Revista Latinoemerica de Poesía

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El niño panadero



Nota y selección por Hellman Pardo

 

Las manos de Leonel Plazas no solo amasan el lenguaje. En "El olor del polvo", su más reciente libro, el poeta explora el mundo rural por medio de los sentidos, no tan inocentes, de un niño fabricante de pan. Escrito en prosa poética, salvo por algunos textos "que gotean", la obra busca lo heredado, aquella infancia que recordamos de tanto en tanto, a pesar de los abismos y la esperanza. Aquí, algunos poemas de "El olor del polvo".

 

 

Me gusta cuando Ceci me lleva en la carretilla a las moyas. Allá puedo ver iguanas. Ceci no coge iguanas para mí. Dice que pegan un fuetazo con la cola. Pero Ceci si me lleva a coger huevos de Charapa. Yo creía que eran limones, Ceci me dijo que no. Cuando fuimos donde tío Jorge, Ceci trajo huevos de Charapa en mi balde. Los escondimos detrás del Palo de Limón. Después Padre estaba escuchando un señor en su radio, vino una charapita y le mordió el dedo. Ya no había ningún huevo. Pregunté a Ceci si de los limones también salían animales. Ceci dijo que no. Padre cogió las charapitas y las llevó al río.

Yo quería una, Ceci la guardó para mí. La dejamos boca arriba porque no paraba de caminar. No quería que se me perdiera. La Charapita apareció llena de hormigas y tiesa. Padre se puso muy bravo.

Dijo, si la vida no se mueve, muere.

 

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Una algarabía baja por la calle. Gritan mujeres, suenan peinillas y botellas. Madre dice que cierren pero que no tranquen las puertas, que de pronto llegan Hermanos. Madre dice que teme por sus vidas. Le pregunto por qué teme por las vidas, Madre dice que por sus muertes.

Yo no sabía.

Lloro sin poder parar. Madre dice que un día le va a pasar. Que ella lo hará lejos. Me dice que me vaya a jugar.

Tengo vergüenza con Madre por haber llorado tanto.

 

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Los disparos han sonado en las casetas. El Carro de las tres y media estaba pitando a las tres. ¿Qué habrá pasado? La gente dice que es El Chaparral. Suenan más disparos. ¿Cómo llegaré a casa? Caminaré por el callejón de los tramposos. Y entraré por arriba, por el patio. Es más largo, pero no entraré por el local. Madre me regañará.

La gente murmura Cómo pudo hacerlo. Este fin de semana no había pasado nada. Corren a todos lados. ¿Cuántos ha matado El Chaparral este mes? Será que está en su caballo con dos pistolas haciendo disparos para todos lados. Dicen que tiene un pacto con el diablo.

¿Cómo he olvidado que en la calle de los tramposos vive el Chaparral? No sé que hacer. Trae una pistola en la mano. Me ha visto. ¿Me devuelvo? ¿Matará niños cobardes? Como mató el muchacho al frente de casa para probar un revólver.

Debo seguir, no podré mirarle si me mata.

Madre me ha regañado. ¿Este sute dónde andaba, por qué viene respirando así? Madre no sabe que me he venido por la calle de la casa del Chaparral.

No sé si respiré cuando pasé por su lado.

 

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Hay que decir el hambre, hijo,
no se aprende a pensar
si las cosas no pasan por tu boca.

Los primeros poetas fueron analfabetas…
No fueron sus palabras
hasta que no fue el hambre de los otros.

¿Has escuchado el caminar de las piedras en el río?
¿La conversación del niño con el animal?
¿La piedra que se talla en la mano?

Al principio fue la tierra
y su voz semilla, hijo,
             tendremos hambre
             si callamos.

 

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Han llamado por los parlantes a todo el pueblo a la cancha. Dicen que los cogieron anoche. Los tres tienen el cuerpo rojo por las picaduras. Dicen que los amarraron al lado de hormigueros.

Los cogieron antes que se escaparan en los carros de la madrugada. Habían comprado mancha con billetes falsos. Dicen que son cincuenta millones de pesos. Las tiendas y graneros empezaron a darse cuenta cuando la gente iba a comprar las remesas.

Los tienen con las manos amarradas atrás y separadas de sus cuerpos por unos palos. Dicen que no los mataron porque quieren que el pueblo decida. Han robado a todo el pueblo. Los Muchachos del Monte empiezan a hablar y todo mundo está en silencio. Preguntan que si los dejan ir o los echan al río. La gente dice que los dejen ir y que si vuelven que los maten. Los sueltan y todo el mundo les da monedas. Deben desaparecer en cinco minutos del pueblo.

Los Muchachos antes de irse al Monte dicen, el pueblo perdona demasiado.

 

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Hoy se fue el ayudante de panadería que Padre trajo para que aprendiera. Solo duró una semana. Yo quería que se fuera.

Desde la primera noche que durmió en casa, yo tenía miedo; me dijo que me acostara con él. Dijo que éramos como hermanos. Pero cuando estaba durmiendo, me tomó de la mano y la metió entre su ropa interior. Grité ¡Mamá!, pero Madre solo me respondió ¡Duérmete sute! Volvió a cogerme la mano, y grité; Padre me regañó. Me cambié de cama y no pude dormir desde ese día.

Madre me riñó porque no dejaba dormir; no sé todavía cómo decirle por qué estaba asustado. 

Padre le dijo que se fuera porque era flojo y no quería aprender, tampoco me enseñó nada a mí. Solo insistía que aprendiera a hacer mi nombre en un árbol seco y marchito, sin que se notara.

 

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Una sombra se posa sobre los charcos y los agarra, los adentra en su propia oscuridad.

Así es como se van los días.

A estás horas Padre siempre se sienta a tomar una taza de chocolate con yuca, que Madre le guardó del almuerzo. Yo me siento en el andén con Morocho al medio de las piernas. Veo a Padre y está cansado y satisfecho. Pienso si Padre puede ver cómo se oscurecen las cosas. Miro a Padre y al suelo a ver si se percata, pero no lo hace.

Bajan las viejitas del pueblo a misa, Padre las saluda. ¿Podrán ver cómo se oscurece la tierra? Las veo, van mirando al suelo como si vieran lo que llevan por dentro, no se percatan.

A estas horas Padre come yuca como si fuera un niño y las viejitas van hablando solas, mientras yo veo como se oscurece.

Padre no sabe que puedo ver la oscuridad.

 

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Hace mucho frío. Debe ser porque se acerca el invierno. ¿O será por viajar solo? ¿Cómo podré volver después de este frío? ¿Cómo podrá gustarme este Carro después de este viaje? Me gustaba cuando a las seis iba para donde Milton y bajaba silbando aturdiendo a todo el mundo y levantando polvo. Quedaba en el medio del polvo perdido por un momento. Me gusta el olor del polvo.

No volveré. Prometí no llorar, pero hoy ha sido como el otro día de la algarabía. No sé que voy a hacer en la Ciudad.

Tampoco me gustó ver llorar a Madre entregándome las monedas. Me dijo que así había sido con todos. Él no ha querido que nadie se quede. Me da mucho miedo por Madre, tal vez tenga que irse también. Yo al menos tengo fuerza, aunque Padre ha dicho que por lo que saben mis manos no me darán de comer.

 

 

LEONEL PLAZAS MENDIETA (Huila, Colombia, 1985). Filósofo de la Universidad del Cauca. Candidato a maestro en filosofías alemanas y francesas Université Jean Jaures-Francia. En poesía ha publicado "Edad de arena" en 2010; "Fábula del hombre", en 2014 y "Terre Perdue", Antología personal bilingüe en 2016. Como ensayista "Tres dimensiones de la Joven de la Perla" en 2007 y "Se escribe para nacer", en 2013.

 



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