Revista Latinoemerica de Poesía

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La ciudad multiplicada



 

La ciudad multiplicada

 

Decía el escritor francés Raymond Queneau que “la ciudad es un espantapájaros domesticado”. Como atmósfera fundada, la ciudad ha sido varias veces un canto de luz para los poetas. “La herida bajo los escombros”, libro ganador del Portafolio de Estímulo Germán Vargas Cantillo para el desarrollo artístico y cultural en el Distrito de Barranquilla en el área de literatura, de Fabiola Acosta, nos recuerda la pluralidad de acontecimientos dentro de cualquier ciudad. “Enjambre de todos y de nadie”, afirmaba Joseph Brodsky.

Esta herida, este latido poético, surge de una preocupación por la autora de extraer el salvajismo urbano. El temor de merodear las calles, la oscuridad que encuentra una ciudad en ruinas. En el poema “Juego”, por ejemplo, Acosta la vivifica: “La ciudad se encuentra conmigo en su esquina ancha / es necesario ir deprisa para atravesar sus muertos”. Nos vamos perdiendo por los callejones rotos, por las aceras. Es una caída, un estremecimiento que no termina de hacernos descender.

Como feroz pronóstico, la violencia se refleja en algunos poemas del libro. En “El águila”, la majestuosa ave tiene el rostro de la barbarie: “La víctima aguarda inocente en el agua / las garras se preparan”. Pero no toda violencia se desprende del conflicto que los colombianos reconocemos. En “El temblor de la sangre” se manifiesta el travestismo como una manera de resistir un mundo fragmentado: “para reconstruir el otro espejo que llevaba por dentro, y frente a él, / se puso por nombre / Patricia”.

Al igual que el antioqueño Mario Rivero en sus “Poemas urbanos”, Fabiola adhiere a la ciudad su condición humana. Es así en su poema “La ruta del cuerpo”: Invoco la ciudad y sus moscas / Esas que se funden conmigo mientras duermo / Cierro los ojos / trepo en el aire y llego a un templo deshabitado”.

“La herida bajo los escombros” es un libro enérgico, potente, donde la autora multiplica la ciudad y su polvo en vivaces poemas que cuestionan los caminos, la realidad, la sobrevivencia del mundo.

 

Hellman Pardo

 

 

 

 

INMORTALIDAD

Digo infancia y atravieso como el sol al otro lado

La luz se filtra en el cuerpo
Lanza su jadeo de tiempo

Habitaciones abren sus puertas
En el fondo aparece la abuela con el mediodía en los ojos

Digo infancia y nos sumergimos
y nos consumimos en aquella tierra donde se encienden las
fiestas con las voces que vuelan por el patio como pájaros

Un olor a dulce se reparte en la luz de los espejos
y los espejos son los recuerdos que se extienden en este corazón de agujeros y grietas
Dan un salto en el tiempo
y me hacen inmortal.

 

 

 

 


TRAVESÍA

Ese instante de niebla que me hiere y me levanta
sube en silencio y me come la risa
Una vez más este instante me arroja
Lo reconozco y me resisto a caer

Curo la vida con una luz silvestre
Bailo una vez más en el corazón de la tierra
Y los muros se desvanecen
Sepultan la derrota
Aquí
en este camino esperaré sin memoria.

 

 

 

 

GOLPE

Golpeamos a ciegas la sombra muerta en la pared
Alimentamos la sangre de palabras polvorientas

Nos extraviamos en la pesada noche que nos mira con su ojo de cuervo
Aquí donde solo el dolor nos reconoce
donde grita el viento
y se enciende la lluvia como un relámpago en la sangre.

 

 

 


CASTIGO

Despertarse con los ojos cerrados y sentir que una mano ciega nos busca.

 

 

 

 


JUEGO

La ciudad se encuentra conmigo en su esquina ancha
Es necesario ir de prisa para atravesar sus muertos

Su boca de reflectores me busca
Me muestra las heridas y los hijos del humo

Sobre su cuerpo hay caminos salpicados de sangre
Lo sé:
Esta ciudad juega a devorarme

 

 

 

 


DESTINO

Nos conoce la noche y el día de las piedras
Avanzamos sin destino en una ola vacía y blanca
Despertamos en un día que está de pie
Que nos busca con sus manos de lava y su pupila de tigre.

 

 

 

 

 


EL TEMBLOR DE LA SANGRE

Cambió su nombre cansado para reconocerse en el espejo
Una risa de teatro interminable le acompañaba
mientras dejaba caer su silueta rebelde en la silla de la esquina

Un día se descubrió ausente
Sintió el sol moribundo en su sombra
Rezaba entonces por los muertos

Iba a velorios
a las iglesias
cuidaba de los niños
Y cuando ya no pudo más, volvió a emprender el viaje
Se marchó con el temblor de la sangre
con una soledad blanca en sus cabellos
Nunca sabré su verdadero nombre
Solo sé que retorció el tiempo aquella noche cuando se vistió de seda y lentejuelas para reconstruir el otro espejo que llevaba por dentro, y frente a él, se puso por nombre
Patricia.

 

 

 

 


FUSILAMIENTO

Hay raíces de hambre
El viento se arrincona en la esquina
Pálido y lánguido observa la esperanza fusilada

Los traidores dejan su huella de ruina
Trazan las huellas de una historia con rostro de medusa
Todo llega y borra el sueño
Mañana será otro día.

 

 

 

 


A LA ESPERA

Se resistía a caer
Iba con el vientre vacío
Moría
Moría
como insecto

Un día se dejó caer en una esquina
Los buitres en círculo esperaban el momento para devorarlo.

 



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