Revista Latinoemerica de Poesía

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Poema del Viernes # 100



Por Hellman Pardo


Y el Poema del Viernes de la Revista Latinoamericana La Raíz Invertida llega a su número cien. Para celebrarlo, de manera caprichosa (siempre lo es) he seleccionado una serie de poemas (y citas de sus ensayos y obras dramáticas) de mi autor alemán favorito de todos los tiempos: Friedrich von Schiller.

 

 

"Aunque a una flor artificial pudiera dársele la más acabada y engañosa apariencia de naturaleza, aunque la ilusión de lo ingenuo en las costumbres pudiera llevarse hasta el máximo grado, al descubrir que era una imitación quedaría sin embargo anulado el sentimiento a que nos referíamos.
Nuestra complacencia en la naturaleza no es estética, sino moral; porque no es producida directamente por la contemplación, sino por una idea. Tampoco se rige por la belleza de las formas. Así, esta flor no es un objeto mismo, es una idea representada por los objetos que amamos. Amamos en ella la serena vida creadora, el silencioso obrar por sí solo, la existencia según leyes propias, la necesidad interior, la unidad eterna consigo mismo. Es entonces la flor representación de nuestra suprema perfección en el mundo ideal; por eso nos conmueve de sublime manera".

Sobre la gracia y la dignidad

 

 

“La poesía es un juego sagrado,
gobierna a su placer el mundo.
Nos conduce mansamente a su océano
como sumisos corderos del caos”.

Los artistas

 

 


Hay dos tipos de belleza, según mi razonamiento: la belleza enérgica, que no podrá borrar por completo en el hombre un resto de dureza salvaje, y la belleza sensitiva, que no le libra de cierto grado de encierro.

La educación estética del hombre

 

 

Toda decadencia artística, en todas las épocas, se debe al propio artista.

La desposada de Mesina

 

 

 

El pescador amarra su barquilla en puerto seguro; la tormenta encalla los buques en el tiempo.

Wallenstein

 

 


Las cumbres se estremecen; retiemblan los senderos; el cazador pisa con temeridad las llanuras de hielo donde la primavera no esparce su resplandor, donde no verdea un arbusto; el mar ruge a sus pies y no visita las ciudades de los hombres; solo contempla el mundo a través de las nubes destrozadas.

Guillermo Tell

 

 


Cada gota de tiempo es un minuto mortal en la alegría; cada soplo de polvo una lápida de una belleza enterrada. En cada punto del universo la muerte ha estampado su huella de monarca; sobre cada partícula se lee la inscripción sin consuelo: pasado.

El paseo bajo los tilos

 

 

Cuando están maduros, los frutos del destino caen por su propio peso.

La doncella de Orleáns

 

 


La cultura, lejos de darnos libertad, desarrolla en nosotros, con cada nueva potencia que evoca, una nueva necesidad.

La educación estética del hombre

 

 

LA REPARTICIÓN DE LA TIERRA

“Tomen la tierra”, gritó Zeus desde sus alturas
a los hombres. “Tómenla, es suya.
Es su herencia, su regalo,
Pero deben repartirla fraternalmente”.

Todo el que tenía manos apresuró el paso,
jóvenes y viejos se movieron.
El labrador tomó los frutos del campo,
el noble irrumpió en el bosque.

El comerciante tomó cuanto cabía /
en sus almacenes,
el abad escogió el vino más añejo,
el rey cerró los puentes y las calles
y dijo: “el diezmo es para mí”.
Ya tarde, cuando todo estaba /
a punto de repartirse, todo,
llegó el poeta, que venía de muy lejos.
“No queda nada en ningún sitio,
todo tiene su dueño,
menos el pensamiento”.

 

 

EL PODER DEL CANTO

Un torrente de lluvia
surge con el ímpetu del rayo
desde las grietas de los peñascos,
escombros de la montaña siguen su claridad
y los robles caen a su paso;
asombrado, con un placentero espanto,
lo oye el caminante y escucha,
oye cómo ruge la corriente en el barranco,
poero no sabe de dónde surge;
así fluyen las olas del canto
desde fuentes desconocidas.

Unido a la tierra
tejiendo los hilos de la vida,
¿quién puede deshacer el encanto del poeta?
¿quién puede contradecir su música?
Como si tuviera el cetro de la divinidad,
domina el desconsolado corazón,
lo sumerge en el reino de los muertos,
lo eleva asombrado hacia el cielo
y lo mece entre la eternidad y el espanto,
dirigiendo la fluctuación de los sentidos.

 

 

LA CAMPANA (Fragmento. Traducción de Miguel Méndez Pelayo)

Fijado en la tierra, tapiado con obra de ladrillo,
se alza el molde de arcilla cocida.
Hoy nacerá la campana.
Obreros, tomen el sudor
que corre por su frente.
El cielo ha de bendecirla.

Tomen leños hechos con el tronco de la serenidad
y procuren que estén bien secos
para que la llama, comprimida,
penetre en la tobera.
Cuando el cobre hierva, ya fundido,
añadan el estaño.

Lo que construyen nuestras manos
con la ayuda del fuego, en el profundo foso de ese caldo,
en su permanencia en lo alto del campanario.
La fe sobre nosotros.
Perdurará en días lejanos y por venir
afligiéndose con el afligido
y uniéndose en el mismo coro con el llanto.

Veo saltar las burbujas blancas.
Las masas del metal ya están fundidas.
Mezclen ahora con ellas las sales
que así se acelerará la cocción.
Tiene que estar limpio el metal
para que la voz de campana resuene clara y fuerte.

Porque es con un sonido alegre
que ella saluda al recién nacido
en los primeros pasos que realiza
los brazos de su sueño.

Los tubos de ventilación ya se vuelven de color tostado.
Sumergiré esta vara de hierro,
y si sale recubierta de una capa vidriosa,
es que habrá llegado el momento de hacer la masa.
Obreros, comprueben la aleación.
Miren si lo duro y lo blando se encuentra en equilibrio.
Cuando suene, el que vaya a atarse para siempre
que pruebe antes del corazón, el corazón.
La pasión es corta y el arrepentimiento, largo.
La mezcla puede empezar.
Benéfico es el poder del fuego
cuando el hombre lo vigila y lo domina.
Lo que hace, lo que crea
se le debe a una divina fuerza.
Pero esta fuerza se hace aterradora
cuando se liberan sus cadenas
avanza – hijo libre de la naturaleza –
siguiendo su propio camino.
Creciendo sin ninguna resistencia
por las calles concurridas
va propagando un monstruoso incendio
porque los elementos odian
todo lo que la mano del hombre ha creado.
En la tierra el metal se ha fundido,
El molde se ha llenado como debía.
¿También saldrá bella a la luz
Haciendo que hayan valido la pena arte y fatiga?

Obreros, apresuren el paso
Que el campanario necesita su campana.
Hemos de transportarla desde la desdicha
hasta el centro de la esperanza.
Desde la catedral, con toques pausados,
llenos de inquietud,
tañe la campana su primer canto fúnebre.



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