Revista Latinoemerica de Poesía

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Jueves de poesía en Trilce



Jueves de poesía en Trilce, evento apoyado por el Ministerio de Cultura – Programa Nacional de Concertación, presenta el 22 de septiembre a los poetas Olyvier Leroux-Picard (Canadá) y Henry Alexander Gómez (Colombia). Con el apoyo de la Fundación Casa de Hierro de Barranquilla, la Oficina de Juventudes de Quebec y la Alianza Francesa. Entrada libre. 7:00 p.m.

 

 

OLYVIER LEROUX-PICARD

 

Nacido en Montreal en 1989. Completó un Posgrado en estudios internacionales en 2014, después de haber cofundado la editorial “‘Éditions de la Tournure”, una cooperativa que se encarga de publicar poesía a la vez que organiza todo tipo de eventos literarios y de actividades comunitarias. Desde abril de 2015, trabaja como coordinador en la “Maison de la poésie de Montréal”. En 2013 publicó su primera selección de poemas en “Éditions du Passage” y, en 2014, una segunda en la editorial “Tournure”. En estos momentos, está acabando de perfilar su tercer libro. Recientemente, resultó ganador del concurso de poesía de la Oficina de Juventudes de Quebec y la Fundación Casa de Hierro de Barranquilla, 2016, gracias al cual obtuvo la gira poética por Colombia que en esta oportunidad lo trae a Bogotá.

 

*

Tes draps sont encore chauds, mais ta peau, l’anémone, qui au monde la tire, la sèche et la vend ?

Le journal dans tes mains, comme une fenêtre qui ne te reflète pas, un prétexte pour fixer le vide en ayant l’air occupée.

Tu écoutes les baleines mourir en silence.

 

*

Je suis ton caractère définitif, tu es mon offensive.

Je suis le verdict qui tombe sur le pari que tu prends.

Je suis l’enfant qui coule.

Je me sers déjà peu.

 

***


HENRY ALEXANDER GÓMEZ

 

Bogotá (1982). Magister en Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Su libro Cartografía de la luz ganó el XXVI Concurso Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia; con el libro Georg Trakl en el ocaso fue Segundo Premio del IX Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía; ganador del Concurso Nacional “La poesía de la vida cotidiana” – Casa de Poesía Silva. Ha publicado los libros Memorial del árbol (2013), premiado en el IV Concurso Nacional de Poesía Obra Inédita, Diabolus in música (2014) Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía y Teoría de la gravedad (2014), publicado en Quito, Ecuador. Hace parte del comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida www.laraizinvertida.com

 

HAY SOLES QUE CAEN

Un ángel juguetea en el ramaje del árbol.

Es tan grande el abismo,
y tan silencioso el techo del mundo,
que nos abraza la pesadumbre,
y bebemos aguardiente,
y lloramos,
porque no entendemos
cómo Dios juega con sus dedos de piedra
entre las hojas del álamo.

 

EN EL LOMO DE LA VACA EL VIENTO REVUELTO EN UN SUDARIO DE ESPUMAS

Eran las mañanas y las tardes. Solía acompañar a mi abuela Ana
a llevar y traer las vacas, del establo al potrero y del potrero al establo.

Íbamos por la mitad del pueblo arreando las vacas
que eran como dedos gordos de Dios.

Yo y mis cinco años y la rama de un árbol haciendo de fusta.

El sol trepaba por las manchas azules de las vacas y en su paso torpe
un aliento desconocido empozaba la sílaba del sueño.

Las piedras, las crestas de los árboles, un puñado de maderos y sus cercas.

Verlas pastar era echar boca adentro toda la paciencia del aire,
como hundir una luna en un enredo de hierba.

Y en los ojos de las vacas un vacío de luz, un misterio lerdo que latía en cenizas
sobre el corazón lento del día.

Mis cinco años, mi abuela Ana y las moscas abriendo huecos
en las primeras sombras de la tarde.

Entonces la vaca Golondrina se fue de bruces al río.
El hechizo del agua le llegó como una soga que halaba su carne
en una cadencia sin tiempo.
Era de ver su júbilo corriendo entre las formas del torrente. Mugía y su voz era un tambor que trenzaba mi garganta. Un fósil nacido en lo más hondo de la vocal del mundo.

Corría la vaca por el río y mi abuela la seguía desde la orilla,
entre los pastos largos y mojados,
llamando desesperadamente su bovino. Cuidado de no ahogarse la vaca loca.

Mis cinco años arreando el sueño de loco de mi abuela Ana. En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas.

Hará tiempo de aquello. El río arrastrando esqueletos húmedos de hojas y trastos vegetales, llevándose consigo mis cinco años y las alas invisibles de la vaca Golondrina,
en una ceremonia de bocas abiertas a los muslos de la nada. Navegaba ahora
hechizado el ocaso en una brisa de peces muertos.

Dicen que las vacas
se parecen a los sueños de los hombres tristes, no dejan de rumiar su soledad
en cualquier balcón desvencijado de la vida. En el mañana
o en el ayer, es floración la noche cerrada.

A la orilla, sobre la piedra molida, boquea todavía la vaca Golondrina
tragando tajos de luz. Muge mientras puede.



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