Revista Latinoemerica de Poesía

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28. Roy Sigüenza



Roy Siguenza

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Nota y selección por Jorge Valbuena

    El dolor es un animal que busca la niebla, conversa con sus habitantes, arde en la flor de sus abismos. Se trata aquí de domesticarlo, hacerlo vértebra del destino, espejo para coleccionar presencias. En la poesía de Roy Sigüenza (Portovelo, Ecuador, 1958) danzan a una sola voz los adioses, los cansancios, el llanto; celebran su condición de lenguaje, nada que pueda estrangularlos. Un eco de espinas recientes silba entre la herida del poema, la melodía pende de las lágrimas que ha dejado la canción. Ningún dolor es prohibido, incluso el amor ronda estos versos con altivez, mira la sombra de sus viajes, los recuerdos donde el secreto cobra una dimensión onírica. La muerte vuelve a presenciar deseos antiguos. Sigüenza conversa con los otros que han sido reflejo, las palabras encuentran sus cenizas ausentes.   Aquí una selección de sus poemas:       PIRATERÍA   Iré qué importa caballo sea la noche     LA CAL DEL ADIÓS   Si los olvidan Algunos van al mar y escriben poemas (los más sensibles) se vuelven enfáticos en sus trabajos o cambian de creencias (los más prácticos)   Tú vas al bar y te embriagas     MELANCHOLY BAR   Tracy Chapman vela por ti es el ángel que te procura consuelo muriéndose.     FELICIDAD   Bebimos cerveza de a poquito (tomémosla como si fuera vino, te propuse) tú dijiste que la bosta de vaca elevaba (la fumamos)   estaba claro que los dos buscábamos abandonar este mundo     CONOCIMIENTO   La sangre tatuaba en tu espalda un signo incomprensible que bebí     LOS VIAJEROS   Leíamos en las estrías de la langosta largas alusiones al paisaje: lomas, como en las acuarelas japonesas de la dinastía Qui, le decía señalándolas. Eran ascensiones por donde venían los rayos de sol a poner transparencias -alas de agua seca, hojas de Árbol de invierno-. A lo lejos el gavilán hundía el pico en el viento espeso que traía la tarde cuando ya nuestros pies iniciaban el vuelo.     EPITAFIO PARA LA TUMBA DE WYSTAN HUGH AUDEN   Peregrino por el amor (desconfiaba un poco de sus hallazgos, era cierto) hasta su último día, aunque supo que solo en la poesía lo encontraba (siempre intacto). De hecho, fue un iluso cuando tomó el avión de Oxford a Viena para verse con su amante, un tal Chrester Kallman (el joven aprendiz de poeta que lo sedujo recién llegado a New York). no te esperaba, era visto, no te esperaba Wystan Hugh Auden que hoy yaces aquí (a salvo de ti mismo) tan seguro, como siempre, de que el amor te fue fiel y de que le correspondiste.     MI VIDA ES COMO SI ME GOLPEARAN CON ELLA  

(Fernando Pessoa)

  Desde la ventana de la oficina una vez reconocí que no me amarían. El amor era un mozo caminando por la Calle de Los Doradores, a quien llamé y no me escuchó. Nunca el llanto mojó mis ojos por este humano incidente. El amor –lo supe bien- no es más que la ilusión de estar en otro, y uno no sabe lo que es, ni sabrá. Llovía, entonces, y llueve; llueve para mi gusto de estar triste, solo, escribiendo como un buscador, no como alguien que escribe –cuando un escritor escribe sabe que escribe, el que busca, no, no sabe. No hay certidumbre, ni dioses que la den. ¡Lisboa, mi diosa ciega! ¡Ni tú! Digo que este es el mejor momento de mi vida. Dejo de escribir y una alegría limpia, otra vez, se derrama por mi pensamiento. La libertad está en saber que uno no es porque nunca fue. Fingiendo, Esteva, se crea el destino.     EN EL EMBARCADERO   tu tren llegó en la madrugada las aves desembarcaban y seguía la calle rumbo a las tabernas una mujer había olvidado sus maletas (dónde está mi amor, gritaba al mar) yo era el corazón que te buscaba entre los afilados peces de la bruma hasta que comenzaron a caer enceguecidos por el ácido de la mañana   nadie tuvo tu nombre ni tus huellas      

***

      El amor va más allá de los jardines rojos donde la muerte se duele de deseo y habla:   ¨Soy la coartada de la tranquilidad miento –siempre miento- y mis únicas certezas son pérdidas.     LOS PROHIBIDOS   En la noche hallé tu rastro y lo borré para que no digan que sobrevivimos.     YUKIO MISHIMA SE ARREPPIENTE DE LA MUERTE  

Para Rosa Manzo

El espíritu del Hagakuré exige ¨que los hombres tengan una tez de

flor de cerezo,

inclusive en la muerte¨ 

 

No sabía yo que duraría -apenas- 45 años, ni que sería así -vaciada en sangre- como se iría mi vida; ni yo ni Masakatsu Morita, a quien tampoco le advirtieron nada -tenía 25 años- cuando el amor que nos unía nos empujó a practicar Sepppuku. Ahora que los dos llevamos una tez de flor de cerezo quién me dirá dónde resplandece aquella imperativa belleza     PARADISE NOW  

Para Raúl Pacheco

Si todo en este mundo dejará de existir,

Tú, supón que no existes; y ya que existes, goza.

Omar Jayyam

    La oscuridad barre a la gente, es como la muerte: hace lo que quiere. Foucault diría cosas que ya conocemos: la vigilancia, lo panóptico, pero no nos alegra; no hemos olvidado que la mortalidad es el acuerdo: duramos poco para reñir. Las manos, los cuerpos tienen otras urgencias: ir a los lechos; a otros cuerpos, o a cualquier lugar sigiloso, donde celebrar, beber vino y olvidar lo que alguien advirtió sobre la muerte     ELOGIO DEL AMANTE   Tu cuerpo son los restos de otro cuerpo incendiado.   Lleva otro nombre, otra estela en los hombros.   Es de antiguo el sonido de sus pasos, la rosa de su boca,   la palabra nada que navega en su mente o esa constelación de polvo en el cuenco de sus manos.   Podría ser aquel brote de luz que se derrama en el sigilo de las noches;   pero no es tu cuerpo:   es la transparencia que provocaron otras manos,   el leve respirar de alguien al que amaste o te amó   lo que lo nombra.     NIEBLA  

A Carolina Patiño, Andrés Moreno Pacheco, Rodrigo Briceño,

Emilio Román y Dina Belrhan, a quienes ya no veremos.

    No supe qué hacer contigo: si mis piernas se movían /iban hacia ti, pero nunca llegaron a ninguna parte.   Probé con la palabra, dije todas las que podrían crear /paisajes saludables: no te sostenían. Pretexté: El misterio se esconde en cosas anodinas.   Fue extenuante ir y volver de lo mudo a lo sonoro.   No atiné a dar con algún conocimiento /que me permita expandir la mente   hasta tocarte: tu figura no pasaba del ruido.   El amor a veces se escabulle en la niebla y se lanza al vacío.       ***     El viento se ha roto / en la llanura un animal llora       EL ANCLA DE BACHELARD  

La primera tarea del poeta es desanclar en nosotros esa materia que

Quiere soñar.

Gastón Bachelard

    Ahí el ancla: en la parálisis del nervio en el sopor del hueso en la oscurana de carne en la ciénaga de sangre   Ahí (como si no hubiera poetas)     CINERARIA   ábranme el corazón y recojan sus frutos los sedientos   la lluvia es para seres colonizados por el sueño: denles de beber, líbrenlos de la infección del recuerdo.   Es incómodo caminar, asir un fruto, besar una boca lejana -esto explica el virus de la enfermedad del abandono-   El hato del tiempo en la cabellera de la piedra: es habitual que el agua se lleve lo que calla   llanto   tan antiguo como los restos de civilizaciones herbívoras: ese rastrojo de labios que murmuran ríos de ceniza   los huesos quemados de tu nombre.      

***

    ROY SIGÜENZA - (Portovelo, El Oro, Ecuador, 1958) Poeta y cronista. Es autor de Cabeza quemada (1990), Tabla de mareas (1998),Ocúpate de la noche (2000), La hierba del cielo (2002), Cuerpo ciego (2005) y Abrazadero y otros lugares (2006). Consta en la colección Estafeta del viento (antología  de la poesía ecuatoriana del siglo XX, Visor, Madrid, 2006). También están los libros de crónicas ¿Y vieron bailar el charlestón a la “Chiva” Marina? (1991), Portovelenses S.A. (1999) y Cuatrocientos cuerpos (2012).



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