Revista Latinoemerica de Poesía

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16. Fadir Delgado Acosta



 

Nota y selección por Alejandro Cortés González

 

Sisea el océano. En vano lucha contra los estruendos de barcos y turistas. Su canto se desborda hasta llegar a la urbe, conversa con autobuses, reclama ciudades y ciudadanos como parte de su territorio líquido. Sisea el Atlántico para acallar afanes urbanos. Toma otras formas de agua y es lluvia sobre los edificios, río detrás de los armarios, “peces que se ahogan sobre la ropa mojada”. La ciudad, nos da a entender la poeta, es el acuario de tierra que le pertenece al mar.

En la poesía de Fadir Delgado Acosta oscila el ritmo de una liturgia marina, con gestos de ancestros y de hombres y de peces, y de ancestros que se vierten en los hombres como peces mal salidos del agua. Comienza el siseo que el océano le dedica a la ciudad; Fadir, desde la casa de hierro, está tomando nota.

 

 

HIERBA
 
Para suponer ofrendas al sol
tendría laureles incendiados
frutos de luz
enjambres de peces
Leería las líneas de las hojas
Adivinaría la suerte de los árboles
Sembraría gotas de lluvia
el agua y sus raíces
buscaría mangos en los patios
buscaría almendros entre la ciudad
Recogería las hierbas del armario
Cuidaría como plantas a los espejos y adornaría con ellos las ventanas
Desojaría las sombras de la calle
Abriría con un grito la crueldad de los girasoles
para que dejen esa forma terrible y perfecta
de mirar los trigos de este espanto
para que dejen esa forma terrible y perfecta
de mirarme el dolor como quien ve mandarinas y ciruelas de cristales
Para suponer ofrendas al sol
tendría que curar el herrumbre de viejos vestidos
y quitarme las hormigas que se cuelgan de la piel como alfileres brillantes
y quitarme tanta hierba
y tanto óxido
Para suponer ofrendas al sol
tendría que encender la lámpara
y esperar que la luz corra y se trepe como gato en las paredes
tendría que encender la lámpara
tendría que encender la lámpara
y luego
jugar a las ofrendas.

 
 

DESDE EL TREN
 
Hoy descubrí que los peces se ahogan en la ropa mojada
que París es un caracol
que los castillos amarillos existen al sur
que las llegadas de los trenes producen un cierto espasmo
una leve y monstruosa saliva en los ojos
 
Descubrí calles que se creen arañas
las hijas del sol en las hojas de otoño
palomas sin miedo a los pies
 
He visto un río sin pliegues
no se parece a los otros
He visto trenes abalanzarse
sobre tanta gente como serpientes
una piedra mítica
la mitad de un arco iris
 
Descubrí que los paraguas se extravían para convertirse en fantasmas
que algunos peces han escogido una rara forma de morir
Una ciudad de ecos
de rayuelas
de parques musicales
y castillos de agua
Un macabro baile de campanas en una sola calle
Descubrí que las estaciones de trenes producen ansiedad
Allí fue imposible imaginarme el amor
Descubrí que los trenes son egoístas
no les interesa conocer a nadie
Descubrí que los molinos de viento se reúnen en algún lugar del mundo
para hablar del viento
He visto la luna como una gota de agua
cayendo sobre el río
globos que se convierten en peces
Papeles anaranjados como cielos
carruseles dorados
ciudades a donde llegan los objetos perdidos
Hoy descubrí que prefiero aquellos trenes antiguos
Que nadie vendrá a borrar la sombra
la cicatriz del viento
Descubrí
cómo salvar peces en la ropa mojada.

 
 

HIJA DE LOS PECES
 
Hija de los mangos
 
has venido a recoger los muertos
has venido a recoger la gaita
No insistas en curar esta ciudad
la gente se cubre de tierra para luego limpiarse
y no pasa nada
 
Hija del maíz sol
 
es tan doloroso mantener los ojos abiertos
sostener esta masa de carne sobre los huesos
Hija de los metales
 
he encontrado telarañas en las manos y una lágrima vieja
una lágrima de aquel noviembre en mi oído izquierdo
 
todo es por esa mala costumbre de llorar boca arriba
Hija de la nada
allí está la gaita
Hija de los sueños
no llueve es sólo el sudor de Pan Gu
 
o tal vez los cabellos de la diosa Aditi cansados de parir ríos condenados
allí está la gaita
Hija de los peces
la encontré sin sus labios de plumas
 
su cuerpo de madera es una calle de cicatrices
 
Allí está la gaita
ni el dios Pan podrá salvarla
Me mira
y
ahora
 
es una gaita sin palabras
 
Hija de las aguas
 
la sueño como el pez heroico de la India
y
pienso en aquel mito chino
en donde el agua y la sangre nacen de un huevo negro
 
Hija de los metales
él desconoce la ira de las seis de la tarde
Las agujas hirvientes del mediodía
Dios de la luz
él no sabe que la gaita ha muerto
 
La gaita es un cuerpo de cenizas que danza el baile de la nada
danza para ti
 
Hija de los peces
 
que has venido a recoger los muertos.

 
 

EL PATIO
 
No hay hormigas
No hay hormigas
El patio está enfermo
No hay hormigas
No soportaron los insectos de la fiebre
No soportaron ver al patio tomando la luz
de la tarde como jarabe
El patio está enfermo
Lo sé
¿Pero a dónde van los patios cuando mueren?
¿A dónde irá mi patio cuando muera?
¿Cómo nombraré su muerte?
¿Cómo invitaré a sus rezos?
El patio está enfermo
Lo sé
y no hay hormigas
No hay hormigas
que sostengan su cuerpo cuando caiga.

 
 

EXTERMINIO
 
Tendrías que haber sabido que desde la finitud de las sábanas no se vería el pos-tiempo
que desde afuera sólo se era desarraigo
Incertidumbre
Relámpago
Absurdo
 
Tendrías que haber sabido
que el cuerpo reclamaría
que se cubriría el destierro con los escándalos del teléfono
que no necesitó ser espejo para que la habitación se le alojara adentro
con todo el horror de su blancura
con toda la miseria de sus medias horas
 
Tendrías que haber sabido que los cristales del amor
se tienen que barrer a dos manos
Que jamás a una sola piel se le deja batalla tan inabarcable
Tan poco vacío para cubrirse
 
Tendrías que haber sabido que el deseo se deshace cuando se nombra
Que lo indecible estaba al alcance de nuestros ojos
Que la soledad no necesita de nadie para ser soledad
 
Tendrías que haber sabido que el juego de las puertas
era tan cierto como el exterminio
tan cierto como la mentira y sus leves
y dolorosas hojas de trigo
 
Tendrías que haber sabido que la escritura llevaba nombre
Que hubiera bastado una palabra para regresar el mar
Que ocultarse es la forma perfecta de ser visto
 
Tendrías que haber sabido de la guerra
De lo que ya no volverá
Del antiguo dolor
De ese puerto invisible que yace a mi costado
De sus barcos
Del agua y su sed
 
Tendrías que haber sabido que la sombra moriría de fiebre
que se dibujaría como hormiga en alguna esquina del desamparo
que la intemperie curaría las últimas heridas de la carne
Tendrías que haber sabido que ya no habría nada para saber
Que no habría nada para contar
que perdimos el pos-tiempo
el tiempo
que perdimos el pos-tiempo
sin juego
sin guerra
sin haber muerto.

 
 

ACUARIO
 
Entro al acuario
El caracol se abre para dejarse penetrar
Algunos peces incrustan sus ojos a los vidrios
y a los solares abiertos para el sol
Veo de cerca peces rojos de tanto lápiz labial
peces con las bocas llenas de sudor
peces muertos
muertos de la risa
muertos del hambre
Aquí van peces viejos
peces que se van a tragar otros peces
peces que se creen pájaros
peces que no se creen nada
peces que no abren sus ojos por pura pereza
lagañosos de espíritu
con la saliva oxidada
peces del mar
del río
de la tierra
peces de las calles
peces de motel
peces que duermen para no verse morir
peces aburridos
que se van escupiendo
que inauguran monumentos por no tener nada que hacer
Aquí van peces que no se inventan nada
peces que se echan telas encima para no morirse de frío
y otros simplemente para posar de bien vestidos
peces que no hablan o que hablan mucho para decir
poco
peces que ladran que huelen muy mal por tanto perfume
peces que tocan tambor
y balbucean con la gaita
peces que van a la fiesta
a los entierros
a la rutina
peces que se enteran y otros que no se dan ni por
enterados
peces que siembran cuchillos en las espaldas
Desde aquí se ven pasar esos peces que han comprado
acuarios
para evitar revolcarse en los sudores de otros
para morirse solos en su propia mugre
para presumir la estupidez o simplemente porque se les
da la gana
peces que se quejan y nadie escucha
peces insoportables
vendidos
que se dejan seducir por la carnada
peces que bostezan para tragarse el mundo y sólo se
tragan una mosca
Aquí y en las calles se ven pasar peces de diarios con
malos olores en las manos por escribir tantas mentiras o
medias verdades
peces perdidos en este acuario sin agua
en esta ciudad de tierra
tan dolorosa
sobreviviente a silencios
a escombros
peces esperando que los dejen dignamente en algún
lugar
que entran al acuario para morir un poco
Aquí van peces
y peces
y más peces
perdidos
enredados
muertos
muertos de la risa
muertos del hambre
muertos del miedo
en este autobús sin alma.

 
 

TIERRAS DE AJONJOLÍ
 
Mira que es triste dejar caer un globo
Mira que el abismo se oculta entre las hojas
Mira que las sombras se atrapan como moscas
Mira el río
Mira las calles sin nombres que se dejan nombrar
Mira que podría recoger olivos
ojos de aceitunas
tierras de ajonjolí
Mira las luces de bengala
Mira que hay lugares donde los espejos se tejen
donde los peces lloran a los globos que mueren
Mira esas lágrimas de trigo a luz del sol
Mira que los rayos a veces retoñan y
suelen incrustarse como lámparas afiladas
como la última punzada de la aguja
Mira los tambores
Mira el mar cuando se recoge
Mira el temblor de los peces al llegar a la orilla
Mira los árboles soltando restos de la lluvia
Mira los cementerios en las oficinas
Mira el río
No es el río
Es un fantasma
La ciudad lo mató
mira los trapos extraviados entre la espesura de las calles
Mira el horror de sus abrazos
El filo de sus halagos
Mira la ciudad
Es un fantasma
Esos trapos la mataron
Mira
no dejes caer el globo
Mira que es triste
Mira que duele
La ciudad es un fantasma.

 
 

EL ÚLTIMO GESTO DEL PEZ
 
¿Y quién eres?
El último gesto del pez
Una sílaba que nadie usa
Las sobras de un abrazo
Un circo con ciegos trapecistas
La mueca del payaso
Un calendario de cuerda
Un puñado de alfileres
Una jaula para hormigas amarillas
Un pez que llegó a morir lejos del mar
¿Y tú quién eres?
El mar que vino a ver cómo mueren sus peces.

 
 
***

 

FADIR DELGADO ACOSTA

 

Poeta y escritora nacida en Barranquilla. Autora deLa Casa de Hierro y El último gesto del pez. Sus textos han sido publicados en diferentes revistas literarias nacionales e internacionales. Invitada a encuentros culturales en París, Caracas, Quito, Canadá, Barquisimeto, La Habana y, recientemente, al Festival Internacional de Poesía de Lima.

Ganadora de una Residencia Artística en Montreal por parte del Ministerio de Cultura de Colombia y el Consejo de Artes y Letras de Quebec, en el área de literatura. Ganadora de una convocatoria internacional de la Oficina de la Juventud de Québec para participar en un intercambio literario en esta Provincia. Fue reconocida como Joven Sobresaliente en el Campo de las Artes en Barranquilla y ocupó el primer lugar en poesía en la 6 Bienal de Noveles Escritores Costeños de Barranquilla.
Es tallerista literaria, gestora cultural y coordinadora de proyectos de la Fundación Artística Casa de Hierro en Barranquilla, desde la cual lidera proyectos culturales en el espacio público y en centros de reclusión.



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