Revista Latinoemerica de Poesía

Revista Latinoemerica de Poesía

post

44. Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz



Poemas de ausencias en Praga

(Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz)

Por Miyer Pineda

Es notable la poética de Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz (Cali, 1951), en el campo de la literatura colombiana. Es uno de esos ríos que se deben conocer en el reino. Su estilo es único y se concentra en la construcción de la imagen capaz de explorar los sentidos y hechizar con la sinestesia al sonámbulo lector de poesía. Las resonancias que crea en sus poemas para descifrar el mundo, ofrecen la posibilidad de enfrentarse a sus abismos. Bien sea rastreando la ciudad o sus personajes cotidianos, o conversando con los quijotes que sostienen la existencia del universo, o explorando las misteriosas islas de la nostalgia, Ordóñez traza la fundación de la peste, del amor, o de la sombra abismal de la mujer. En las grafías la gama cromática del cosmos, cifradas en la hoja que inaugura el río. Leerlo exige atención; rumia de palabras para que el sentido de lo que somos frente al poema, se desborde. Su poesía es ungüento, algo de sed para el camino. En la red circula un ensayo suyo sobre el bolero, y en Rosa Blindada reseñas de sus lecturas. Poeta de verdad, a punta de son, saudade y río, se resguarda del mundanal ruido en la escritura, en las artes de la conversación y en la amistad. Maestro fabulador y lector riguroso, no se asombra ante la audacia fácil tan común en las poéticas de hoy, afanadas en exhibir más que en pensar. Por eso es grato conocer sus poemas y encontrar algo de silencio en este océano ruinoso; su poética nos dice que la poesía es el futuro.

 

 

 

Tomado de “La Revista Clave” (2013)

 

 

DE EL PRINCIPITO A ANTOINE DE SAINT EXUPERY

Es posible que para recordarme hayas viajado
a otro asteroide,
un poco mayor que el mío,
tú también amabas las puestas del sol
tras las montañas,
las tuyas, quizás cubiertas de nieve, las mías,
un poco yermas
por escasez de agua.
Sin embargo, ahora extraño el ruido
de pájaro extraviado
que hacía tu bimotor al pasar por mi ensenada.
Ya son demasiados atardeceres sin tu voz,
sin tu gesto que se abría como la flor del pensamiento
al escuchar mis sencillas historias de rosas y elefantes.
Debe ser que tus ojos se embriagaron
con los paisajes de otra tierra
amable y traicionera, o tal vez, que el desierto
abrió sus puertas para habitar tus sueños
y ya no quisieras regresar

cada vez que en el horizonte planea una gaviota,
me da vueltas el corazón, como un péndulo
sobre el aljibe,
porque ilusiono que es tu avión viajando hacia mi casa,
pero pasa de largo, rumbo a lo inefable,
y yo acerco, por infinita vez,
mi pequeña butaca hacia la luna

 

 

 

De Cuerpos sobre campos de trigo (Premio nacional de poesía Eduardo Cote Lamus, 2014)

 


VI

Soy Nadie, siempre a la espera del feroz Polifemo
Con botas pantaneras y cantimplora vacía en el costado,
Mi cuerpo tiene sed, está tostado y magullado,
No obedece mis órdenes, se orina o evacúa en cualquier parte

Mi cuerpo es un abismo, lleno de riscos y de tempestades,
Una tarde volví a mirarlo en un espejo de agua quieta

No lo reconocí, fue tan ajeno a mis cosas y a mis pensamientos,
Picado por bichos, por serpientes y ramas urticantes de la selva
Picado por el sol con sus cuchillos, por la tierra y el polvo
Donde yace la noche olvidada en un fardo de cosas viejas”

 

 


III

Y en medio de la lluvia,
Como papelillo picado que bajara del cosmos,
El hombre y la mujer, tomados de la mano
Se han lanzado desde la oscura torre de septiembre

Con un séquito de humo y llamarada,
Se han lanzado a la muerte, su porción de instante,
Y es una danza su piedra de caída, una danza sin sol,
Sin voz, sin amapolas, a los ojos del mundo, tras las máscaras

 

 


V

eran doce los hombres
como aquellos de la red y la túnica

doce mundos, doce tribus
esperando conquistar su tierra prometida,
doce destinos en un lance de dados

(qué más da si en el cosmos falta una sola rosa
se atasca una ballena o se lanza una piedra)

eran doce los hombres
con doce casas tocadas por la lluvia,
doce mujeres que repartían el trigo en doce cestas

(qué más da si los aviones siguen volando a las ciudades
y se llena el estadio y mañana es domingo)

eran doce los vivos
con el agua en el cuello,
la garganta del arma en sus arterias,
un olor a manigua, el frío glacial de la babosa
reptando por la espalda

(qué más da si el payaso se enjabona la tinta,
si se cumple un horario,
si otra vez, como siempre, retomamos la piedra,
y llenamos las callen en procesión de enjundiosas hormigas)

qué más da

eran doce los hombres
antes de volver a la ceniza

 

 

 


VI


la joven maestra de Hiroshima
con sus doce niños pasando la vereda
sólo una mancha gris sobre el asfalto,
cuerpos evaporados en el aire

más arriba el hongo de la infamia
con su puño de fuego sobre el mar Pacífico

llueve en mi país con tanta fuerza
que es en toda la tierra su avalancha

llueve todo mi ser, llueve despacio, con truenos, sin sosiego

cuando vuelva a escampar, una bandada de cuervos
ha de esperar su turno entre despojos:

cuerpos abandonados sobre campos de trigo

 

 

 

De Manuscrito de Sísifo (Premio nacional de poesía UIS-2013)

 

 


GUIJARRO

Lento río ha viajado
por su lomo, color ocre
por mi noche, en resplandor,
por mis leves rodillas
de su tiempo sabe el agua
fugaz y eterna

piedra de siempre,
pequeño fulgor
en la espesura

ahora en mi escritorio
fósil desalado
paciente como un escarabajo

 

 


DESTINO

Destino de las piedras
existir y callar

dejar que el viento
el agua
el canto de las aves
les otorgue

sus formas poderosas

 

 

 

SÍSIFO

De la estirpe del viento,
ahora soy un condenado
como todos los hombres,
no es fácil mi tarea
tampoco amarga

en la tierra
cargué en mis hombros
el peso del desamor

en los infiernos
pesa menos la piedra
que rueda hacia la sima
como un recordatorio

 

 

 

De La casa amarilla (2011)

 

 


GIRASOL SOBRE LA NIEVE

No te afanes por el lujo del señor Rappard,
quizás no provenga de sus telas.
Los artistas en estos tiempos
viven escasos de fama y de dinero
A veces, en el más crudo invierno
brota un girasol sobre la nieve.
No te desesperes, venderemos tus cuadros
el próximo verano

 

 


LECCIÓN DE ANATOMÍA

Me dices en tu carta
Que las cosas no son fáciles
Por las exigencias del tiempo
Ya que la nieve no cesa de caer

Me agrada que vayas a la fuente,
El esqueleto es la base de todo,
Espero conocer esos bocetos,
Igual el de la vaca y el carnero,
Quien pinta un caballo puede pintar el universo

 

 

 

De Palabras migratorias (2010)

 

 

 

OLVIDOS

Olvidé amarrarme los zapatos, madre
tú me despedías sin besos, apenas una señal de cruz en el aire,
tan cerca del aljibe, ponías en mi siniestra una granadilla
y en mi maleta escolar un lápiz que olía a maderas ocultas,
aserrín de algún sueño que contaban los hermanos menores

Que te puedes caer, tú me decías,
¿y cuántas veces me desplomé de bruces, de nalgas, desamores?
Quise aprender tu lección, casi analfabeta,
pero el olvido fue mi yermo territorio
Aún recuerdo que pintaste a Moisés separando las aguas
con tus rasgos menudos, casi con vergüenza
porque yo tenía el brazo entablillado, tal como ahora
el corazón, la vida, entablillados,
y mientras dormía en un laberinto de monstruos y temores
tú, bajo el mosquitero, intentabas curarme
con un aceite fétido de tuétano y lombrices

Ahora, con esta voz que me sale a hurtadillas,
por entre matorrales de cemento y niebla,
quiero decirte que tus pasos endebles, a causa de la artritis,
suenan con tanta fuerza en mi escalera de madera crujiente,
que ya puedes respirar tranquila: no me he vuelto a caer,
así lo espero. Cuando miro mis zapatos, como focas
invernando en un rincón de la buhardilla
no puedo menos que sonreír despacio y aspirar con ternura
ese aceite lejano de tuétano y lombrices

 

 


De Exiliados del Arca (2008)

 

 


SURICATO


Para Pablo Montoya C.

Soy el guardián,
el que se alza sobre sus patas traseras
para advertir el asedio de los predadores.
Cuando el guepardo tensa su cuerda de carrera
con un solo gesto aviso a los míos
sobre su bella pero fatal presencia.
El aire sopla sobre mis flancos,
arroja sus briznas desde la pradera,
como un tambor de pregones
el mínimo instante del salto
alumbra en mi pupila, se convierte en miedo
y trata de paralizar toda mi sangre.
Pero soy el guardián, el rapsoda de la tribu,
así que emito mi sílaba sencilla
y todos los suricatos
con sus colas, como banderas de combate,
se esconden, obedientes, bajo tierra.

 

 

 

CABRA

Para Ulrica y su acto de fe

No existe una historia verídica de cómo llegó la cabra
a estos barrancos del fin del mundo,
pero allí está, rotunda en el espacio que le corresponde
junto al viento, sobre riscos que alguna vez fueron fondo del mar

Ver una cabra en la mitad del mundo,
señalarla con el índice a desmedro del corazón
es habitar esa música arisca
que va llenado el espíritu como si fuera una tinaja de vinagre

Una cabra, como si el silencio y la muerte
fundieran sus campanas en el abismo.
Tan pequeña y tan sola, difícil es nombrarla
digamos que no es verbo, no alcanza su peregrina humildad
a conjugar la alegría, adjetivo tampoco, casi nada

sólo cabra, proyección viva y palpitante
de un peñasco con ramas secas en nuestros ojos en romería.
Agua salada en la garganta, pregón sin palabra,
metáfora del más absoluto y fiel abandono
piedra, piedra, con el sopor de un sol quemante

Y si llueve
y las gotas resbalan por su piel tostada,
la cabra, dignamente se esfuma, sin quejarse,
sigue de pie, silenciándolo todo, casi muriendo,
a distancia del tigre, no es la quemante joya
solo cabra en nuestra memoria de peñasco y olvido

 

 

 

De Brújula insomne (1997)

 

 


NAVEGANTES

Ulises ha partido
en pos de una isla imposible
Nadie habrá de encontrarla

Cuando regrese, Penélope,
No olvides destejer el manto
Será un sortilegio volver a conquistarte

Y tú Telémaco, huérfano de los mares
Debes navegar veinte años
Para vivir tu propia Odisea

Sólo entonces el arco
El perro y las doncellas de la ínsula
Reconocerán en ti a su dueño

 

 

 

CAMBALACHE

Las casas del barrio nacieron pobres,
Algunas dieron por fin cara de domingo,
La nuestra se quedó en el primer día de la creación
Sin embargo, tenía su encanto:
El lote sin construir era cancha de fútbol,
Tinglado de lucha libre por las noches,
Playa de aserrín para ver las constelaciones de verano

De cuando en cuando
Sonaba la voz ronca de Cambalache,
El hombre que cambiaba cualquier cosa por ropa vieja
Los primeros desajustes del amor
nos llegaron en un Philips destartalado
que nos cambió por una chaqueta de mi padre,
Los viajes de Gulliver soñaron bajo almohada
En canje por las polainas del abuelo, veterano de guerras
El gran duelo de la familia empezó
Cuando le di el canario a cambio de la lámpara de Aladino:
Mis padres perdieron un negociante pero ganaron un poeta.

 

 

 

De Farallones (2000)

 

 

DE NIÑO a Sebastián le prometieron
un caballo y una guitarra
suficiente para ser hombre en la tierra

La ciudad ardía entre bengalas
Los caballos acezaban en el hipódromo

En vano fue la espera
Salió la luna
y se volvió a esconder entre palmas

El viejo Willis frente a la fonda de jinetes
escondió a Moisés para que viera de lejos
la tierra prometida

 


EN EL PUENTE de bambú
casi de aire
un caballo de ojos tristes
mira su sombra en la corriente
ha querido pasar, se ha detenido
en el umbral como pensando
un ajeno país al otro lado

 

 


De Ciudad menguante (1997)

 

 


NOCTURNO BAJO EL SIGNO DE VENUS

El hombre que estremece el manzano
Bajo los astros

No espera luz
Ni voz
Ni sangre

Sólo una fruta
Alta y perfumada:
Noche de la ciudad
Que cae como un pájaro

 

 

MONA EN GRIS MENOR

Saber a dónde vas
No tiene importancia,
Se va a ninguna parte

Mañana estarás alumbrando
Otros cuartos oscuros
Con tu sonrisa fácil
Nuevos pasos para otro inventario
O de pronto te quedas aquí
Pelando una naranja
O robándote en los crepúsculos
La tarjetería de gente nebulosa
Que asiste a la ópera

Mujer de pocos años
De caminar tranquilo
Los teatros rojos
Siempre te esperan en la tarde
También los amigos
Para mirar alegres el paso del cometa
Que tan sólo regresa el nuevo siglo
O callar sobre la curva de la luz
Dibujada en tu rostro
Y ver que tu cabello
Joven todavía
Flota sobre la brisa
Que viene desde el mar

Mientras llega la lumbre
La guerra
O la miseria de los cuerpos
No dejes de quedarte
No dejes de beberte sorbo a sorbo
La noche que se enrubia en tu cerveza

 

 

 

De Vuelta de campana (Primer premio de poesía Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá -1995)

 

 

TESTIMONIO FINAL DE UN EXTRANJERO

Soy Gregorio Samsa, un condenado al cielo
Tuve un padre por Dios
Arrojaba manzanas desde el primer paraíso
Hasta que una se anidó en mi espalda:
No entiendo si premiaba mis actos
O quería recordar alguna de mis transgresiones.
No tomé vino ni leche, boca amarga me asediaba.
La hermana fue la música
Su violín declinando en la noche
Me arrebató del reino silencioso.
Cuando me vieron los otros
Les asustó mi piel, las nuevas formas de mi carne
Estos huesos que conmigo han guerreado
Calles, almacenes y cuerpos.
El báculo y la voz fueron designio
Retrocedí a la sombra
En busca de la libertad que no se acaba:
La dulce muerte me acogió en su seno
Atrás quedaron las sombras de los huéspedes
Paredes desnudas, abierta la ventana
Para que el sol de invierno alumbre sus miserias.
Madre, no resistí del cielo sus rigores
Ahora soy una brizna flotando entre la nada.

 

 

ESPEJISMO

Dulcinea,
perdóname por golpear al escudero
el pobre hombre no velaba mis sueños
ni mis armas de luna
Maltrataba el azor
y te llamaba Aldonza
como a cualquier villana.
Ahora comprendo,
apenas era la ilusión de un molino.

 


PARÁBOLA

El hombre paleolítico
pintaba bisontes en la caverna
Después los flechaba
Creía que debilitándoles el ánima
podía cazarlos en la estepa

Hago lo mismo, paciente y primitivo,
Sigo tirando flechas
a tu imagen de piedra
y sólo tu ausencia
se me enreda en las manos.

 


TIEMPO DE SEGAR

En Senegal
País de cabras
Y mujeres invisibles
Ovillando la luna
Cuando muere el poeta
Lo sepultan en el tronco viejo de un árbol

Al verano
Escasea el agua y la comida
Entonces
Pájaros migratorios
Vienen a picotear
La madera que canta.

 

  

 

Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz (Cali, 1951). Licenciado en Filología Española, Uptc, Tunja. Magister en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá. Miembro fundador de la Corporación Literaria Si Mañana Despierto, y de las revistas literarias Rosa Blindada, Calipoema, Cántiga y Ocarina. Docente durante 20 años de la Uptc en Artes y Ciencias del Lenguaje. Ha publicado los libros de poesía: Ciudad Menguante (1991 y 1996); Vuelta de campana (1994); Brújula insomne (1997); Farallones (2000); El puente de la luna (Antología, 2004); Exiliados del Arca (2009); Palabras migratorias (Antología, 2010); La casa amarilla (2011); Manuscrito de Sísifo (2013), Premio Nacional de Poesía de la UIS; Cuerpos sobre campos de trigo (2014), Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus; La tarde no cae (Poesía reunida, 2008-2014). Las antologías de poesía colombiana Desde el umbral, poesía colombiana en transición (Tomo I, 2005, y Tomo II, 2009), y La Fábula poética en Giovanni Quessep (1998), Premio Jorge Isaacs en Crítica Literaria.

 

  

 



Nuestras Redes