cómo es ese trabajo suyo, de un poeta que reflexiona sobre la poesía de otro, en este caso específico sobre Álvaro Mutis, Aurelio Arturo, Ramón Cote Lamus y Carlos Obregón? - He venido haciendo reseñas sobre libros. Publiqué durante muchos años, en las páginas culturales del periódico Nuevo Día, notas sobre poesía, sobre grandes poetas y sobre poetas colombianos de diferentes épocas. Pero últimamente he hecho ensayos, principalmente de la poesía colombiana a partir de Carlos Obregón, un poeta que se está empezando a reconocer y quien fuera muy difundido en España (2).   El silencio gira en torno de la espiga. La espiga asciende, palpa, escucha. Y en el filo del exilio La noche florece fervorosamente.   Y estas reflexiones me han servido mucho para conocer un poco más la poesía colombiana, y para atar ciertos cabos acerca de lo que pienso sobre la poesía misma y sobre el mundo construido en particular por Carlos Obregón y por la poesía colombiana, la cual creo que empezó a ser grande a partir de la revista Mito,donde estuvo Carlos Obregón creando, justamente, esos espacios imaginarios a pesar de ser espacios vívidos, afectivos: una de las grandes rupturas de la poesía colombiana con la tradición.   A veces, al caer la noche, temo entrar con mi cuerpo en tu vasto silencio. Y sin embargo, Entre los cirios Hay algo que ya es mío. Tu misterio está en todo. Estás sólo y te amas.  

 

Y sobre Carlos Obregón específicamente, ¿cómo llegó a encontrase con su obra? - Comencé a leerlo en antologías de la poesía colombiana. Es un poeta del cual siempre se habla pero del que se escribe poco. Y me asombró que todas las antologías lo incluían pero no había un estudio, una investigación acerca de Carlos Obregón. Entonces empecé a leer su obra, la cual fue publicada por Procultura en el año 85, y allí fue donde comencé a indagar sobre sus obras, y a ampliar ese trabajo de investigación y reflexión. Y debo decir que fue mucho lo que aprendí en este ejercicio ensayístico.   Rezar es preguntarse por qué la hierba crece, Por qué el trigo gravita santamente en su espiga, Por qué la tierra se entrega en su alabanza Cuando mi ser la cubre.  

 

¿Y el ensayo qué importancia tiene para usted? - Es muy importante el ensayo hoy, porque existen ensayos que son capaces de impulsar la creación. Hablo por ejemplo de los libros de Bachelard o los ensayos de Octavio Paz. Pero sobre todo Bachelard: su publicación en los 80s, propició en la poesía colombiana toda una serie de libros incluso sobre la poética del espacio. Y de estas imágenes de la poética del espacio surgieron libros sobre la casa, tema que retoma Bachelard en sus ensayos para explicar la fenomenología de la imagen. De allí es de donde surgen libros, como La Casade Víctor López Rache, Premio Nacional de Poesía, y de Piedad Bonnett quien también llegó a escribir sobre el tema. Si nosotros miramos minuciosamente, en esa época los ensayos de Bachelard que se publicaron en Colombia, y la difusión que se hizo de este género a través del Magazín Dominical, podremos encontrar cómo la poesía se nutre del ensayo.  

 

¿Cómo estamos recordando a Carlos Obregón, tras sus cincuenta años de muerte, podría para concluir leernos un poema del poeta bogotano? - Una de las imágenes más recurrentes en la obra de Carlos Obregón, es El Vedrá. El Vedrá es una roca inmensa en las Islas Baleares, de casi cuatrocientos metros de altura, y este lugar se convirtió en la simbología para Carlos Obregón, como el centro del mundo, como el viaje que realiza el poeta a través de su libro Distancia Destruida, y su llegada justamente a este lugar sagrado que se llama El Vedrá.   Roca viva en milenios Llama de piedra contra el tiempo Conjuro matutino Tras el rezo del mar Tras el silencio Rito del ser bajo la ausencia Roca del sol sediento Extiende su clamor Su santa guerra Desde el alma domina El ángel que atestigua El verbo sumergido Unidad que se adora Y lo proyecta.  

Bogotá, 23 de abril de 2013

     

 

(1) En el año 2012, la Universidad Tecnológica de Pereira publicaba en la Colección Literaria, Pensamiento y Sociedad, El Espacio Imaginario en la Poesía de Carlos Obregón, obra de crítica literaria basada en la tesis laureada: Carlos Obregón y la visión del reino, espacios imaginarios en la poesía colombiana, que la Universidad de Pereira le otorgara al poeta y crítico Nelson Romero Guzmán en el año de 2011.   (2) A partir de ahora y hasta el final de la entrevista todos los poemas que se citan hacen parte de la obra poética de Carlos Obregón.

 

   

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RODRÍGUEZBUSTOS JC. Crítico, autor de los ensayos "España entre la Realidad y el Deseo", "España tierra ofendida", "César Vallejo, acerca a nos vuestro cáliz", "Jorge Rojas y el Arte de amArte", "Gustav Mahler, instrumento de la creación".

 

NELSON ROMERO GUZMAN. Nació en Ataco, Tolima, en 1962. Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás. Realiza estudios de Maestría en Literatura Latinoamericana, Universidad Tecnológica de Pereira. Ha publicado los libros Rumbos (1988), Surgidos de la Luz (Universidad de Antioquia, 2000), La quinta del sordo (Universidad Nacional de Colombia, 2005), Grafías del insecto (Universidad del Valle, 2006) y Obras de mampostería (Instituto Distrital de Cultura de Bogotá, 2007). Premio de poesía Universidad de Antioquia en 1999 y el convocado por el Instituto de Cultura y Turismo del Distrito de Bogotá en el 2007. Reside en Ibagué, donde labora en la Rama Judicial.  



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