Revista Latinoemerica de Poesía

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Poema del Viernes # 160



 

CABEZA CAÍDA

 

No es verdad que la tierra borda tus huesos
con racimos despiertos en la voz de la guerra
ni tampoco es el verbo que te calla con la mirada secreta de la pascua
es la lluvia que cede ante tu mundo solitario
que se levanta a medianoche para llenar el cántaro
de armarios y de cuartos sucios con jeroglíficos gastados en civilizaciones tardías
es el viejo sol de la pregunta que vuelve a enfrentarse
para hacer de ti un instrumento monosílabo
que renuncia a tu rostro curtido en la espuma
rugoso como el nombre de la pólvora en la sien
y luego danza vaciando la timidez del adverbio
y finalmente ya no es el ojo de la otra escultura
que se agazapa entre tus rodillas
ni tampoco el camarada que te abandona bajo otro fuego
son las olas que los helechos bostezas para resplandecer en tu mano
son los pasos que crecen en el dolor que te alza como una virgen negada
luego viene la diáspora de las máscaras
y el aserrín de los que sobreviven ante el paraíso
y los breves capítulos de esta laguna
que ya no verás convertidos en profecía
ya los dientes no rechinan ni la calle redime el ayer que cae quemado
en el abrazo de los suspiros que arañan la mueca
son las tardes que salen ante el ay que todos conocen y reparten
la elegía que los tímpanos redoblan en la erección de los mariscos
cómo se consigue una descendencia semejante a la de los que nunca cruzan esta noche
cómo podemos retroceder ante el diálogo del padre abriendo las espinas del aceite
en algún sitio todo el saber es otro hombre alimentado por otra bestia
el águila que remueve la yerba salobre que crece en los senos y en los botes
los vientres que se enlazan para tender el camino a los extranjeros
pero a mi lado no estarás como si fueras el niño que alguna vez castré
no estarás a mi lado poblándote de ellos
no estarás a mi lado llamándolos ni cubriendo a los asteroides de cuerdas
no estarás arroyo corazón caballo
no estarás en la noche de mi muerte ni arrancarás mi mandíbula
no dirás: “por qué viven”
no dirás: “por qué el minuto”
simplemente cerrarás la boca
escucharás al cazador que se insinúa ante tu cresta
te hincharás con la desidia del rito que la danza propicia
y dirás: “ay, el cazador es un tierno silogismo”
y dirás: “no buscaré tu cabeza”
pero temo por las garras que los teatros aplastan sobre los frutos
el río que nunca deja de correr perforando la transparencia de mi sexo
temo por los días que ya no podremos nombrar en el desierto
y dirás: “ay, amor mío, los dioses también nos fallan”
y dirás: “ay, amor mío, la blancura de tu soplo bajo la sílaba luminosa de tus cometas”
y me iré tranquilo
mientras algún símbolo tose descaradamente en tu cara
al principio todo lo que se desmorona será la respiración que seca las puertas
para dormir hasta hincarse bajo las mismas pestañas
pero no
seguiré teniendo miedo
y no es el aire que me asegura tu cabeza
vuelvo a preguntar por el miedo
¿para qué quieres mis ojos?
¿para qué mi lengua morada?
no es mucho lo que me ha regalado la dureza de este corazón del que siempre huyo
no es mucho lo que el pueblo ofrenda a los pies que crujen la condena
hace poco él estuvo con el mugido de los últimos prisioneros
cabeza, a dónde las palabras dibujarán las primeras palabras
a qué arenas estrellarás el vino de los insectos suicidas
para saltar hacia la otra llaga de esta oscuridad
para retornar al mismo instante del odio
para enfermarme nuevamente con la música que es otro neologismo
las vocales azules que tú vaciaste en tus pantaletas
las vocales amarillas que corren hacia la felicidad para descolgarse
para quitarte las hojas
para encerrarte en el prisma de la luna menguante
hay tantos templos, cabeza
hay tantos hombres que debes atender sobre la espada que duerme bajo tu belleza
hay tantos hombres que no les darías un minuto de este filo
hay tantas cosas que excitarían al criminal que te existe
hay tantas cosas que existen, dulce cabeza
las cosas que nunca harás sin mí
sin mí serás un laberinto en el que los púberes encontrarían su guarida
delirios que el yo pregunta sobre mis ojos
¿para qué quieres mis ojos?
también me detengo para vivir y ser feliz contigo
alguien conmigo me dice: “vamos, no hay cansancio en tus manos”
alguien conmigo abre la puerta y señala mi catre
alguien conmigo está callado y cubre mis heridas
alguien conmigo cabeza, también puede ser un infame
ya no quiebres tu figura sobre el lenguaje en el que los pájaros nos abandonan
los años que el engranaje de esta desidia une en los surcos
las rutas que he trazado sobre otro cuerpo
para posar mis uñas y dejar de llorar por ti
ya no jugaré con tus versículos atrincherados en la bandeja plateada
ya no podré culparte por el vómito ni por los incendios
ni por erizar el infinito con un astro tosigoso
inmensa la noche que separa esta línea
inmensa la noche que no te contempla
inmenso este silencio en el que recojo tus vestidos
aquí está la línea que jamás leerás
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aquí está este odio que jamás leerás
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que jamás escupirás que jamás asumirás que jamás amarás
la línea que jamás podrás oler, la que no podrás arrastrar
la fatiga y el látigo, la carne y las hojas
para que puedas sentirte afortunado
para que puedas decir: “mis huesos son triturados por los números”
es simplemente otro ángel que retorna triste al espejo
para poder secar tus lágrimas, cabeza
para poder brindarte la humanidad que me quitaste
para avergonzarte y mostrar tus muertos
para poder decirte como una última advertencia:
“irás al mar para ver al niño que agoniza con tus demonios en el cedro”
y cerrarás la boca.

LUIS FRANCO



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