Revista Latinoemerica de Poesía

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Ciudades Invisibles, décima mesa




LOS ÚLTIMOS MÚSICOS DE LA TIERRA - Benjamín Chávez (Bol)

En el coro de la iglesia
allí en San Ignacio de Moxos, disco de aguas crepusculares
donde voces y cantos de la colonia flotan
a la deriva como una canoa que cabecea
en el trunco meandro del río del tiempo
Manuel Jare y otros nombres
gruesos lentes, camisas de manga corta contra el calor
partituras que arrastran la doble, la triple ere del error
perdonando al padre, al abuelo, al copista empeñado
en la mímesis de lo jesuítico — idea de lo sagrado
transcripción muda, sin puentes ni señales
sólo un atado de líneas, un apretado puño
de notas remedadas y la misteriosa aparición de la música
en la humedad del papel, de la selva, de los ojos.

 

 

POLVO DE ESTRELLAS - Coral Bracho (Méx)

De polvo de estrellas
estamos hechos. De la materia
del corazón
de alguna estrella, ya dispersa en el cosmos
y aún viva en la memoria de su viaje de luz.
De la unión de ese rastro que se enciende en nosotros
y su compacta sombra. Del tiempo
que reencauza e imanta:
Un instante de fuego que contiene a la noche,
un espejo de asombro y su amoroso trazo
en la furtiva vastedad, en lo oscuro, es nuestro aliento breve
en la cohesión del orbe. Del núcleo de una estrella
y su irradiado centro;
de su ígnea levedad; su suave soplo.

 

 

SIN TÍTULO - Cecilia Podestá (Per)

Esa mujer dice que es la hija de un asesino
y ha venido a lavarse entre la multitud
quitar la marca que hereda un traidor de otro
sacudirse de las moscas
que persiguen aun el olor de la sangre vagabunda
de su padre

pero cómo no reconocerla
sino sabe ser hija
sino sabe ser mujer
solo la que descansa
del peso de la horrorosa y tierna cabeza de su padre
acaso fosa profunda
en la que nunca hallamos
la piel enterrada y repartida
de los que fueron llevados a rastras

Esa mujer violenta
entregada al hedor de nuestro llanto
quiere lavarse
sin deberle la muerte a nadie

ha renegado de su nombre
pero no se arranca aun los ojos

qué puede provocarnos
sino es a quién buscábamos para castigar
pero sí el último rastro
del que desnudó a los nuestros
viéndolos retorcer
sobre sus propios excrementos y fuego

intenta aliviar ira y venganza
bajo esta su plegaria
“los hijos que me perdonen las muertes de sus padres
a manos del mío, serán mis hermanos”

Por sus pechos se arrastra el sudor de todos los parricidas
Nadie pudo absolvernos de su padre
solo el resto de la semilla insepulta que nos mira.

 

 

NATURALEZA MUERTA CON FLORES - Paulo Ferraz (Bra)

Una semana, y parte de la compra en el mercado continúa en la cocina.
Me pregunto para qué fue cuidadosamente escogida, si ahora es inútil para el consumo. Los frutos perdieron la lozanía, los antes verdes, rojos y amarillos que tanto agradaban a las pupilas, y habían determinado éste si, aquél no, fueron maculados por la paleta del tiempo, aguarrás que desde el primer día les roba brillo. Aquí y allá, las pieles rugosas se oxidan y, como un cáncer, un negro-necrosis se extiende en la misma proporción que las albas colonias (los cuerpos marchitos se explican por lo que fue azúcar y hoy escurre alcohólico por el frutero). Así son los frutos, se mueren separados de quien los nutre. A papas, zanahorias y cebollas no les fue reservado otro destino, pero antes de descomponerse intentan, porque no olvidan que son raíces, plantarse en el aire, donde los mosquitos evolucionan. La corona de higos está seca.

 



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