Revista Latinoemerica de Poesía

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Moradas de la luz: 10 poemas colombianos ***



 

 

Por Henry Alexander Gómez

 

Toda antología es arbitraria, salvo las que hace el tiempo; sin embargo, son absolutamente necesarias. Trazar una cartografía, unos puntos cardinales para que guíen a un lector interesado en cierta época o algún terreno de la literatura, es bosquejar una visión personal, aunque se pretenda lo contrario, por parte de quien hace la antología. A su vez, en el oficio del antologador lleva consigo un sentimiento de placer, de poder, de encanto, pero también, de responsabilidad y de congoja.

La selección de los diez poemas que presento es insuficiente para dar un panorama. Al igual que los otros escritores que participan de este libro, imagino, he tenido que omitir varios nombres que son imprescindibles en la basta llanura de la creación poética colombiana.

Dejando a un lado las voces necesarias de poetas como Aurelio Arturo, Jorge Gaitán Durán, Luis Vidales, Carlos Obregón, Emilia Ayarza, Óscar Hernández o Héctor Rojas Herazo, he decidido iniciar mi selección con el poeta Álvaro Mutis. Su obra sobrepasa el anticipo y la posteridad del tiempo. En sus poemas hallamos siempre algo de revelación y de leyenda, de selva de réquiem o aventura. “Noticia del Hades” es una reverberación de la noche gótica.

Con José Manuel Arango rencontramos una línea que se reproduce, varias veces, en la poesía colombiana. El laconismo y la limpieza, la economía de palabras y la exacerbación del lenguaje. Su obra es soslayada por una anatomía de las cosas o sucesos cotidianos.  Una fuerza entrañable acompaña siempre sus poemas.

Giovanny Quessep es la mutación del jardín, un lenguaje que avanza por la vida invitando a comprometer la belleza. Hay desamparo, nostalgia y una noble cercanía de la muerte, como un otoño perenne. También existe en sus poemas un misterio que nos convoca a abrir un paraguas de luz.

A Juan Manuel Roca lo recordamos siempre por su imaginación desbordada. Sus poemas sorprenden. Sus artificios conjuran de una manera asombrosa la palabra. Con una obra ya consolidada en libros comoPaís secretoCiudadano de la noche o Las hipótesis de nadie, en sus últimos libros, Testamentos,Biblia de pobresTemporada de estatuas, encontramos a un Roca que se mantiene firme a la hora de desafiar el idioma. En “Poética”, hay una disección prodigiosa de la poesía.

La síntesis, la palabra precisa, el adjetivo justo, el rigor del joyero y la profundidad de la poesía en medio de lo natural y lo cotidiano, son algunas de las características del poeta caucano Horacio Benavides. Sus poemas son tejidos con un lenguaje simple pero nunca ingenuo. Al leerlos, logramos reflejarnos como cuando nos vemos en un pozo de aguas transparentes. Es la nomenclatura del misterio ante las cosas habituales.

Santiago Espinosa ha dicho que en la poesía de Piedad Bonnet encontramos toda una naturaleza de la tristeza. En efecto, en poemas como “Perlas” o “Los hombres tristes no bailan en pareja” hay una inflexión de la pena. En ellos el alma del poeta se hace táctil. Al leerlos un museo de lluvia nos abraza con el ardor y la belleza de quien canta el descenso de su propia noche.

Un catálogo de imaginarios se nos presenta al leer la obra de Rómulo Bustos Aguirre. De corte existencial, hay una fuerte preocupación por lo sagrado y el destello de la infancia, como una fascinación por las cosas simples y la urdiembre del mundo caribeño. En “Crónica del árbol de agua” se recrea el mito de la creación sumado a la impresión de los ritos cotidianos.

La escritura de Mery Yolanda Sánchez es demoledora. En su obra absorbemos el quejido del mundo para no olvidar quienes somos realmente. El duelo imposible, la memoria fallida, las oscuras pulsaciones de la noche. El poema es testigo primordial de la muerte. La palabra es hermosa y desgarrada. La violencia como un hollín que nos envuelve muchas veces sin tocarnos, a nosotros, quienes dilatamos nuestra pupila a propósito para no ver.

Injustamente se omite siempre de las antologías a la literatura indígena colombiana. Escrita en varias lenguas distintas al español como el wayuunaiki, el camëntsá o el quechua, sus temas nos acercan a diversos universos y cosmovisiones de mundos alternos a occidente. Fredy Chikangana, sin duda, es una de las voces más importantes en este gran conglomerado y su poesía nos revela, en una condición milagrosa, la tierra, los bosques y sus espíritus.

Por último, de la década del setenta, he seleccionado un poema del libroVida de nadie del poeta caucano Felipe García Quintero. Su obra lleva la estirpe del silencio que canta como una poética del vacío. El poeta se disecciona así mismo con un lenguaje sencillo y profundo. Hay sombras que se levantan en el aire como hondas pisadas de la noche. El símil de la madre durmiendo como una ballena encallada en la playa es poderoso.

 
 
 

NOTICIA DEL HADES
 
El calor me despertó en medio de la noche
y bajé a la quebrada en busca de la fresca brisa
que viene de los páramos. Sentado bajo un frondoso guadual
un hombre esperaba, oculto en la esbelta sombra de las matas.
Permaneció en silencio hasta cuando le pregunté
quién era y qué hacía allí. Se levantó para responderme
y desde la oscuridad vegetal que lo ocultaba llegó su voz
y sus palabras tenían la afelpada independencia,
el opaco acento de una región inconcebible.
“Vengo –me dijo– de las heladas parcelas de la muerte,
de los dominios donde el cisne surca las aguas serenas
y preside el silencio de los que allí han llegado
para esperar, en medio de las altas paredes de granito,
la inefable señal, la siempre esperada y siempre postergada
señal de su definitiva disolución en la nada bienhechora.
Ni la pulida superficie de las rocas, ni el helado espejo
de las aguas, guardan signo alguno de esa presencia innumerable.
Sólo la nielada estela del perpetuo navegar
del ave que vigila y recorre esas regiones, anuncia
cuáles son los poderes y quiénes los habitantes que pueblan
el ámbito sin designio ni evasión del que vengo a dar noticia.
Cada cual existe allí por obra de su propio y desolado
apartamiento. Sólo el cisne, en su tránsito sin pausa,
con breves giros de su albo cuello majestuoso,
nos reúne bajo el mismo gesto de un hierático despojo.
La brisa callada que baja a menudo de las cimas de granito
no basta para inquietar la superficie del lago. Nos llega
como una última llamada del mundo de los vivos,
de ese mundo en donde apuras, en distraído goce,
los dones que nosotros, allá, en nuestros parajes,
ya hemos olvidado. Observa cómo ninguna piedra es
muda en este tu mundo. Aquí te acogen voces, ecos y llamadas
todo te nombra, todo existe para tu protección y alivio.
Como presente no pedido y que no mereces vine a revelarte
lo que te espera. No saques apresuradas conclusiones,
nada de lo que puedas hacer se tendrá en cuenta
entre nosotros. La estancada y dura transparencia
de nuestro reino no es propicia a los recuerdos y esperanzas
que tejes y destejes en el tropel sin norte de tus días.
No creo que llegues a entender lo que he narrado.
Pertenece a una materia y a un tiempo que sólo los muertos
tenemos la lenta y gélida paciencia de habitar.
La huella del cisne sobre las aguas nos mantiene
a la espera de nada, apartados y ajenos, presos
en la neutra mirada del centinela de radiante blancura
en cuyos ojos se repite la teoría de los acantilados
que a trechos macula el óxido estéril de un liquen inmutable”.
Esto dijo y al extender la mano desde la tibia penumbra,
pareció iniciar un gesto ambiguo con el cual, al tiempo
que se despedía, me estaba indicando que, en alguna forma,
para mí indescifrable, yo me estaba iniciando en sus dominios.
 

ÁLVARO MUTIS

(Bogotá, 1923 - )

 
 
 

ESCRITURA
 
la noche, como animal
dejó su vaho en mi ventana
 
por entre las agujas del frío
miro los árboles
 
y en el empañado cristal
con el índice, escribo
esta efímera palabra
 

JOSÉ MANUEL ARANGO

(Carmen de Viboral, Antioquia, 1937 - 2002)

 
 
 

LA ALONDRA Y LOS ALACRANES
 
Acuérdate muchacha
Que estás en un lugar de Suramérica
No estamos en Verona
No sentirás en canto de la alondra
Los inventos de Shakespeare
No son para Mauricio Babilonia
Cumple tu historia suramericana
Espérame desnuda
Entre los alacranes
Y olvídate y no olvides
Que el tiempo colecciona mariposas
 

GIOVANNI QUESSEP

(San Onofre, Sucre, 1939 - )

 
 
 

POÉTICA
 
Tras escribir en el papel la palabra coyote
Hay que vigilar que ese vocablo carnicero
No se apodere de la página,
Que no logre esconderse
Detrás de la palabra jacaranda
A esperar a que pase la palabra liebre y destrozarla.
Para evitarlo,
Para dar voces de alerta
Al momento en que el coyote
Prepara con sigilo su emboscada,
Algunos viejos maestros
Que conocen los conjuros del lenguaje
Aconsejan trazar la palabra cerilla,
Rastrillarla en la palabra piedra
Y prender la palabra hoguera para alejarlo.
No hay coyote ni chacal, no hay hiena ni jaguar,
No hay puma ni lobo que no huyan
Cuando el fuego conversa con el aire.
 

JUAN MANUEL ROCA

(Medellín, 1946 - )

 
 
 

EL CERDO
 
El cerdo entra en el poema
como una ofensa
pero nadie sabe
que el cerdo también reza
 
Al final del verano
cuando las golondrinas
arrastran el paracaídas
de la lluvia
el cerdo se sale de sí:
 
da vueltas salta grita
aplaude el universo
 

HORACIO BENAVIDES

(Cauca, 1949 - )

 
 
 

LOS HOMBRES TRISTES NO BAILAN EN PAREJA
 
Los hombres tristes ahuyentan a los pájaros.
Hasta sus frentes pensativas bajan
las nubes
y se rompen en fina lluvia opaca.
Las flores agonizan
en los jardines de los hombres tristes.
Sus precipicios tientan a la muerte.
En cambio,
las mujeres que en una mujer hay
nacen a un tiempo todas
ante los ojos tristes de los tristes.
La mujer-cántaro abre otra vez su vientre
y le ofrece su leche redentora.
La mujer-niña besa fervorosa
sus manos paternales de viudo desolado.
La de andar silencioso por la casa
lustra sus horas negras y remienda
los agujeros todos de su pecho.
Otra hay que al triste presta sus dos manos
como si fueran alas.
Pero los hombres tristes son sordos a sus músicas.
No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.
 

PIEDAD BONNETT

(Amalfi, Antioquia, 1951 - )

 
 
 

CRÓNICA DEL ÁRBOL DE AGUA 
 
Un día
Dios sembró un árbol de agua
para que lloviera
Tomó lágrimas suyas y las sembró
Y vio Dios que era buena la tierra del cielo
para sembrar la lluvia
Y hubo así estaciones
Y cada cierto tiempo
el viento que agita las alas de mil ángeles
estremece el árbol y sus hojas se esparcen
sobre la tierra
Entonces comienza el invierno
Y nosotros ponemos ollas y cántaros para recoger
la lluvia
 

RÓMULO BUSTOS AGUIRRE

(Santa Catalina de Alejandría, Bolívar, 1954 - )

 
 
 

EL REGRESO
 
Una extraña atmósfera le determina la vida. Un olor denso y pesado, nunca antes presentido, se cuela por el vestido y se esconde entre el ombligo.

Sí, sacaron al muerto, pero su olor se instaló en las axilas de la noche, en los pliegues del pañuelo en desuso; se mantuvo ocho días entre las subidas y bajadas de los inquilinos. Tal vez, Dios también utilizó el ascensor inhalando su propio sabor. Es la costumbre de dormir entre el incienso.

 

MERY YOLANDA SÁNCHEZ  

(Guamo, Tolima, 1956 - )

 
 
 

PUÑADO DE TIERRA
 
Me entregaron un puñado de tierra para que ahí viviera.
“Toma, lombriz de tierra”, me dijeron,
“Ahí cultivarás, ahí criarás a tus hijos,
ahí masticarás tu bendito maíz”.
Entonces tomé ese puñado de tierra,
lo cerqué de piedras para que el agua
no me lo desvaneciera,
lo guardé en el cuenco de mi mano, lo calenté,
lo acaricié y empecé a labrarlo…
Todos los días le cantaba a ese puñado de tierra;
entonces vino la hormiga, el grillo, el pájaro de la noche,
la serpiente de los pajonales,
y ellos quisieron servirse de ese puñado de tierra.
Quité el cerco y a cada uno les di su parte.
Me quedé nuevamente solo
con el cuenco de mi mano vacío;
cerré entonces la mano, la hice puño y decidí pelear
por aquello que otros nos arrebataron.
 

FREDY CHIKANGANA

(Nación Yanacona, Colombia, 1964 - )

 
 
 

MI MADRE GORDA cuando duerme parece una ballena encallada en la playa. Entonces río. Y mis ojos que la miran desde el sueño se vuelven agua de su océano y mis manos arena de la orilla.

 Mientras duerme pienso si la vida se entrega a la tierra como las ballenas y si en vano ahora intento mover su cuerpo hacia las aguas que no quiere más visitar.

 

FELIPE GARCÍA QUINTERO

(Bolívar, Cauca, 1973 - )

 
 
 

*** Artículo publicado en el libro:
 
LUNA NUEVA, Antología múltiple II. Diecisiete miradas a la poesía colombiana. Omar Ortiz Forero, Compilador Noviembre 2012. Páginas: 270

 

 

     Luna Nueva Antología Múltiple    

 

Henry Alexander Gómez (Bogotá, 1982). Fundador y director del Festival de Poesía y Narrativa “Ojo en la tinta”. Promotor de lectura y escritura en la Red Capital de Bibliotecas Públicas de Bogotá–BibloRed. Su libro, Memorial del árbol, fue premiado en el IV Concurso Nacional de Poesía Obra Inédita.

 

 

 



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