Revista Latinoemerica de Poesía

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Buris y Surazos en la ciudad de los anillos



Buris y Surazos en la ciudad de los anillos: noticias poéticas a la orilla del río Piraí

      Santa Cruz de la Sierra, ciudad boliviana de improbables autopistas circulares y de una hospitalidad mitológica certificada, ha dado –y da-buenos poetas. Buris y Surazos en la ciudad de los anillos es una antología preparada por Óscar “Puky” Gutiérrez, publicada por el Fondo Editorial del Gobierno Autónomo de Santa Cruz de la Sierra, en el año 2015,  que sirve como punto de entrada para echarle una mirada a la vasta polifonía de la poesía cruceña.

      Vale decir que esta mirada nos ofrece sus criterios de perspectiva de manera explícita en el prólogo. En él se advierte que la selección se ha preparado por: <<primero (y antes que nada) su evidente calidad literaria [se refiere a los poetas que están en la antología]; segundo su relativamente escasa difusión y, tercero, una “ciudadanía poética” que los hace esencialmente cruceños>>.

      A esos principios se suma un cuarto, que merece ser citado en su integridad:

 <<Es oportuno admitir que el otro criterio de selección acá utilizado difícilmente ingresaría dentro de una categoría académica. Ese criterio es el placer (esa “cosa” tangible y decisiva que permanece, sospechosamente, ausente de los sesudos debates literarios)>>

      Invito al lector a que piense en esos cuatro pilares, considere especialmente el último y conjeture lo que puede resultar. En mi caso, cuando menos, fue el feliz hallazgo de siete voces poéticas que comparten el asombro de vivir en Santa Cruz[1]. Ese asombro conduce a la necesidad de recorrer la ciudad para afinar la sensibilidad de la mirada sobre las prácticas sociales urbanas; y ese ejercicio de recorrer la ciudad, como quien se acerca al cuerpo de un amante por primera vez, permite un movimiento hacia adentro para afinar la mirada sobre sí mismo. El resultado de ese movimiento, que se desprende desde lo exterior y conduce a la revelación interior, se traduce en que estos siete poetas pueden hablar sobre una esquina, un gesto, una mujer (todo lo que toca el mundo de la ciudad, en suma) y también son capaces de hablar del abrazo, del beso, de la toma de posición frente a la vida (y también las dimensiones de decisión y afecto más íntimas). En ese movimiento, los siete poetas que habitan la antología demuestran un elaborado trabajo de carpintería sobre la palabra (sutiles juegos verbales, sospecha constante frente a la capacidad expresiva de las palabras, acrobacias gramaticales y de puntuación, etc) frente al cual no puedo hacer sino darle la razón al antologista y coincidir en que  los poemarios que entraron en la selección comparten una “evidente calidad literaria”.

      Óscar “Puky” Gutiérrez además de antologista es un buen poeta. He oído su poesía ante diversos públicos en tres países con resultados parecidos: al final, niños, jóvenes y ancianos de diversas latitudes quedaban con una sonrisa estampada después de escucharlo. “Puky” estará en Colombia entre el 20 y el 25 de mayo leyendo su poesía en el aribe colombiano en el marco de la XIII versión del festival “Flórez junto al mar” y visitará las ciudades de Barranquilla, Santa Marta y Cartagena; desde ya le damos la bienvenida al país en el que “crecen la rabia y las orquídeas por parejo”, según observa uno de los poetas grandes de nuestro tiempo, Juan Manuel Roca.

     Sin el permiso del autor –pero con todo el afecto y la admiración que le profeso- me tomo la libertad de compartirles un poema de cada uno de los autores reseñados en la antología; también les comparto un poema de “Puky” para que se antojen y, si se puede, vayan a escucharlo junto con los demás poetas.

 

Edwin Gamboa
Profesor auxiliar del Instituto Caro y Cuervo

 

 

Óscar Barbery Suárez

15

Mi esperanza pregunta:
¿por qué no?
si el día la noche el sol la luna
si la resurrección de la caña
si el viernes en los calendarios
si el colectivo circunvalando los anillos
si la primavera en los anuarios
si las navidades y los años nuevos
si el péndulo
si el minutero en las doce
si el caballito de la calesita
si el círculo vicioso
si el bumerán
¿Por qué no, ella regresando?

 

 


Patricia Gutiérrez Paz

TENGO UNA HERIDA que se ve y una que se intuye.

¿Cuál te atreverás a besar
para quedarte conmigo?

 

 


Gustavo Cárdenas Ayad


OTRA INFANCIA

Ese niño que jugaba
en el patio
con algún duende extraviado
es el mismo
que ahora
con todos sus fantasmas
transita por esta página baldía
jugando a esconderse en las palabras.

 

 


Eugenio Verde-Ramo Olmos

 

29

He caminado por la ciudad que amamos después de cinco décadas, dedicadas a los pájaros.
Todo parece mejor que antes, hay árboles que no reconozco, calles nuevas, nuevos poetas, otros vagabundos, otros santos.
Nadie se acuerda de tu conminada sonrisa de entonces, son pocos los que recuerdan el ideal que flameamos por las plazas; todo lo que intentamos, todo lo que quisimos, cuanto nos respaldó Dios junto a Natalia.
Hoy ya no sé qué hicimos con ese tiempo, estoy perdido en esta ciudad inmensa, los rostros son nuevos, vos ya no estás; pero todavía creo que la poesía no es humo, que la noche es pura y que imperceptiblemente aún, Dios se desnuda en nuestra piel.

 

 

 

Mario Alberto Herrera

 

57

El camino de tierra de Isabel
ya no se acuerda de mí.

No me recuerda su puerta,
no me recuerda su alma.

Hasta los perros de su casa
volverían a morderme
por primera vez...

 

 

 


Alejandra Barbery

 

CIUDAD DE SAUDADES

La ciudad del viento
sueña serena,
quieta.

Lejos, ausente,
como un imán,
el amor.

 

 


Pablo Carbone


XXII

Vivo bajo tristes llanuras,
bajo ardientes pugilatos.

Las mañanas son frías,
leves los establos de la risa.

Hay una congoja extraviada
que resbala por mi pecho,
una gota invariable,
un delirio de fragatas.

No estoy hecho para el trueno,
ni para el ronroneo de los jazmines,
las mitades se corrompen,
se amontonan las cenizas.

Soy un húmedo fantasma,
un oscuro pergamino,
un invierno en decadencia.

 

 

 

Óscar “Puky” Gutiérrez


ROMPER EL MALEFICIO

Este octubre duele lo que diez noviembres

es mi soledad una muralla tan áspera y obvia
tan jodida y cercana que
como último recurso para escapar de ella
es que debo intentar
enamorarla

inaugurarle ventanas a fuerza de besos
sacudirle los cimientos con el filo de un verso
penetrarla entre ladrillo y ladrillo
acariciarla dulcemente hasta que se caiga
humedecer su sexo/grieta
con la paciencia de mis labios
hacerle un boquete en la mitad del penúltimo sueño

y así
al final del romance
desnudo pero acometiendo
atravesarla hasta tus ojos y tus brazos
cuando mi larga espera y la noche
y yo y la noche
rompamos el maleficio
haciéndole el amor.

 

 

 

 

 

 

[1] Asombro que, sabemos, es de lo más natural dada la capacidad que tiene Santa Cruz para producir lo que un eminente biólogo caracterizó como: “esos verdes, erizados, húmedos objetos”. Hay, por ejemplo, un punto en el que convergen siete calles y una plaza de mercado; ver el mundo desde esa remota sietesquina con carros moviéndose por todos lados, entre la variedad extrema de los colores, olores y formas de todas las frutas y verduras de este lado del mundo, causa asombros por docena.

 



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